PUNTO DE ENCUENTRO
Un déjà vu de la época del PP
Las cosas se le han complicado más de la cuenta a Jimmy Morales. Ya no solo se trata de la errática conducción del gobierno, de sus constantes rabietas contra la prensa, de los cambios repentinos en su estado de ánimo, o de las apariciones públicas en las que sale a relucir su faceta de comediante; ahora debe cargar con el peso de las investigaciones en contra de uno de sus hijos y de su hermano y socio comercial, Sammy Morales.
El desgaste que esto último le ha producido es más que evidente. Para rematar —una vez más— tuvo que dar marcha atrás con otra decisión que le supuso críticas inclusive de sectores que hasta ahora le venían defendiendo: el decreto de estado de emergencia, que era un copy-paste de los que se emitían durante los gobiernos militares.
Y si a eso le sumamos los señalamientos contra su segundo de abordo —hijo incluido— el panorama es más que sombrío. En ocho meses Morales dilapidó su capital político con una habilidad difícil de superar. La gente le había perdonado su inexperiencia porque era un signo de la “nueva política”, pero al comprobar que las prácticas clientelares y la falta de transparencia le tocan tan de cerca, el apoyo se tornó en crítica porque le votaron creyéndose el eslogan de “ni corrupto, ni ladrón”.
Lo que es difícil de comprender después de ver la reacción de la gente en contra de Pérez y Baldetti es cómo se atreve el binomio presidencial a repetir las mismas prácticas. Lo de las casas de Jafeth Cabrera en La Cañada era ya de por sí un escándalo, pero la cartita que apareció después con el supuesto monto de la renta que paga nos trasladó de inmediato al tiempo en el que Roxana Baldetti nos tomaba por babosos. Ni qué hablar de las persistentes informaciones sobre la declaración de un narcotraficante —con pedido de extradición— que habría asegurado que Cabrera junior le requirió un millón de dólares para la campaña y de las cínicas declaraciones como aquella de que “no le puede negar el pan” a su numerosa familia. Un déjà vu de la época del PP.
Y qué decir de la discrecionalidad con la que se manejan las contrataciones de personal o las licitaciones, de la instalación de un sistema de seguimiento y espionaje en la SAAS igualito al que en época del patriota operaba desde la Digici, o de buscar alianzas con un líder sindical por demás cuestionado para garantizarse apoyo en las calles. Demasiadas coincidencias que nos están acercando aceleradamente a pensar que vendrá un reemplazo en la cúpula del Ejecutivo.
No es descabellado suponer que a estas alturas Jimmy Morales esté pensando (o le estén aconsejando porque no veo que solito tenga los alcances) en pedirle la renuncia a Cabrera, como una estrategia para ganar oxígeno y tiempo en el medio de la crisis. Seguramente le será menos complicado que a Otto Pérez, porque para nadie es un secreto que las relaciones con el vicepresidente no son las mejores.
Mientras tanto, en el Congreso seguimos viendo más de lo mismo. La mayoría de políticos se empeña en demostrar que hay suficientes razones para sacarlos a sombrerazos del Legislativo y apoyar la depuración que a fuerza de procesos legales se viene dando. Si no, veamos las componendas alrededor de la elección de nueva junta directiva, encabezada por la bancada oficial, que busca sumar votos para incidir en nombramientos (dos magistraturas de apelaciones, el PDH y el representante ante la Junta Monetaria). Además, claro está de taparse con la chamarra de la impunidad, esa a la que llaman inmunidad parlamentaria.
No sé ustedes, pero con frustración tengo que decir que esta peli ya la vi.
@MarielosMonzon