BIEN PÚBLICO
Relatos en disputa (parte II)
La semana pasada, en la primera parte de esta reflexión, hacía un breve análisis sobre el relato dominante, un conjunto de ideas y acciones que hoy sirven para mantener y normalizar la impunidad y la corrupción; construir una aceptación general sobre la desigualdad, la pobreza y el racismo, mientras el fundamentalismo religioso fomenta que la vida en sociedad se conserve, sin discusión, como hasta ahora.
A la par de este discurso, quienes dominan la vida económica y política promueven acciones para privilegiarse con el pago de menos impuestos, la imposición de su visión religiosa, la mercantilización de la salud, la educación y la seguridad; y la prostitución y deterioro de las instituciones vitales para la democracia: organismos del Estado, medios de comunicación, sindicatos y partidos políticos. En síntesis, se construye una administración pública efectiva para atender a ciertas camarillas y desastrosa para garantizar el bienestar de todos. Abanderados de este discurso son hoy en día el presidente Morales y su fiel canciller, Jovel, diputados oficialistas y próximos, empresarios con poder económico; miembros de la Cámara Guatemalteca de Periodismo, del Colegio de Abogados y la Alianza Evangélica de Guatemala, entre otras muchas organizaciones.
Por el otro lado, en contraposición con el mensaje dominante, se encuentra la visión de aquellos que exigen construir un Estado democrático con instituciones independientes, capaces de dirimir los viejos conflictos relacionados con la tierra, la guerra y los desaparecidos, la propiedad de la tierra, las diferentes formas de ver y querer el mundo; y con fuerza suficiente para responder a los problemas que aquejan a la mayoría: desempleo, inseguridad, pobreza e incertidumbre sobre el futuro. Cobijan este relato contra hegemónico algunos estudiantes de las principales universidades de Guatemala, la actual Asociación de Estudiantes Universitarios, algunos grupos de empresarios que han comenzado a proponer una postura contraria a la propuesta usual de los gremios empresariales, algunos diputados aglutinados en el Frente Parlamentario por la Transparencia, así como movimientos sociales en favor de los derechos humanos y la solidaridad social.
Si el discurso contra hegemónico tuviera más espacio en los medios de comunicación y en las escuelas, entonces, este sería el discurso dominante, porque representa el sentir de las grandes mayorías: campesinos sin tierra, clase trabajadora empobrecida, clase media que lucha para no caer en la pobreza, jóvenes y universitarios sin empleo, sindicalistas con conciencia de clase, y pueblos indígenas nunca escuchados, entre otros.
Ahora que el futuro del país se debate entre el autoritarismo, la violencia y la militarización orquestada por Morales y sus aliados, y la lucha contra la impunidad y en favor de la democracia, son los guatemaltecos los llamados a tomar conciencia: mantener todo como está y caminar al precipicio económico y político siguiendo a Honduras y Nicaragua, o unificar una agenda contra hegemónica para construir un frente común, que gane en el discurso, de casa en casa, con una agenda económica, política y social clara, que convoque a las mayorías y que haga frente a tres disputas: por el reconocimiento, la representación y la redistribución.
En la tercera parte y final profundizaré sobre estos tres elementos. Por el momento es bueno reconocer, como diría Louis A. Blanqui (1805-1881) ?activista político francés y organizador del movimiento estudiantil parisino?: «el capítulo de las bifurcaciones sigue abierto a la esperanza».
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