Ante el temor causado por el triunfo de Trump, se recurre a la negación como mecanismo de defensa psicológica. Se enfrentan los conflictos, negando su existencia o relevancia, en una salida psicótica alentada por representantes diplomáticos.

Primero, el próximo presidente de EE. UU. afirmó que controlará las remesas monetarias que envían los migrantes. Se sabe que es la principal fuente de divisas del país, por lo tanto, la balanza de pagos se verá afectada. Hay que prepararse para abatir la importación pues se tiene un déficit crónico en la balanza comercial.

Segundo, Trump odia a los inmigrantes aunque mencionó expresamente a los mexicanos, es claro que se refería a los habitantes de ciertas ciudades de los EE. UU, claramente identificables como latinoamericanos. Exaltado indicó que no acepta a los indocumentados; en consecuencia, se incrementará la salida de residentes guatemaltecos sin papeles migratorios tanto en número como en la celeridad de la expulsión. Convendría generar programas de acogida y orientación para los deportados. Eventualmente abrir programas de financiamiento de iniciativas empresariales de estos retornados.

Tercero, promovió la concurrencia de votantes revanchistas blancos convencidos que la deslocalización industrial resulta de la maldad de los países que han suscrito tratados de libre comercio con los Estados Unidos, a los que califican de ladrones de empleos. De esa cuenta, el nuevo gobierno norteamericano para agitar a esa canalla, generará mecanismos de agresión económica.

La industria nacional será atacada de las siguientes formas: a) la agroindustria enfrentará una elevación de las barreras basadas en supuestos problemas sanitarios de los productos no tradicionales. El país debiera tener mecanismos de transporte directo de estos productos, a los mercados centroamericanos y caribeños. No hay que seguir dilatando la formación de una flota mercante de cabotaje.

b) se sancionará al país con obligaciones infamantes y pago de multas por la falta de seguridad para los sindicalistas. Es claro que existe una desproporción en muerte de dirigentes sindicales y sociales, frente a la mortalidad por causas delincuenciales del resto de la población. Por lo tanto, debe atenderse por una unidad especializada estos casos, así como generar una actitud de respeto y tolerancia entre los patronos. Eventualmente se podría convocar a un pacto obrero patronal en materia de política laboral.

c) se incrementará el financiamiento y dirección de protestas laborales por parte de enviados norteamericanos u organizaciones afines. La meta es convertir a la clase trabajadora nacional en una fuerza sin competencia en los mercados globales. La maquila se extenuará hasta desaparecer. Pensar en una política gubernamental de apoyo a la industria es una quimera, pero al menos podría reducirse el número de “asesores” norteamericanos en esta materia.

Cuarto y último, la alianza para prosperidad, un programa justificado para fortalecer iniciativas empresariales populares en el occidente del país, con el objetivo de disuadir a la migración, seguramente no conseguirá resultados pues la migración es multicausal. Es decir, no obedece únicamente a razones económicas. Por lo tanto se incrementarán las acusaciones por la falta de compromiso del gobierno actual. Los norteamericanos favorecerán protestas regionales que solo favorecerán las tensiones y afectarán a la unidad nacional. ¡Ojalá no se les ocurra a los adláteres de Trump, recién llegados a la dirección de la política internacional, promover un movimiento de rompimiento institucional sobre bases regionales en Guatemala! Ganas no les falta a los representantes diplomáticos que niegan el respeto de la soberanía de los pueblos del mundo.

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