CON NOMBRE PROPIO

Trump, nosotros y la Salvatrucha

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El presidente Trump declaró la guerra a la mara Salvatrucha. “Juntos vamos a restablecer la seguridad en nuestras calles y la paz en nuestras comunidades y vamos a destruir el repugnante y criminal cartel MS-13 y muchas otras pandillas”, dijo Trump en el condado de Suffolk, Nueva York, y luego calificó a los integrantes de la pandilla como “animales” que usan los métodos más crueles para “secuestrar, extorsionar, violar y robar”. Además, graficó: “Golpean a las víctimas, las golpean a palos, los cortan con machetes, los apuñalan con cuchillos, transforman parques pacíficos y hermosos vecindarios en campos de matanza ensangrentados”. Prometió: “Vamos capturar, juzgar y luego deportar”.

De acuerdo con noticias de prensa, se calcula que hay 10 mil mareros de la MS-13 en Estados Unidos. Trump aprovecha la situación que provoca la mara para reforzar su discurso antiinmigrantes y, de hecho, en Brentwood, fuera del recinto donde el presidente daba su discurso, ocurrieron protestas de latinos que sostenían que debía reprimirse a las maras, pero no se apoyaba la política migratoria presidencial.

La mara Salvatrucha en nuestro país, El Salvador y Honduras tiene especiales tentáculos y capacidad logística. Acá hay un tema de seguridad regional y vale preguntarse: ¿Nos damos por enterados como sociedad?

La producción de mareros tiene componentes sociales, sin duda: la desintegración familiar —por cualquier motivo—, las relaciones incestuosas violentas que se “tienen como normales”, la violación por granel “como práctica común”, la falta de educación pública primaria y secundaria de calidad, la falta de empleo, el machismo y, en fin, un sinnúmero de factores convergen, y todos sabemos que para el Estado de Guatemala la prevención es mala palabra, el deporte de moda es ser medio reactivos.

La declaración del presidente Trump no nos debe parecer ajena. Si un grupo de, por decir un número, mil mareros son deportados, habiendo sido condenados en Estados Unidos, a Honduras, El Salvador y Guatemala, es obvio que el tema de seguridad nacional de allá se traslada para acá.

Es estúpido y abusivo que en nuestro país policías, fiscales, defensores, jueces y magistrados arriesguen su vida, día a día, juzgando a los mareros, para que el Sistema Penitenciario brinde todos los elementos para seguir delinquiendo dentro de él con total impunidad. Nuestro sistema penitenciario es, sin temor a equivocarnos, la institución más lesiva para los intereses nacionales. Si alguien cae por un accidente de tránsito corre peligro su vida. Personas inocentes apresadas por “homónimos” han muerto dentro de cárceles, porque el sistema no tiene ninguna capacidad institucional para nada y la corrupción lo corroe.

Un sistema penitenciario es estratégico, así como los delitos se catalogan en el Código Penal de acuerdo con el bien jurídico tutelado —vida, libertad, seguridad sexual, etc. Debemos tomar decisiones estructurales dentro de ese sistema.

Se fue espantada del país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otras cosas, porque dentro del Organismo Judicial funcionan carceletas indignas, pero del espanto no pasarán y todo seguirá igual. No hay visión a largo plazo y no nos damos cuenta de que si queremos paz el sistema penitenciario es fundamental. Además, debe funcionar con inteligencia. Mientras se conciba a la cárcel como tortura, seguirá siendo territorio para mareros, ya que ellos están en su ambiente. El caso Lima lo retrata de cuerpo entero.

Si los mareros han destruido vecindarios en los Estados Unidos, que es potencia mundial, es estúpido que en Guatemala el sistema penitenciario sea nada menos que su cuartel. ¿Haremos algo o solo nos sentamos a leer las noticias del desastre que tenemos?

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.