DE MIS NOTAS

Se nos fue Pancho

|

Con el alevoso, vil y cobarde asesinato, el miércoles pasado, de una persona como Francisco Palomo —Pancho, como lo llamábamos—, lo que queda en el ambiente de esta laguna turbia es un estado de desánimo, una especie de letargo de desesperanza, de ventana cerrada y cuarto a oscuras.

“Era un tipazo”, decía Lucrecia ayer, sentada en la banqueta, con un rosario en la mano y el corazón desecho. A un lado, el vehículo en donde yacía sin vida, acribillado a balazos, su marido de toda la vida, su compañero y el padre de sus hijos.

No me gusta escribir de alguien cuando se ha ido. Pero lo hago porque esta muerte tiene mensaje, dirección y destinatario. Está claro. Todos entendemos que siempre habrá los que dicen que esto lo hicieron los otros porque “nos quieren echar la culpa a nosotros y como loros repiten exactamente igual ‘los otros’”. El hecho es que era un “encargo”, uno de los tantos que se hacen en esta ciudad desnuda, en donde se desarrollan todos los días, a plena luz del día, toda clase de impunidades.

Pancho Palomo era el jefe del equipo jurídico que defendía a Ríos Montt, y también el que dirigía el equipo de abogados de la inscripción presidencial de Zury Ríos.

Adelantar juicios y criterios en torno a este crimen no ayuda a nadie. Es una acción pueril. Dejemos que Dios se encargue dentro del ámbito del sembrar y cosechar el castigar a los que llevaron a cabo esta vileza.

Hay mucho resentimiento en esta Guatemala de volcanes encendidos. Pancho Palomo y todos los que han muerto en estas erupciones de horror deben alimentar nuestra esperanza por una Guatemala diferente en donde germine el compromiso vehemente de cambiar las columnas enclenques y los techos tambaleantes de todo el edificio de nuestro sistema político. De verdad, necesitamos un cambio y ese cambio no vendrá sino de esta primavera con promesa de florecimiento pleno.

El sistema político no es aséptico. Como en la naturaleza, pululan en él virus y bacterias. Pero cuando el organismo cumple plenamente su función, sus propias defensas salen a combatir las infecciones y en ese balance perfecto encuentra la sanidad. Nosotros somos los antibióticos de este organismo viviente llamada ciudadanía. Somos sus ingredientes activos. Sus agentes de limpieza, sanidad y cambio. Nuestros actos son los que combaten la infección. Nuestra unidad es la que baja la fiebre y la alta tensión. Luchando juntos como un todo, lograremos revertir el proceso de descomposición que se había enquistado como cáncer en nuestro organismo estatal.

Guatemala no será igual. Ya no puede regresar a lo mismo. Esa es la bendición de nuestra primavera. Que podemos florecer de nuevo como país. Habrá resistencia de algunos pero al final el bien se impone. Siempre ha sido así. El bien común. El summum bonum, “el sumo bien”; como lo enfatizaba Kant: “Como expresión de la importancia definitiva, del fin último y lo más singular que los seres humanos deben seguir”.

Los ateos encontrarán su tranquilidad en las teorías y en los métodos. Los creyentes cabalgaremos en una mezcla con Dios a la cabeza entre la fe y la razón, creyendo que Él está en control y por encima de las naciones y toda la tierra, como lo promete el salmista.

Mi solidaridad para la familia Palomo Tejeda. En especial para Lucrecia y sus hijos.

Descansa en paz, Pancho.

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.