VENTANA

La magia del entorno

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Uno de los momentos estelares de la humanidad ocurrió a principios de la década de 1950, cuando Jonas Salk descubrió la vacuna contra la polio. Hoy en día está casi olvidada. Junto con otra enfermedad contagiosa, la viruela, están prácticamente erradicadas del planeta.

Contrario al coronavirus, la polio atacaba especialmente a menores de 5 años, y no tenía cura. Afectaba sus sistemas nerviosos y, en cuestión de horas, podía causar parálisis. Además de haber encontrado una vacuna efectiva, este fue un momento estelar para la humanidad porque su descubridor dejó, para nuestro bien, testimonios que hoy en día, después de más de 70 años, pueden ayudarnos a crear un mundo mejor.

Lo más sorprendente de Jonas Salk, además de ser un médico e investigador genial, fue la manera como se preparó para percibir el mundo y la historia donde transcurría su vida: su entorno. Para mí es inevitable pensar en el enorme paralelo que existe entre la manera como Jonas Salk interpretó su entorno con la visión que el maya ordenó el mundo que le rodeaba.

Afortunadamente existen evidencias palpables que lo demuestran. Jonas Salk creía que los seres humanos vivimos en un universo que se desenvuelve caleidoscópicamente, de acuerdo a un orden profundo. Propuso que la maravilla es que los seres humanos podemos darnos cuenta del futuro que quiere emerger y podemos ayudarlo a que ocurra. Jonas Salk confesó que, para él, la evolución era algo que experimentaba todo el tiempo, y que podía guiarla con las decisiones que asumía.

' Existe un enorme paralelo entre las confesiones de Jonas Salk y cómo el maya interpretó su mundo.

Rita María Roesch

El enorme paralelo que existe entre las confesiones de Jonas Salk y la manera como el maya interpretaba su entorno tiene un ejemplo vivo que puede ayudarnos a entender que, en estos momentos de crisis, necesitamos saber que, en lugar de ser víctimas de nuestra evolución, podemos guiarla con las decisiones que tomamos. El maya antiguo, en lugar de ordenar el espacio usando los cuatro puntos cardinales como es usual en Occidente, le dio profundos significados: blanco para el norte, donde habitan los ancestros; amarillo para el sur, ubicado debajo de la tierra, en el inframundo, donde se siembran las semillas; rojo para el este, donde nace el sol; y negro para el oeste, donde cae el sol. Lo innovador es que el maya agregó una dirección más. ¡Un punto central! El quinto punto, que tenía una fuerte carga de mente y corazón. Le denominaban RAX. Estaba compuesto de dos colores: mitad verde, mitad azul… verdeazul. Lo extraordinario es que, desde ese centro, era posible ver y ordenar todo lo que el entorno les traía y podían elegir aquellas opciones con las que podían ayudarlo a devenir. Pero la imaginación del maya no se detuvo ahí. Para dar a entender que ese era el punto donde el universo se desenvolvía, colocaron en ese centro a sus gobernantes, no por por su poder político, sino por la capacidad de intermediar entre las fuerzas del cielo y las fuerzas de la tierra. Ese quinto punto estaba simbolizado por una ceiba gigantesca… el árbol cósmico. Ordenaba la conexión entre el cielo, la tierra media, donde habitaba el humano con el entorno natural sagrado, y el inframundo, donde crecían las raíces de este frondoso árbol.

Entre las imágenes que nos ayudan a entender la magia que tenía el entorno para el maya están las representaciones donde el Dios maíz ocupa ese quinto espacio, dándole vida al mundo con su sagrado grano. Hay un ejemplo más sencillo: el del hüipil. Cuando las antiguas mujeres mayas se lo ponían ocupaban ese quinto punto, reconociendo que eran parte de ese entorno sagrado. “Según Jonas Salk, fue esa mágica conexión con el entorno la que le hizo romper con la tradición de usar virus vivos para crear la vacuna contra la polio”, cantó el Clarinero. Cuando le preguntaron por qué no patentaba su descubrimiento, contestó que no porque “sería como querer patentar la luz del sol que todos los días nos trae la vida”.

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