PLUMA INVITADA
Una cita en el Camip
Por Cristóbal Monzón Lemus
Según la nueva disposición de la cita escalonada, se debe llegar 15 minutos antes de la hora, y en este caso que narro eran las 1.55 horas. Hora de llegada de la paciente a su clínica específica: 1.15 horas. Entrega su carné a la hora de su cita señalada. La sala de espera está totalmente llena, todas las filas de sillas ocupadas y hay muchos pacientes de pie. En ese sector atienden a los enfermos de la clínica número 23 a la 26, por sus diferentes especialidades. A la 1.30 horas hacen un llamado a varias personas de la 23 para registrar sus signos vitales: peso y presión sanguínea. Se escuchan voces alternadas, llamando a los pacientes según la clínica que le corresponde para su chequeo médico y entrega de su receta para la medicina.
La paciente de esta historia va a la clínica 23, con cita a la 1.55 horas, sigue a la espera y, con suerte, ocupa una silla. El reloj marca las 14.30 horas, sin otro recurso que observar el movimiento de la gente en circulación. Algunos saliendo de su cita, otros entrando; cada paciente que sale llama al siguiente. Son las 14.55 horas y llaman a la paciente con su cita escalonada de las 13.55 horas. Luego de 15 minutos, su médico le indica con sus recetas que tiene un traslado a una clínica particular, cuya espera para la firma de autorización es, mínimo, de dos horas. Para ganar tiempo se encamina a la farmacia, pero está totalmente abarrotada; regresa con la secretaria que corresponde a la clínica donde la atendieron para que le pongan su próxima cita y le indican que espere el llamado. Diez minutos después le entregan su carné: próxima cita: seis meses después; misma clínica, misma hora. Acude a otra ventanilla, le anotan la fecha y la cita escalonada para su medicina de dos meses. Cerca de las 17 horas se marcha para su casa.
Lo primero que hace es acudir a la farmacia, por su medicina, al siguiente día, a las 8 horas. Hay poca fila y llega a la ventanilla. Le devuelven una receta, pues no hay medicina. Le dan un número. Tan solo una ventanilla de entrega está llamando y 45 minutos después le dan su medicina. Se hace presente con la secretaria para la entrega de su hoja de traslado pendiente y le dicen que espere el llamado. Una hora después pregunta de nuevo, su expediente está extraviado, posiblemente se lo llevaron. La paciente está segura de haberlo visto en la mañana con la nota pendiente de firma. Le informan que lo pedirán de nuevo y que espere. La paciente aprovecha el tiempo y sale a desayunar, después de lo cual pregunta a su regreso. La secretaria le informa que no se lo han llevado. Han transcurrido tres horas de espera. La secretaria vecina de otra clínica se preocupa del caso y revisa cada una de las perchas de expedientes y lo encuentra. De eso se da cuenta la interesada, pues no despega la vista de lo que pasa. Esta secretaria le ofrece que ella le hará el trámite cuando menos dos horas para la firma y cumple su palabra.
Con aquella orden se va a servicios contratados para que se la autoricen, pero hay que hacer una larga fila. Por fin la atienden y le dicen que espere. Cuarenta y cinco minutos después se la entregan, respira tranquila, aunque cansada. Día y medio para un trámite, y no es solo su caso, todos los pacientes se quejan. Hay deficiencia en el servicio, no solamente hoy; así es siempre, y seguirá ocurriendo si las autoridades del IGSS no consideran a los pacientes, que por su edad avanzada necesitan más eficiencia en el servicio. No es de gratis, nos descontaron las cuotas cuando fuimos jóvenes trabajadores, y merecemos un mejor trato, dicen.