ALEPH

Traición, ética y razón

|

En teoría, la familia es la institución fundante de un Estado. El Ejército es una más, como lo son la Iglesia, la Academia, las empresas y las Cortes. Estas, y otras instituciones políticas, jurídicas, religiosas, económicas, educativas, culturales y sociales, hablan de cómo se organiza el Estado. Están diseñadas para ordenarnos y normarnos. Y muchas veces las defendemos, sin cuestionarlas. Hay una veneración obsesiva por proteger a las instituciones, por encima de la vida y la razón. Así, se silencian la conducta de un padre violador, de un cura pedófilo, de una maestra abusadora o de un militar asesino, y se transita por encima del sentido común y de la ética, para proteger a la patria y a todas sus instituciones.

Horror vacui. El horror al vacío de no saber qué hacer sin la familia, tal como la hemos conocido; de no tener Ejército o no seguir sosteniendo uno como el que tenemos; de creer que se pierde a Dios, cuestionando a los representantes de sus iglesias. Y para calificar a quienes se salen de este ordenamiento, se usa mucho la palabra “traición”, que, por suerte, está cada vez más en desuso.

¿Quién es traidor? ¿El que le es fiel a los principios de la institución a la cual pertenece o el que le es fiel a los hombres que la representan, aunque estos sean ladrones, asesinos, corruptos, violadores y criminales? ¿Y si esa institución ha perjudicado millones de vidas, vale la pena defender sus principios a ciegas o se es traidor por cuestionarlos y desear una mejor? ¿Quién merece llamarse Judas? ¿El que se atreve a destapar una gusanera que todos conocen pero a la cual nadie se acerca so pena de ser desterrado o asesinado, o el que, con su silencio cómplice, protege a una institución que se desacredita sola?

Las instituciones se levantaron para ordenar sociedades, pero se han vuelto espacios de pactos malinterpretados de obediencia y lealtad. Obediencia no es ceguera, y lealtad no es falta de razón. Si en cualquier institución hubiera espacios para el diálogo y el disenso, con profundo respeto yo creería un poco más en las instituciones. Pero Guatemala me sigue enseñando a perderle el respeto a nuestra institucionalidad actual. Miren lo que pasa todos los días en instituciones como el Congreso, las Cortes, los Ministerios, las familias, las escuelas, los Hogares de protección para niñas y niños.

Pero voy a lo que iba. El coronel de infantería DEM Edgar Rubio Castañeda escribió el libro Desde el cuartel: Otra visión de Guatemala. Por ello, el mismo Ejército le ha pasado la factura, algo que no ha hecho con su propia mafia, compuesta por tanto asesino, corrupto y ladrón. Tengo algunos amigos militares, a quienes considero decentes y dignos, pero no soy afín a Ejército alguno, del color que sea, porque pide, para casi toda la soldadesca, la virtud de no pensar y la obligación de obedecer. (Muy parecido a las sociedades, en general, pero peor).

Leer a Rubio Castañeda ponerle nombre y apellido al mapa contemporáneo de relaciones de poder guatemalteco le devuelve al Ejército un poco de dignidad. Y aunque ya hay análisis similares, hacerlo desde dentro de una de las instituciones que sostienen la hegemonía constituye una diferencia. Las personas le dan contenido a las instituciones y no al revés. Cuando Rubio señala cosas como que “Lo más importante es el compromiso social y moral de corregir las verdaderas causas de la problemática alimentaria: la concentración de la tierra y crecimiento de monocultivos”, se pregunta una quiénes han traicionado a Guatemala realmente. (Interesante que “traición” y “tradición” compartan el mismo origen, ambas provenientes del verbo “tradere”, que significa entregar).

“Sabemos que no será un camino fácil”, dice Rubio, “nos enfrentaremos a ‘redes familiares’ consolidadas en corporaciones económicas con un poder inmenso acumulado a lo largo de muchos años, que no querrá ceder un milímetro de sus prebendas y privilegios los cuales se convirtieron en el óbice para que el Estado pueda desarrollarse”.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.