EL QUINTO PATIO
¡Se abrió paca!
Cual feria de oportunidades, surgió de la nada un colorido desfile de adalides de la libertad y la transparencia. Con expresiones de profundo disgusto e indignación, nos salen al paso en vallas y páginas de prensa, en la pantalla del televisor, en las radioemisoras entre canción y canción con su protesta moral. Al parecer, nada como un momento de crisis, nada como la caída estrepitosa de un político aparentemente intocable, nada como esa ventana que se abre hacia un paraíso de inmunidad.
La ciudadanía, sin embargo, espera algo muy diferente y no más de lo mismo. Sus expectativas ya no se limitan a cambiar de rostros, lo cual equivale a sustituir a un político sin mayores atributos por otro idéntico. Quiere —y eso lo ha expresado con claridad— a políticos comprometidos con el país y no con un partido. Desea un gobierno integrado por ciudadanos responsables y honestos, capaces de convertir la administración pública en una entidad de servicio y no de enriquecimiento.
Quizá por eso resulta tan perturbador ver las expresiones triunfalistas del nuevo Vicepresidente al recibir la noticia de su nombramiento. Un nombramiento forzado por las circunstancias y no conquistado por méritos. Su actitud debió ser muy diferente, una de preocupación y no de entusiasmo, porque el cargo viene arrastrando una carga negativa de enormes proporciones y aligerar esa mala reputación constituye un desafío casi imposible de cumplir.
La ciudadanía tiene la memoria corta, pero la tiene. Por lo tanto, los alegatos de honestidad y capacidad de gestión de la nueva lista de candidatos son un atentado a su paciencia y a su capacidad de tolerancia. Entre ellas y ellos suman demasiados capítulos dudosos en la historia reciente, unos vinculados a violaciones de los derechos humanos, otros a atentados contra la libertad de expresión y otros simplemente marcados por su paso mediocre por la administración pública.
De nada sirven el maquillaje, el photoshop ni la cirugía plástica en las pretensiones de gobernar un país destruido por la corrupción, en manos de castas políticas protegidas por un sistema diseñado para ese fin. De nada sirven los alegatos de inocencia cuando hay una hemeroteca llena de testimonios e investigaciones documentadas sobre fraudes, actos anómalos, ineficiencia en las distintas dependencias, pruebas de la incapacidad de gestión de sus titulares y un constante retroceso en el desarrollo de la nación.
La poca ética de los partidos quedó en evidencia al haber iniciado la campaña anticipada. Eso demuestra cuán poco les importa el estado de Derecho y cuánto apetito les despierta un puesto en las altas esferas. ¿Para qué? No para trabajar honradamente por el bienestar del pueblo, y de ello la historia reciente está plagada de ejemplos.
Los hospitales públicos y centros de Salud no entran en su agenda, ni la juventud ni la niñez. Poco preocupa el femicidio o la trata de menores, y mientras continúen entrando los dólares de las remesas, tampoco importa la emigración. En otras palabras, en tanto no se produzca el gran cambio que la ciudadanía demanda, cualquier viraje hacia la dirección correcta será un sueño inalcanzable. Y el Estado seguirá como una paca abierta al mejor postor.
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