LA ERA DEL FAUNO
Un viaje mágico y misterioso
Un lector me cuestiona si conozco las Grutas del Rey Marcos y si sé cómo llegar. Lo hace debido a mi columna anterior, acerca del turismo. Aquí comparto mi experiencia al respecto: De la capital de Guatemala hacia Cobán se llega en unas 60 canciones de Black Sabat, Iron Maiden y Deep Purple. Después, a minutos de Cobán, a una distancia de The Joshua Tree de U2 se llega a San Juan Chamelco. De allí en adelante, uno se encuentra con una gruta cuya entrada es oscura, angosta y empinada. Tan angosta, empinada y oscura que uno entra agachado y con linterna.
Se trata de un sendero rodeado de estalagmitas y estalactitas, donde un guía te conducirá por un espacio que parece no tener fin. El guía, por lo menos el que a mí me tocó, era lacónico. Si uno le pregunta: “Guía, ¿hasta dónde llegan las grutas?”, ni contesta. O si uno le dice, “¿A qué hora iniciamos el paseo por las entrañas de la tierra, Guía?”, un enigmático silencio lo dejará a uno boquiabierto. Me parece hostil. No invita: da órdenes. Antes de entrar, se detiene frente a la boquita de la grutota y se dirige a la muchedumbre (sus 20 apóstoles). “Primero, las mujeres”, ordena. Una alemana y una sueca le lanzan una mirada con la que casi se lo hartan. La alemana pregunta, en un español lleno de apóstrofes: “¿Por qué primero las mujeres?”. Silencio. Otro guía que viene detrás responde: “Se les puede aparecer el Dios de la Guerra”.
La alemana y la sueca se miran como preguntándose: “¿Creen que somos idiotas?”. Doy el primer paso y anulo así la orden del Guía, que resignado se mete al hoyito de la cuevota y todos lo siguen.
La gruta se abre cual musa dormida y ronca con su boca de río como un león vespertino… Antes de seguir nuestra caminata, detengámonos a conocer la historia del Rey. Cuentan que hace miles de años unos seres extraños se metieron a esa gruta. Huían de un cataclismo. “Eran de aspecto diferente. Dijeron que habría un gran desastre y al poco tiempo tembló. El cielo se oscureció por cien días y cayó el chipichipi, que en otros pueblos le dicen el Diluvio…”. Eran dioses y su rey era Marcos. De manera que esa es la historia del Rey Marcos, quien, según dicen algunos vecinos de Cobán, no sólo no existe, sino que jamás existió ni existirá nunca, porque todo es un invento para turistas. Nadie sabe dónde está ahora el Señor Don Marcos, pero podría encontrarse, nos dicen, justo donde vamos a penetrar. ¡Jesús!
Ya adentro, El Guía ilumina con su linterna las rocas labradas por el agua. Según él, “allí está, miren, la Virgen de la Piedad, la Piedad de Miguel Ángel, el Rey Maya, la Torre de Pisa”. Sinceramente, no veo nada. Ni le veo el chiste. A todo le veo forma de hojuela de maíz. Pero estamos en las entrañas de la tierra, recordemos, sumergidos en el inframundo. Nos detenemos en el Santuario. Pasa un río. Hay unos chorritos que se hacen grandotes y se hacen chiquitos, están de mal humor. Allí es donde se recibe “la bendición o la maldición de las entrañas”. De nuevo, ¡Jesús!
Para aprovechar la energía, el Guía nos pide que meditemos o nos callemos un rato. Un señor levanta las manos y ora. Asegura que vio luces. Personalmente, lo que sentí fue la presencia de Nuestro Héroe Tecún Umán.
Una señora se atreve a preguntarle al Guía: “¿Es este el lodo mágico?”. De nuevo el ancestral silencio, pero luego de unos segundos, Él responde: “Sí, écheselo en la cara”. Salimos de las entrañas de la tierra, de los intestinos mágicos. Muchos salen camuflados de lodo. Yo regreso a San Juan Chamelco, de ahí a Cobán y luego a mi casa, que queda a unas 70 canciones de los Beatles y los Rolling Stones.
@juanlemus9