¿Qué sucedió en nuestra Historia?

Al iniciarse las inversiones del capital comercial y financiero alemán en Guatemala, a mediados del siglo XIX, las antiguas propiedades comunales que habían subsistido después de la invasión española, fueron casi destruidas. Los capitalistas extranjeros buscaron tierras con condiciones óptimas para plantaciones de café y caña de azúcar. Así, el suroccidente, el centro del país y Alta Verapaz, donde se concentraba el 80 por ciento de la población campesina, fueron convertidas en las principales zonas de explotación económica y opresión neocolonial.

Los neocolonialistas extranjeros adquirieron y capitalizaron con tecnología moderna muchas tierras comunales que habían sido habitadas por generaciones mayas. (J. C. Cambranes: El imperialismo alemán en Guatemala, IIES: 1978). Rufino Barrios estableció una dictadura personal, colocando la administración estatal al servicio de los intereses corporativos alemanes. Solo aquellos campesinos mayas que huyeron a las selvas y montañas peteneras, o a Belice, lograron escapar.

El actual poder oligárquico-militar ha llevado a Guatemala a ilimitados extremos de inhumanidad. Consideran que el pasado es preferible callarlo. En este agitado momento particularmente significativo, esta posición política es irreconciliable con nuestra historia reciente. El Gobierno asegura que no existió genocidio durante la llamada “guerra civil”. En la capitulación de la URNG (llamada acuerdos de paz firme y duradera) se pasó por alto la responsabilidad penal por delitos de genocidio, tortura y desaparición forzada ratificados por Guatemala en tratados internacionales (www.libertopolis.com/wp-content/files/Ley_de_Reconciliacin_Nacional_Dto-_Ley_145_96.pdf), al establecerse que ninguno de los militares que habían combatido en ambos bandos sería castigado por sus hechos de guerra. Sin embargo, el neofascismo no solo ha empapado de sangre y tiranía a Guatemala, sino que el encanallamiento afecta a sectores muy amplios de la aterrorizada población indígena y ladina. Se procura ignorar quién se volvió asesino por convicción y quién fue arrastrado a secundar crímenes contra sus hermanos por cobardía frente al poder militar. La psicología del terror no ha impedido establecer responsabilidades personales y colectivas. Hoy Guatemala y el mundo saben qué sucedió en nuestra Historia. La maquinaria diabólica de crímenes contra la humanidad que funcionó en nuestro país no ha podido ocultarse. Pruebas irrefutables la evidencian.

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