Pluma invitada

Sobre hombros de gigantes: aprendiendo de Manuel Ayau

Tuve la fortuna de interactuar con él menos de una decena de veces, pero cada encuentro dejaba alguna lección importante.

Isaac Newton escribió: “Si he visto más lejos, es por estar parado sobre hombros de gigantes”. En Guatemala, hace cien años nació uno de esos gigantes que nos han permitido ver más lejos: Manuel Ayau Cordón, cariñosamente conocido como Muso.

Muchos de los ataques al capitalismo no son realmente al capitalismo, sino al mercantilismo.

Muchos lo conocen como fundador de la Universidad Francisco Marroquín, una obra visible y admirable, imposible de ignorar al recorrer su campus. Pero su impacto real es mucho más profundo. Muso fue, ante todo, un educador y un emprendedor movido por una curiosidad genuina y una convicción que rara vez se encuentra en una sola vida.

Tuve la fortuna de interactuar con él menos de una decena de veces, pero cada encuentro dejaba alguna lección importante. Una de las más memorables ocurrió cuando me acerqué a pedirle consejo para formar la primera red de inversionistas ángeles en Guatemala. Yo sabía que él había apoyado a Matías de Tezanos, un emprendedor guatemalteco que ha llegado muy lejos, y veía en esa historia un ejemplo poderoso de lo que significa apostar por talento joven sin necesidad de lazos familiares.

Cuando le conté mi iniciativa, Muso sonrió. Celebró la idea de apoyar a nuevos emprendedores y, sin pensarlo demasiado, me extendió un cheque con una donación simbólica para cubrir algunos costos iniciales. Aquel gesto, viniendo de alguien como él, ya era un honor. Sin embargo, lo más valioso vino después. Con esa claridad directa que lo caracterizaba, me dijo algo cuyas palabras exactas no recuerdo, pero cuyo mensaje fue inequívoco: “Apoya a los emprendedores, pero mantén siempre el enfoque en el libre mercado. Aléjate de los mercantilistas. Fingen ser pro-mercado, pero solo buscan proteger sus intereses. Ellos le hacen más daño a las ideas de la libertad que sus detractores”.

Con el tiempo comprendí la profundidad de su advertencia. Muchos de los ataques al capitalismo no son realmente al capitalismo, sino al mercantilismo: a ese juego de privilegios, favores y protecciones que nada tiene que ver con mercados libres. Y, sin embargo, a los ojos del público, ambos se confunden. Allí reside el peligro y la importancia de hacer la distinción con firmeza.

Hoy, en el centenario de su nacimiento, vale la pena recordar esa lección. Si queremos que Guatemala florezca, necesitamos un ambiente sin privilegios, donde la creatividad, la innovación y la capacidad de crear valor real sean las reglas del juego, no las conexiones políticas ni los favores negociados. El verdadero progreso surge cuando los emprendedores compiten en libertad, sin pedir permiso para soñar ni para construir.

Creo firmemente que Guatemala ha conservado muchas de sus libertades gracias a personas que, directa o indirectamente, fueron influenciadas por las ideas que Muso promovió. Su visión sembró una generación de líderes que hoy siguen defendiendo la causa de una sociedad de personas libres y responsables.

Y a quienes heredamos esta misión nos corresponde honrarla siguiendo su ejemplo de claridad de pensamiento, coraje para defender la libertad, y la convicción de que una sociedad verdaderamente libre permite que cada persona pueda forjar su propio destino.

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