DE MIS NOTAS
Suelten los chuchos
Hago eco de los ecos de los ecos. Hago eco de los gritos, de los silbatos, de las pancartas y las consignas, de descontento de los millares de guatemaltecos demandando ¡cambio, cambio, cambio!, fuera corruptos. ¡No queremos más de lo mismo! Renuncia, renuncie.
Y por más que le doy vuelta al asunto y pienso en todos los actores que mueven los hilos detrás del escenario en donde se está jugando el destino de nuestro país, me embarga mucha inquietud de los “cómos”, y los “con quiénes” de este drama que se juega en las calles. Un movimiento precioso, único, prístino, tratando de cambiar un sistema medio fallido, inútil y especialmente corrupto, en uno con pesos y contrapesos, leyes anticorrupción —o por lo menos, leyes que permitan un monitoreo más eficiente y funcional de la cosa pública— el sistema de justicia, la Ley de Partidos Políticos, Ley de Servicio Civil, el fortalecimiento del Tribunal Supremo Electoral. En otras palabras, una reforma del Estado. Y eso toma tiempo.
No oigo de las voces serenas, propuestas concretas de cómo enfrentar el dilema. Al contrario, solo que salga el Presidente. Se escucha la futilidad de que suba Maldonado por su edad y las presiones del triquitraque implícitas en tomar las riendas del Estado en medio de esta crisis. Con todo y la distracción que implica el nombramiento a un vicepresidente aceptable a todos los toreros competidores de la faena. Y en eso se nos van otras semanas.
¿Quiénes son los que deberían reunirse para definir una hoja de ruta razonable y factible para enfrentar el verdadero problema que es una reforma al sistema, sin tocar la Constitución para evitar abrir una caja de Pandora de consecuencias impredecibles en estos momentos? Me cuento entre los temerosos.
Nos estamos olvidando de la existencia de las dos Guatemalas coexistiendo, desintegradas la una de la otra con una torre de Babel de 21 lenguas y un spanglish de día de mercado. Dos Guatemalas diferentes y diversas. La rural, con demandas propias y una larga presa de resentimientos por sentirse desvinculados, olvidados, maltratados y mal servidos por el Estado y el sistema político como tal.
Cuan enterada y entendida está “esa” Guatemala de los acontecimientos que estamos viviendo acá, en la Guatemala de esta primavera chapina, es una buena pregunta. Los medios de comunicación están más accesibles para muchos. Y sin duda, tienen tambores de resonancia que les llevan alguna información, dispersa e incompleta. El poder de convocatoria del liderazgo político visible indígena es precisamente uno de sus problemas porque buena parte lo han logrado a base de viáticos, prebendas, presiones grupales, pero están ausentes del núcleo mayoritario indígena y campesino.
Entendamos, sin embargo, que la mayoría de esa “otra Guatemala” sigue a la espera de nuevas oportunidades: Empleo, salud, educación, infraestructura, presentes en forma precaria y limitada. Esa es la olla de presión que tiene que encontrar un desfogue eventualmente. Ojalá pudiésemos utilizar este momentum para encauzarlo hacia una agenda compartida, una visión de país, buscando los grandes consensos y con la habilidad de distinguir lo prioritario, lo factible, y ante todo lo urgente. Picasso diría: Encontrar en alguna parte de los negros, alguna luz de blanco para descubrir un gris común.
Los escenarios están definidos como lo escribe Contrapoder en su último número: “1. Se queda no hay reformas, pero nada es igual. 2. Se queda, hay elecciones y se logran las reformas. 3. Renuncia hay reforma y elecciones. 4. Se rompe el orden constitucional y no hay elecciones”.
Ahí están los escenarios: ¿Cuál le conviene más al país en términos de costo beneficio?
Y yo le agregaría un escenario más: La Cicig y el Tío Sam sueltan los chuchos para acabar con la cacería de corruptos y todo el mapa electoral se desarma.
alfredkalt@gmail.com