PUNTO DE ENCUENTRO

“Tierra para nosotras”

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Entre el 14 y el 16 de octubre, la Red Centroamericana de Mujeres Rurales Indígenas y Campesinas (Recmuric) organizó la “Semana Internacional de las Mujeres Rurales”.

La actividad permitió posicionar en el debate la temática del acceso y propiedad de la tierra por parte de las mujeres rurales y evidenciar las consecuencias sociales y económicas de la inequidad en el acceso a la misma. La Red hizo un llamado a los Estados nacionales y a entes regionales para que garanticen la aprobación y aplicación de leyes y política públicas que atiendan las demandas de las mujeres indígenas y campesinas.

También se hizo público el informe “Tierra para nosotras: Propuestas políticas de las mujeres rurales centroamericanas para el acceso a la tierra”. El documento ilustra la situación actual que se vive en cuatro países centroamericanos y brinda cifras que muestran la exclusión y la desigualdad que siguen afrontando las mujeres campesinas. De acuerdo con la Recmuric, en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua viven 10 millones de mujeres rurales, que trabajan más de 15 horas diarias para asegurar la subsistencia y la alimentación de sus familias.

A pesar de su enorme contribución a las economías campesinas —que siguen siendo muy frágiles—, el aporte de las mujeres continúa invisibilizado: “En toda la región de América Latina, de 58 millones de mujeres rurales solo 17 millones son reconocidas como parte de la población económicamente activa”. Esta situación las aleja de los programas de adjudicación de tierras, asistencia técnica y acceso al crédito, un círculo vicioso difícil de romper.

Otro de los graves problemas que afrontan las mujeres indígenas y campesinas es el de la desigualdad en el acceso a la tierra. “La mayoría de las mujeres centroamericanas cultivan una tierra que no les pertenece, sino que acceden a ella a través del alquiler, la mediería, el préstamo o el colonato”. Esta situación les impide “decidir libremente qué? y cómo producir” y genera una enorme incertidumbre sobre si al año siguiente podrán volver a cultivar. En muchos casos, “las mujeres deben entregar parte de su cosecha o de los beneficios al propietario de la tierra”, lo que agrava su situación de pobreza.

Desde la década de los 90, la expansión de monocultivos ha dificultado acceder a un pedazo de tierra para cultivar. Si para los hombres campesinos es complicado, las mujeres la tienen doblemente cuesta arriba. Hay barreras legales e institucionales que continúan excluyéndolas de la adjudicación y titulación de tierras: En Honduras, las mujeres poseen el 12% de la tierra y utilizan el 15% en Guatemala, mientras que en El Salvador, el 13% de los títulos están a nombre de mujeres.

Una de las conclusiones más importantes del informe es que el primer paso para superar la desigualdad de género en el acceso a la tierra pasa por “reconocer a las mujeres como ciudadanas plenas, sujetas de derechos y actores económicos clave en la economía familiar y nacional”, lo que implica superar la visión de “mujeres vulnerables” que ha justificado los programas asistencialistas por la de “mujeres productoras sujetas de derechos”.

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.