FAMILIAS EN PAZ

Un mal corregible

|

La sociedad se fortalece cuando las familias se mantienen unidas, y esto se logra cuando los cónyuges aprenden a vivir en armonía, en una sana relación. Sin embargo, hay una realidad que no podemos ignorar: la violencia doméstica, que afecta a toda una generación.

Es un comportamiento deliberado que se infringe en contra del cónyuge y de los hijos, que utiliza la fuerza o la brusquedad para obtener o imponer algo, causando daño no solo físico, sino psíquico. Cuando los cónyuges se lastiman frente a sus hijos o los padres ejercen violencia hacia ellos, se crea un patrón de conducta que se transmite de generación en generación. La mayoría de casos de adultos violentos crecieron en hogares disfuncionales donde se cometían abusos, se lastimaban o menospreciaban; llegando a considerarlo como un comportamiento aceptable, una forma de solucionar los conflictos, de imponer sus criterios. ¿Hay algo que se pueda hacer para corregir este mal en las familias? Creemos que sí; no es fácil, pero tampoco imposible. La clave está en la formación, prevención y corrección temprana de los niños por parte de sus padres. Si se les instruye en el camino del bien, cuando lleguen a su edad adulta no se apartarán de él. He conocido casos de personas violentas que pasaron de tener relaciones abusivas a convertirse en personas bondadosas y respetuosas, llegando a restaurar sus relaciones familiares.

Sin embargo, previo a enfocarnos en la instrucción de los niños, analicemos si nuestra relación conyugal es respetuosa, de edificación mutua. El matrimonio y la familia es el fundamento de toda sociedad; fue la institución que Dios estableció entre un hombre y una mujer, para que unidos mediante el vínculo del amor tuvieran compañerismo, asignando a cada uno roles diferentes y específicos. Al hombre lo establece en una posición de autoridad sobre su casa y a la mujer de compañera idónea, para que juntos, en igualdad de condiciones, formaran familias fuertes.

Cuando el varón malinterpreta el ejercicio de esta autoridad delegada, buscará el respeto mediante imposiciones o exigencias. Sin embargo, la analogía de Cristo y su Iglesia con el matrimonio nos enseña que la posición de liderazgo del varón en el hogar implica la responsabilidad de ganarse el respeto de su esposa, de su familia y de la comunidad, mediante el servicio amoroso y desinteresado, tal como Jesús lo hizo. Desde esta perspectiva se comprende mejor el mandato de amar a la esposa como a nuestros mismos cuerpos, de tratarla de forma cuidadosa como a vaso frágil. ¿Qué mujer se resistiría a respetar a su esposo si el trato hacia ella es de amor, respeto y servicio?

La confusión produce tensión y genera violencia. Cuando ignoramos el diseño divino y malinterpretamos los roles específicos de cada cónyuge, se genera caos en el matrimonio, dando lugar a una competencia sin sentido para ser quien manda, convirtiéndose en un asunto de poder con serias repercusiones en la sociedad. ¿Hay tensión y violencia en tu hogar? Busca vivir tu relación conyugal conforme a parámetros bíblicos. Pide sabiduría y fortaleza para lograrlo, tus hijos y la patria te lo agradecerán.

ESCRITO POR: