“No me gusta la idea de no ser yo el que controle mi vida”, dijo Neo. “Sé exactamente a lo que te refieres. Te explicaré por qué estás aquí. Estás porque sabes algo. Aunque lo que sabes no lo puedes explicar. Pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está como una astilla clavada en tu mente y te está enloqueciendo. Esa sensación te ha traído hasta mí. ¿Sabes de lo que estoy hablando?”, preguntó Morfeo. “¿De Matrix?”, pregunta Neo.
“¿Te gustaría saber lo que es?”, dijo Morfeo. “Matrix nos rodea. Está por todas partes, incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad”. “¿Qué verdad?”, pregunta Neo.
“Que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás, naciste en cautiverio, naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia, no se puede explicar lo que es Matrix. Has de verla con tus propios ojos. Esta es tu última oportunidad. Después, ya no podrás echarte atrás. Si tomas la pastilla azul, fin de la historia (la historia acabará). Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más. Si eliges la azul, vivirás en la ignorancia. En cambio, si eliges la pastilla roja, verás la realidad; o sea, esto”.
Este diálogo es parte de una de las memorables escenas de la película Matrix, que nos puso hace algunos años en la insuficiente disyuntiva de amos y esclavos. En este marco surgen algunas preguntas: ¿nos atrevemos a pensar fuera de la caja que solo nos ofrece dos opciones? ¿Hay sociedades que funcionan fuera de los territorios de amos y esclavos? ¿Y si las pastillas no fueran solo dos, sino tres, cuatro o más? La trampa podría estar en el pensamiento que solo se mueve entre el azul y el rojo, sin atreverse a meter un verde, un amarillo u otros colores.
En esta Guatemala, donde todavía tantos piensan, viven y actúan en clave de amos y esclavos, esa escena de Matrix me provoca. Y no puedo dejar de citar en respuesta aquella frase de Alice Walker, que dice que la forma más común de renunciar al poder es pensar que no se tiene poder. En contraste, sé que hay países en el mundo donde toda (o casi toda) la gente vive como gente. Países con indicadores de violencia bajos e indicadores educativos altos; países con escasa o nula corrupción y más respeto por la ética en la política; países con empresarios más responsables y solidarios; países con sociedades más saludables y mejor calidad de vida para la inmensa mayoría.
Estas reflexiones parten del vivir estos últimos siete días en mi país, durante los cuales he pasado las horas más inútiles de mi vida haciendo colas interminables entre el tráfico, incluso durante el fin de semana, lo cual me remite a un deficiente sistema de transporte público (y a mucho más). He visto cómo se confirma también el colapso de nuestro sistema de salud, mientras la familia de un ladrón que antes trabajaba en el IGSS pide que no embarguen sus millonarias cuentas. He escuchado argumentos insostenibles de los testaferros del poder económico para no tributar, en un país donde hasta por un tortrix se pagan impuestos. Y he leído sobre los asesinatos diarios con armas de fuego que servirían mejor para hacer un monumento a la vergüenza. Ah, y también escuché en las noticias que un padre degolló a su hija de 3 años para vengarse de su esposa.
Es aún un país de amos y esclavos. Pero también vi con alegría el regreso de una VII Muestra de Cine Internacional “Memoria, verdad y justicia”, que tuvo llenos completos durante dos semanas. Escuché, además, cómo se recibió el informe de la Cicig, de pie y con aplauso, así como los avances del Ministerio Público, en un país que hace 8 meses no era el de hoy. Y quiero creer que caminamos hacia un despertar colectivo porque en esta Matrix nuestra estamos eligiendo pastillas de más colores. Como esa que nos hace desear que toda la gente viva como gente.