VENTANA

Por una Guatemala limpia

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Así como la violencia es un azote que cobra vidas a diario en Guatemala, la basura también mata. Léase la tragedia reciente en el relleno sanitario de la zona 3. Ese vertedero inmundo da pena. Como también da pena ver que en cada esquina de cualquier pueblo o ciudad abunda la basura que contamina los suelos, las fuentes de agua, nuestros mares y el maravilloso paisaje de este país. La mala gestión de nuestros deshechos habla de nuestra desidia, de la falta de amor por lo nuestro. Duele decirlo pero expresa el desorden en que vivimos. Sin embargo, lo podemos cambiar como lo han logrado en otros países del mundo.

Sabemos que las crisis son oportunidades. El mejor ejemplo lo estamos viviendo desde hace un año con las investigaciones de la Cicig y el MP, apoyadas por la ciudadanía al desmantelar estructuras corruptas, que son basura también. Esas acciones promueven la cultura de la transparencia, del orden, de la justicia. ¿Por qué no aplicar ese ejemplo a nuestro entorno natural que está seriamente amenazado? Hace algunos días leí una nota inspiradora con este título: “Así resolvieron el problema de las basuras en Suiza.” Este país en los años 80 estuvo a punto de una catástrofe ecológica. Sus ríos y lagos estaban contaminados con fosfatos y nitratos, sus suelos con metales pesados, el aire se tornaba enrarecido y su población generaba toneladas de basura. A raíz del posible desastre ambiental los suizos decidieron iniciar campañas publicitarias, apoyadas por serias políticas de Estado, para generar conciencia en los ciudadanos de clasificar la basura desde sus hogares sin ninguna excepción. La medida resultó tan buena que actualmente utilizan los deshechos para generar energía eléctrica.

Los suizos convencieron a la población demostrando los beneficios económicos, sociales y ambientales que resulta del proceso de reciclar el vidrio, el aluminio, las botellas plásticas y el papel. Lo no reciclable es depositado en bolsas especiales, que llevan una etiqueta con la tasa del impuesto, según el peso en kilogramos, y que debe ser pagado antes que las recoja el camión de la basura. Un ejemplo sencillo que lo explica todo: ¿cómo se deshacen de una bolsa de té? La bolsita la colocan en el depósito de lo orgánico, la etiqueta va en el depósito que guarda el cartón y el hilito se tira en la bolsa que guarda deshechos similares y que está debidamente marcada. Cada familia se encarga de colocar la basura reciclable en los depósitos específicos para su reutilización.

Separar la basura es parte de la rutina diaria de la población suiza. Es un compromiso que les hace ser más conscientes de lo que adquieren. Las baterías las regresan al proveedor. Los cadáveres de los animales no se entierran en el jardín, sino que se paga una tarifa especial para que se los lleve la policía de la basura. Quien no es cuidadoso con el manejo de sus deshechos se le penaliza con una multa alta. “Cuanto menos se tira menos se paga”, comentó un joven arquitecto que reside en la ciudad histórica de Altdorf. No solo es lo económico lo que mueve al ciudadano suizo, sino su conciencia ambiental. “Han aprendido a ver más allá de sí mismos, valoran su entorno”, agregó el Clarinero. Me dirán que no hay comparación entre Guatemala y Suiza, por ser un país del primer mundo. En mi opinión, todo depende de lo que queramos ser como país, cuánto estamos dispuestos a luchar por Guatemala. Porque si queremos podemos lograr otra hazaña histórica como ocurre en el sector de justicia.

clarinerormr@hotmail.com

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