ALEPH
¿Qué fue primero?
¿El huevo o la gallina? ¿Los políticos corruptos o los empresarios corruptos? ¿La burocracia de servidumbre o los grupos de poder económico (tanto si son capital emergente como tradicional)? ¿Los clérigos gobernantes (con todo y sus operadores militares armados que luego se convirtieron también en políticos) o la clerecía económica? ¿La corrupción en Guatemala o los silencios cómplices (y el incuestionable miedo) que le permitieron echar raíces profundas entre la sociedad política y la sociedad civil del país?
Por ello, frente al descalabro institucional que vive Guatemala, no podemos tener posturas simplistas. Por ejemplo, decenas de leyes hechas a la medida de ciertos grupos de poder, han sido aprobadas en el Congreso, previa negociación debajo de la mesa, con el beneplácito de los sucesivos mandatarios militares o civiles que han “gobernado” este país durante los últimos 60 años. Durante este tiempo, la comunidad internacional también ha jugado un papel importante en nuestra historia, mucho más allá de un simple papel de espectadora.
Me sumo definitivamente al movimiento #Renuncia Ya. Y lo hago no solo porque creo en la acción política con objetivos claros y transformadores, sino sobre todo porque quienes asumen el compromiso de gobernar un país tienen en sus manos la responsabilidad de gobernar para todos y la obligación de rendirle cuentas a la población que los eligió (y a la que no los eligió también). Nadie que se disponga a ocupar un cargo público en la Guatemala actual puede alegar inocencia. Todos saben que morder y salpicar es la práctica más acendrada de la corrupción en el país. Eso quiere decir que, o van dispuestos a hacerle el juego o a ser clase política aparte, porque no es un secreto que la ruta más corta y directa a la riqueza es pasar por el Gobierno. Todos saben, además, que la impunidad es el método más perfeccionado para sostener la debilidad del Estado.
Pero lo que digo es que un tango se baila a dúo y una piñata la rompen muchos. La lista de empresas asociadas a la estructura de La Línea no ha de ser pequeña. Y las empresas tienen dueños, con nombre y apellido. La lista de la gente que sabe, calla y obedece ha de ser enorme. La lista de gente que, frente a esto, se hará de la vista gorda o se rasgará las vestiduras sin la memoria de gestiones pasadas, será larga. La lista para ver quién va a la cárcel y quién no ha comenzado a escribirse con tintas de varios colores y grosores. Digo que para llegar a casos como el que ahora nos ocupa, hay mucho pantano de por medio. Esta línea de La Línea llega hasta estructuras paralelas que surgieron hace casi 50 años y que se han sostenido, casi inamovibles, hasta hoy. Así que más que de línea, hablamos de redes.
De allí que la Cicig tenga un papel importantísimo que jugar en este momento. Ojalá que en estas negociaciones no se negocie lo fundamental, ojalá que se aplique la ley de extinción de dominio y que podamos, algún día, reformar el sistema de partidos políticos para poderle seguir la huella al dinero que los financia, y comenzar por allí, a desarticular las redes que crecen gracias a la corrupción, la impunidad, el silencio, el miedo y el poder.
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