PERSISTENCIA
Monseñor Juan José Gerardi
Cuando en una reunión para hablar sobre monseñor Juan José Gerardi, todos los que participaban al identificarse decían pertenecer a una orden religiosa, yo no sabía qué decir de mi persona.
Sin embargo, cuando me tocó el turno dije: Margarita Carrera, fiel devota de monseñor Gerardi. Para mí Gerardi nació el día en que fue vilmente asesinado. De él solo conocía cómo, dos días antes de su muerte, había presentado en la Catedral Metropolitana el Informe Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (Remhi): Guatemala Nunca Más, y se lo había entregado a Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz; sin duda la persona más indicada, por representar el sufrimiento del pueblo indígena durante el conflicto armado.
Fue por el año 2000 que tomé una decisión que se convirtió en necesidad: mi próximo libro sería sobre él. Para esto necesitaba leer multitud de documentos e investigar y realizar entrevistas con las personas que habían tenido el privilegio de conocerlo y trabajar a su lado.
Lo primero que hice fue dirigirme al Palacio Arzobispal, en donde hablé a Nery Rodenas sobre mi proyecto. Me miró con cierta desconfianza y me dijo que hablara con una de las secretarias. De inmediato me llevaron una obra voluminosa: Monseñor Juan José Gerardi, Testigo Fiel de Dios, que no dudé en comprar. Un libro de 412 páginas, bajo la coordinación del Hermano Santiago Otero, a quien yo distaba mucho de conocer.
Fernando Penados, que había trabajado con Monseñor, me presentó al Hermano Santiago, la persona que más conoce sobre la vida y obra de Gerardi, quien además de ser excelente escritor e investigador, posee una generosidad sin límites. Desde el principio confió en mí y me empezó a hablar de Monseñor y a proporcionarme toda clase de documentos. Cabal, era a él a quien necesitaba: un amigo íntimo del alma. Con sabiduría infinita me abría las puertas que me llevaban a conocer a aquel “Testigo fiel de Dios”. Y, a medida que me iba introduciendo en el conocimiento de su vida y obra, mi amor por Gerardi crecía más y más.
Pasó el tiempo y yo me veía rodeada de miles de apuntes escritos a mano, de libros que estudiaba y subrayaba, de revistas y recortes de periódico. Por fin me dije: hasta aquí. Ya es hora de que empiece a trabajar sobre lo que me había propuesto. ¿Biografía? Me faltaban miles de datos imposibles de conseguir. Entonces un día me vi impelida a sentarme frente a la computadora. Empecé a escribir: “El coronel Rodolfo Lobos Zamora, comandante de las Brigadas militares del Quiché y Huehuetenango, había dado la orden: —Que lo atalayen y den muerte, igual que a otros curas(…)” . Y de ahí en adelante una persona dentro de mí siguió dictando aquella historia novelada. No biografía, sino novela.
Yo ya no era yo: era Monseñor Gerardi. Gerardi se había apoderado de mi persona. Yo sentía lo que él debió sentir; yo realizaba acciones que él emprendía. Yo amaba con toda mi alma cuanto él amaba. Yo, que me decía atea, había dejado de serlo y creía en el Dios en el que Gerardi creía. También amaba al pueblo indígena, víctima del Ejército.
Escribir sobre Monseñor Juan José Gerardi es una tarea fácil. Pues se trata de un hombre correcto en cuanto a sus actuaciones en la vida diaria, un hecho sobresaliente que lo distinguió mientras estuvo vivo. Por lo tanto, algo que todo el mundo puede hacer sin quedar decepcionado; basta con recordar su personalidad digna y sin mayores defectos. Se puede, pues, hablar de él sin necesidad de mencionar cuánto hacía al exponer su pensamiento e ideología. La actitud de Gerardi era realmente tolerante, sin abandonar la labor evangelizadora dirigida al mundo indígena, pensaba que había que tener en cuenta su propia espiritualidad y sus creencias religiosas.