CON NOMBRE PROPIO

Paraguay, Venezuela, Honduras y Nicaragua

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El Senado paraguayo logró convocar a una sesión, con tintes clandestinos, para conocer una iniciativa de reforma constitucional que pudiera representar la reelección del presidente Horacio Cartes, quien hace tres años juraba jamás intentar algo semejante. Como el presidente del Senado era contrario a la propuesta de reforma —remitida por el propio Cartes—, los senadores a escondidas se juntaron y de un plumazo la mayoría oficialista con “opositores” modificaron el reglamento interno y dieron viaje al proyecto presidencial.

La derecha paraguaya, apoyada por una facción del tradicional Partido Colorado y los seguidores del expresidente Lugo, que enarbolan las banderas de izquierda, pretenden reformar la Constitución para que así Lugo, el expresidente expulsado hace unos años, compita con Cartes, el actual mandamás.

Moraleja: si es por intereses personales, los senados se allanan a los abusos y poco importa la Constitución y la ideología.

En Venezuela, la Sala de lo Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia resolvió que debido a que la Asamblea Nacional —Congreso— se encontraba en desacato al cumplimiento de una orden expresa para desaforar a tres diputados que, de acuerdo con los órganos competentes de aquel país, habían “ganado” su elección por fraude, ese tribunal asumiría las funciones legislativas. Poco importa que La Asamblea no había dado cumplimiento a una orden judicial porque esos tres representantes son cruciales para mantener una mayoría opositora, la sentencia es jurídica y políticamente una estupidez, y evidenció que la Sala Constitucional quiere quedar bien con el presidente Maduro. Pero la cosa sigue, como el bochorno era evidente, el Tribunal, en un hecho sin precedentes, mutiló su propia sentencia y señaló que “ya no asumiría funciones legislativas”.

En Paraguay y Venezuela el descontento es manifiesto y los abusos, evidentes.

En Honduras, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia sentenció hace un tiempo, al igual que la nicaragüense unos años antes, “inconstitucional” su propia constitución, y así se declaró “inaplicable” la prohibición a la reelección presidencial. Esta horrorosa sentencia habilitó al presidente Juan Orlando Hernández para lanzarse de nuevo al ruedo, y como tiene apoyo popular es la opción fuerte para otros cuatro años. Honduras tiene a los partidos políticos más longevos y fuertes de la región, las maquinarias partidistas con esta luz verde son poderosos aparatos para lograr una cosa: lo que sea.

Don Juan Orlando, un hombre de derecha, rompe con maniobras ideadas por rábulas su constitución.

Daniel Ortega y el Frente Sandinista han logrado con un esfuerzo “barrio adentro” llegar con beneficios sociales a los rincones más apartados de la bella Nicaragua, existen alianzas con el capital nacional e internacional y, a la fecha, basta darse una vueltecita por Google para conocer las maravillas turísticas construidas para el jet set mundial. Nicaragua registra inversión y estabilidad; además, en la última “elección” Daniel colocó como vice a su “compañera” y con eso se cerró el círculo del poder. Ortega ha podido ser reelecto porque su Corte Suprema tropicalizó la “inconstitucionalidad de la constitución” antes que la hondureña, y con ello es inaplicable la prohibición de reelección presidencial. Los sandinistas ganan elecciones con un discurso de izquierda y sin recato rompieron su constitución con ayuda de güizaches con toga. En Venezuela, Honduras y Nicaragua el rompimiento constitucional provino de sus tribunales constitucionales, se inauguró una nueva modalidad de “golpes” y demuestra la crisis de la Defensa Constitucional en América Latina, una región donde la corrupción echa raíces y todos sabemos que es el gran origen de nuestros males.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.

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