FAMILIAS EN PAZ

Verdad que libera

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Todo ser humano nace con derechos fundamentales: la identidad, el honor, respeto y la intimidad. Nace con libertades como la de pensamiento y expresión, que debemos defender ante cualquier amenaza.

La libertad humana se describe como la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, haciéndose responsable de sus actos. La pregunta que surge es: ¿Son todos nuestros actos un reflejo de la verdadera libertad?

El valor y la dignidad de una persona derivan de su imagen y semejanza con el Creador; un argumento suficiente para no menospreciar a otros por su origen, raza, color, nivel educativo o estatus socioeconómico. Pero resulta que cada etapa de la historia de la humanidad registra guerras, conflictos generados por defender ideologías, intereses personales, nacionales económicos o sectarios, cometiendo las mayores atrocidades contra los seres humanos. El holocausto judío es un ejemplo de ello.

Todo ser humano tiene la facultad de decidir, pero hasta cierto límite: el bien supremo y el derecho de los demás. La sola facultad de hacer o dejar de hacer no hace al hombre libre, tampoco la posibilidad que cada uno elija su propio camino, aun cuando éste sea equivocado. Mi libertad no puede limitar la de los demás, tampoco la libertad de la mayoría puede anular mi individualidad. Por lo tanto es una libertad relativa, ya que la capacidad de decidir y hacer sin restricciones se podrá ejercer, siempre que no se opongan al bien supremo ni a las buenas costumbres.

Desde esta perspectiva comprendemos que, por su propio esfuerzo, al ser humano le es imposible alcanzar la libertad absoluta, pues nuestro actuar siempre está condicionado a intereses, ideologías, esquemas de pensamiento, costumbres, pecados.

Pero hay una libertad verdadera, y los seres humanos fuimos creados para vivir en ella: para hacer el bien, para obrar en justicia. Esta libertad demanda actuar en armonía con la voluntad del Creador la cual es buena, agradable y perfecta, de donde procede toda virtud y valor supremo. Cuando el hombre la rechaza y decide actuar de manera unilateral, se hace esclavo de sus deseos, se hace capaz de cometer toda clase de maldad en nombre de lo que llama libertad.

Solamente conociendo la verdad nos hace libres. La verdad que nos libera no se encuentra en razonamientos, en la ciencia o en las virtudes humanas por muy buenas que sean; sino en la verdad de Dios en Cristo Jesús. En él reposan todas las virtudes divinas, siendo el prototipo del hombre libre que somete por completo su voluntad a la del Padre. A esa verdad el ser humano evita, la desecha, porque descubre su fragilidad, desenmascara su mentira.

La verdad de Dios demanda renunciar a mi independencia para depender del Creador y con ello ser libre de todo pecado, temor, angustia. Solo entonces el actuar del hombre ya no se basa en sus propios criterios, sino conforme a Cristo. Se hace capaz de actuar y decidir conforme a los valores supremos, buscar y hacer el bien, obrando en justicia.

¿Queremos una nación verdaderamente libre? Busquemos conocer la verdad que nos libera.

platiquemos@familiasenpaz.com

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