PUNTO DE ENCUENTRO

Violencias inaceptables

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El 25 de noviembre de 1960, en República Dominicana, las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Trujillo. La policía secreta interceptó su automóvil, las apaleó y las ahorcó; luego lanzó el vehículo a un barranco para hacerlo parecer un accidente. Minerva, tiempo antes de ser asesinada, sentenció: “si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”.

Treinta y nueve años después, en 1999, la ONU instauró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, porque las Mirabal no son un símbolo de muerte, sino de lucha, compromiso y valentía.

Miles de mujeres en Guatemala, en América Latina y en el mundo siguen sufriendo agresiones y violencia por el hecho de ser mujeres. También por ejercer sus derechos, por alzar su voz, emitir su opinión, luchar contra las discriminaciones y los estigmas, desafiar al poder, construir una sociedad igualitaria y defender la libertad y la autonomía.

Incluso las mujeres que se desempeñan en el espacio público sufren campañas de hostigamiento y desprestigio, no solamente por sus acciones, ideas y planteamientos —como se hace también contra los hombres—, sino por su condición de mujeres. Entonces los ataques y calumnias adquieren una connotación distinta; se juzga su vida privada, su comportamiento sexual e incluso sus relaciones familiares.

La violencia contra las mujeres tiene diversas manifestaciones. El menosprecio, la discriminación, las agresiones sicológicas, sexuales y físicas; la violencia económica y la política. Su expresión más grotesca son los femicidios, que en Guatemala han cobrado la vida de más de seis mil 400 mujeres entre 2008 y 2016. Por eso en las calles de nuestro país, este 25 de noviembre, se escuchó una vez más —fuerte y claro— el ¡Ni una menos! y se exigió —como lo venimos haciendo desde todos los espacios— ser tratadas como iguales.

Que los hombres tienen derecho sobre nosotras, que las mujeres tenemos menores capacidades y somos culpables de que nos agredan, que las niñas, las jóvenes y las mujeres somos objetos en propiedad, que la violencia es natural y privada, que la política es un ámbito masculino… que calladitas nos vemos más bonitas. Y a partir de ahí, las miles de mujeres asesinadas, agredidas y torturadas; las 51 niñas del dizque “hogar seguro” encerradas y quemadas, cientos de niñas y adolescentes víctimas de violación y embarazos forzados, y los espacios de poder y de toma de decisiones acaparados por hombres.

Es momento de hacer transformaciones profundas y detener y erradicar la violencia machista, que se basa y se expresa en relaciones desiguales de poder, en prejuicios, en roles establecidos y en inequidades que siempre nos desfavorecen y están presentes en todos los ámbitos de nuestra sociedad.

Es momento de que se garantice nuestra vida, nuestra libertad y nuestra seguridad. Pero también es tiempo de garantizar y aumentar la participación femenina en la política y en los espacios donde se toman las decisiones. De impulsar políticas públicas y estrategias que garanticen la autonomía económica de las mujeres para disminuir su vulnerabilidad y facilitarles romper el círculo de la violencia.

Y es tiempo también de que, en los medios de comunicación, en las escuelas —e incluso en las iglesias— se termine con el discurso de la subordinación y esa manía de culpar a las mujeres de la violencia que sufren y disculpar siempre a los agresores, pobres víctimas del amor desmedido, los celos o la pasión.

@MarielosMonzon

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.