ALEPH

Renuncien o no, seguimos

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¿De qué nos serviría mandar a María Antonieta a la horca e irnos luego a dormir? Una cosa es que el binomio presidencial renuncie y se vaya a juicio, otra muy distinta sería que el movimiento ciudadano, surgido a partir del desmantelamiento de una red de corrupción de larga data, se detuviera luego de ello. Ya no estamos solo para cabezas guillotinadas o circos romanos, estamos para actos de justicia, pero también para cambios de fondo en el Estado guatemalteco.

Llama mucho la atención que todo el mundo (que no sea de algún partido) reconoce lo mal que estamos y el fracaso de nuestro sistema político. Todo mundo insiste en un cambio profundo de país. Sin embargo, muchos insisten en “salvar” la institucionalidad política (¿cuál?), sabiendo que la institucionalidad actual es la que nos tiene así, y que esa acción cosmética podría llevarnos a una situación parecida o peor que la actual, si se hace bajo la misma lógica y con los candidatos que están en contienda. Otra vez, el horror vacui a la falta de institucionalidad, como si esta nos hubiera dado tanto, como si el movimiento estratégico fuera para siempre y no un movimiento de coyuntura política.

Acudo a la historia para traer aquí la Revolución de Octubre. Entonces, igual que hoy, carecíamos de una conducción política decente. El Estado estaba igualmente secuestrado, aunque entonces por un dictador y sus socios. Sin embargo, como hoy, la ciudadanía se indignó, un movimiento de clase media lideró una revolución a la que se sumaron otros grupos bastante representativos de toda la sociedad guatemalteca, y entre todos pusieron a gobernar a buenos ciudadanos. Por poco tiempo la institucionalidad se rompió, pero luego se escribió uno de los mejores capítulos de la historia nacional.

Dos cosas han cambiado mucho desde entonces: el crimen organizado que ahora nutre también al llamado capital emergente, enraizado en todas las capas sociales del país; y un capital tradicional que se rasga las vestiduras luego de haber sido uno de los grandes responsables de la catástrofe actual. No el único, pero sí el gran responsable. Hay un partido que tiene también las siglas del partido oficial actual, y que ha gobernado a la sombra por décadas: el partido patronal. Si la miopía no hubiera sido tanta, si no hubieran creído tanto en la receta de un derrame económico que nunca se dio, si hubieran sido más inteligentes y menos voraces, si no hubieran corrompido a dios y maría santísima, si no hubieran sostenido un orden acorde a sus intereses, sería distinto. Pero esos son mundos perdidos; ahora es el 2015 y nos toca actuar.

Como me dijo un buen analista hace poco: “Estoy consciente que estamos en un callejón, pero es en los callejones de la historia donde se encuentra la energía y la inspiración para hacer cosas mejores”. Aquí tenemos ahora varias tareas por resolver, y no pueden meterse todas en una misma canasta: hay que seguirle la pista a Juan Carlos Monzón y traerlo de vuelta al país; hay que continuar el develamiento del andamiaje de corrupción en dirección a los capos de tutti capi en diversos sectores; hay que reformar el sistema electoral y de partidos políticos; hay que aplicar a diestra y siniestra la ley de extinción de dominio; hay que aplicar la justicia a quienes corresponda y, encima de todo, atender las elecciones 2015. No es poca cosa.

Hay en todos los sectores gente con la dignidad y la probidad suficientes para conducir al país de una manera distinta. Guatemala posee muchos hombres y mujeres que podrían hacer las cosas de manera distinta, pero no con las reglas del juego actual. Ni poderes paralelos, ni gabinetes sombra, ni cofradías, ni oficinitas. Esta es una oportunidad histórica y vamos por una institucionalidad democrática levantada a partir de la justicia, la transparencia y nuevas prácticas ciudadanas y políticas. Sin miedo. Sin prisa pero sin pausa.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.