HACIA ADELANTE

Oportunidad perdida

Jaime Francisco Arimany

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Cuántas veces no nos lamentamos de haber perdido una oportunidad; si yo hubiese, si no hubiera, cómo no lo pensé mejor, etc.

Hace una semana vimos la semifinal de la Copa de Oro, el penalti marcado por el árbitro a dos minutos de terminar el partido, después de no haber expulsado a un jugador mexicano por un puñetazo al inicio del mismo y luego en el minuto veinticinco expulsar a un jugador panameño por una falta que no lo merecía, acción que obligó al equipo centroamericano a jugar el partido únicamente con 10 jugadores y, para colmo, después de lograr el empate por el cobro de un penal inexistente, en los tiempos extras, marcar otro penal contra el equipo panameño, sin que hubiera una falta que lo mereciera, acción que nos dejó a quienes veíamos el partido un sabor amargo, inclusive en los comentarios de muchos periodistas mexicanos, aunque algunos, en su mayoría jóvenes, que defendían la acción tratando de justificarla con comparaciones que no tenían nada que ver.

La hipocresía que reina actualmente en los juegos es tal que cuando hay alguna falta en un partido y se suspende, al comenzar nuevamente, quienes no tenían el balón se lo entregan al adversario, para demostrar su honorabilidad.

En los comentarios de quienes defendían la ejecución del penal, comparaban los “errores” arbitrales con el gol que metió con la mano Maradona, en el juego contra Inglaterra en México 1986; pero ello no se puede comparar. El futbol es un juego. Cuando el astro argentino marcó ese gol, lo hizo con tal maestría que solo se confirmó que fue así cuando él dijo posteriormente: fue la mano de Dios. De alguna manera el juego del futbol, basquetbol o cualquier deporte de ese tipo permite que se cometan faltas con tal artimaña que no se pueda demostrar si las hubo; por ello, actualmente, en casi todos los deportes se confirma lo juzgado por los árbitros repitiendo, por medio de videos, desde diferentes posiciones, si hubo o no dicha falta.

México tuvo la ocasión casi única de perder un título a cambio de hacer justicia y ser reconocido mundialmente por su honor, si hubiera tirado el balón fuera de la cancha cuando se marcó el penalti. Por supuesto que esa decisión no la podía tomar el jugador profesional, que tenía que obedecer órdenes, ni el entrenador; esta era una decisión que debía haber llegado del gobierno mexicano, del mandatario Peña Nieto, que seguro estaba viendo el partido. Él tuvo el tiempo suficiente para llamar y dar la orden de entregar el balón al rival, pero una vez más, como ha estado ocurriendo durante su mandato, posiblemente por su juventud, no tuvo el coraje de salvar algo más importante que un efímero título de la Copa de Oro, el honor de actuar con justicia y de borrar de la historia el triste dicho “México nunca pierde y si pierde arrebata”.

Nuestro país tiene la oportunidad de dar un vuelco al sistema social y cambio de la ley electoral actual, basado en la corrupción generalizada y en unas elecciones amañadas por campañas anticipadas y financiadas por la corrupción y el narcotráfico, según informe de Iván Velásquez, jefe de la Cicig.

jfarimany@hotmail.com

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