CABLE A TIERRA

Un gasto eficiente para vidas más sanas

|

La semana pasada el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentó su estudio sobre la eficiencia del gasto público en Latinoamérica. En síntesis, muestra los enormes márgenes de mejora que hay para maximizar resultados de desarrollo gastando más inteligentemente. Así también dibuja las brechas existentes entre el desempeño de los sistemas de salud en la región, colocando a Chile como el sistema más eficiente. Tristemente, pero sin sorpresa, vemos al sistema de Guatemala ocupar el último lugar en la región. Otra mancha más a un tigre que en los últimos años ha venido sumando, o sumiendo más bien, al país entre los más atrasados de Latinoamérica.

El capítulo del informe correspondiente al sistema de salud señala dos áreas como las fuentes más grandes de ineficiencias: la política farmacéutica y la de servicios de salud. Países que han modulado su gasto en medicamentos han optado por privilegiar los genéricos, las compras conjuntas y a amplia escala, han introducido mecanismos diversos para regular los precios de venta al consumidor final (75% del gasto de bolsillo en salud es para comprar medicamentos), y trabajan en proveer información y educación al público sobre el uso racional de los medicamentos. En Guatemala no se adopta ninguna de estas medidas. Es más, parece que quien pone las reglas del juego es el proveedor, no la supuesta autoridad reguladora, que es el Ministerio de Salud.

Mantener un sistema eminentemente curativo es la segunda fuente de ineficiencias. Por esa razón son cada vez más fuertes las exigencias por volcar la política de salud hacia mantener a la población saludable, detectar tempranamente señales de riesgo, antes que se desate la enfermedad, e intervenir tempranamente para evitar que el daño progrese o se haga permanente. Estas son las tres líneas de política por las que se aboga intensamente como ejes de la transformación de los servicios de salud. En otras palabras, cambiar la lógica del quehacer en salud hacia la atención primaria y hacer que los servicios de salud de los tres niveles de atención se vuelquen en esa dirección.

Justo el día que se lanzó este informe y se hizo público que Guatemala tiene el peor sistema de salud de toda Latinoamérica, el Ministerio de Salud lanza la última versión de “Nuevo Modelo de Atención en Salud con énfasis en atención primaria de salud”. Digo última, porque cada ministro que ha habido desde que se tiró por la borda el programa de extensión de cobertura en el 2013 ha lanzado el propio. A ver cómo le va a esta versión en pleno año electoral.

Es menester abordar además las ineficiencias generadas en la gestión de los recursos humanos. Por un lado, sueldos precarios para la mayor parte del personal de salud, incluidos los médicos, pero que, al sumarse, configuran el primer rubro de gasto en salud del Ministerio. Por el otro, clientelismo, plazas fantasma, negociaciones irresponsables de bonos, pactos colectivos y privilegios para algunos grupos de trabajadores atentan contra la sostenibilidad financiera del sistema de salud, sin que por ningún lado se avizore que se pondrá orden en esta área.

La cuarta fuente de ineficiencias tiene que ver con la corrupción. Tampoco en este ámbito se le ve viento con remolino al MSPAS. Allí también “se incendian” las oficinas que resguardan información sensible. Para cerrar, no se puede hablar seriamente de mejorar eficiencia del gasto, si a la par no se retoma la necesidad de incrementar sustantivamente los recursos públicos para el Ministerio de Salud. Cualquier mejora de eficiencia tiene su límite muy próximo, cuando la institucionalidad no tiene posibilidades de invertir seriamente en su desarrollo institucional.

karin.slowing@gmail.com

ESCRITO POR: