EL QUINTO PATIO
Tiempo de revelaciones
En la historia de los pueblos siempre hay momentos decisivos, parteaguas inevitables cuyo impacto transforma las corrientes de pensamiento, compromete a las personas con su propio destino y las obliga a sumergirse en esa ola poderosa de los eventos trascendentales. Algo así ha pasado en estos días. Aquellos ciudadanos empecinados en no saber y no involucrarse —algunos por un rechazo natural a la opacidad de la política local, otros por pura indiferencia— se vieron de pronto tomando posiciones y manifestando abiertamente su protesta ante los escándalos de corrupción que han sacudido al Gobierno y al sector empresarial involucrado.
El fenómeno no es nuevo y tampoco inesperado. Es como cuando el agua alcanza el borde del vaso y su tensión superficial la hace sobrepasarlo sin derramarse. Se espera el desenlace inevitable del agua empapando el mantel, pero durante esas milésimas de segundo el líquido se queda como suspendido, resistiéndose a la fuerza de gravedad. Así es como ha brotado este masivo desborde ciudadano, cansada ya la sociedad de la sucesión interminable de actos de corrupción en las altas esferas.
La tensión llegó a un punto de saturación. Aquellos empecinados en ni siquiera opinar porque “para qué si las cosas nunca van a cambiar”, son quienes terminaron transformándolas durante una serie de jornadas cívicas multitudinarias haciéndose oír, haciéndose ver frente al palacio de gobierno codo a codo con otros tan escépticos como ellos. Así es la fuerza de la unión y su demostración ha sido finalmente de tal potencia, que hizo caer a una de las funcionarias más poderosas del país, poseedora de una cuota de influencia extremadamente importante sobre las decisiones de Estado.
Por supuesto, una golondrina no hace verano y un sistema diseñado para beneficiar a unos pocos privilegiados y lleno de vacíos institucionales no es obra de una sola persona, ni siquiera es producto de uno solo de los sectores de poder. Para hacer eso posible durante tantas décadas, han convergido en esa descomposición diversos protagonistas de todos los sectores, grupos empresariales, instituciones financieras, los demás poderes del Estado y todo ello con el concurso de un buen porcentaje de la ciudadanía, la cual ante un escenario tan complejo y un aparato estatal ineficiente, se ha mostrado dispuesta a conseguir prebendas y resolver asuntos por medio de sobornos y tráfico de influencias.
Sin duda eso ya comienza a hacerse evidente en la conciencia ciudadana. O al menos es lo que se espera después de un despertar patriótico de semejantes proporciones. A partir del momento de la ruptura de diques no parece haber vuelta atrás y muchas personas opinan sobre la necesidad de mantener la conciencia en estado de alerta permanente. Esta repentina epifanía colectiva ha marcado una pauta cuya onda expansiva incita a otros sectores resistentes al cambio. Es un eco cuyo reverberar podría generar las transformaciones de un sistema diseñado por y para proteger a una clase política y económica opuesta al ejercicio democrático como debe ser: transparente, eficiente y, sobre todo, orientado al desarrollo del país y al bienestar de su población.