ALEPH

Yo soy nosotras

|

Nosotras es un pronombre femenino en primera persona plural. Así dice hoy la gramática. Pero cuando yo crecí, solo aprendíamos el “nosotros”, sin la “a”. Eso fue parte de todo lo que me enseñó en la primaria la señora Rodríguez, aquella maestra inolvidable que me hizo amar la palabra y el lenguaje. Todo pronombre le sirve de sujeto a la oración, decía. Y con el tiempo fui entendiendo que no había “yo” sin nosotras, sin nosotros, sin tú, sin él, sin ella, sin ellos y ellas, sin ustedes.

Formo parte de esa generación de transición en Guatemala, con un pie en el patriarcado y otro en el feminismo. A mí me dejaban subirme a los árboles de niña, pero la mamá de mi gran amiga de la infancia me decía que eso no era apropiado porque había que cuidarse las rodillas, ya que las mujeres con cicatrices en las piernas no se veían bien. En las fiestas, todas las mujeres estaban de un lado, y los hombres del otro; ellas, esperando que un hombre las rescatara y ellos, sudando y pensando qué dirían los demás si no los aceptaban. Crecí escuchando el “calladita te ves más bonita” y el verso de “me gustas cuando callas porque estás como ausente.”

Fui la hija de una madre y un padre que, a su manera, se resistieron como pudieron a la camisa de fuerza que impide pensar, pero que –de todas maneras- vivieron a la sombra del orden del padre. Mi madre se rebelaba mucho, pero en silencio; en cambio, mi padre siempre tenía la última palabra; hoy mi madre sigue siendo independiente, pero por suerte cada día habla más y más fuerte. Y es que todavía hoy, bajo el lente machista, los hombres que se enojan siguen siendo de carácter, mientras que las mujeres que se enojan son histéricas o locas, y en el peor de los casos, mujeres a las que les falta hombre.

En mi propia vida he sido practicante de los códigos machistas más absurdos, pero peleo cada día por armar a la mujer que quiere habitar el mundo para mejorarlo (dichosos los definidos y las definidas, porque de ellos será el reino de la seguridad). Vivo agradecida eternamente con las mujeres que abrieron brecha en este país conservador y en el mundo entero y también con los hombres solidarios, y he abrazado –períodos más períodos menos- los diversos feminismos, advirtiendo que lo que más me cuesta de cualquier movimiento, aunque me guste mucho como este, es cuando se generan guetos. En medio de todo, en un mundo de nihilismos y egos disparados, es rico saber que yo soy parte de ese “nosotras” que trasciende tiempos y espacios.

¿El nosotras es todo igual? No. Ese es un mito que ordena, clasifica y justifica el viejo orden sostenido a partir del dominio de un género sobre otro. Cada mujer es distinta, como cada hombre y cada homosexual lo son. Pero sucede que la dimensión del nosotras y nosotros es lo que marca la diferencia. Este orden ya no alcanza, pero tampoco se trata de darle vuelta y solo cambiar de lugar a mujeres y hombres. Hablo de un nosotras que no desdibuje la forma y hondura de cada mujer, pero que se reconozca en una relación histórica no solo de su tiempo y su lugar, sino más allá. Que yo no haya vivido lo que ha vivido una mujer indígena en Guatemala, no significa que la discriminación no exista y que yo no pueda solidarizarme con esa mujer. No soy la mujer golpeada, pero eso no quiere decir que niegue la violencia en los cuerpos de las mujeres y que no la conozca de muchas otras maneras.

Ya no soy la joven que fui (en un sentido tradicional), pero soy una con esas jóvenes que forman parte de la Primera Orquesta Sinfónica Juvenil Femenina de Guatemala y el Coro Alaide Foppa. Me siento también Alaíde Foppa en aquellos versos: “No la que debe siempre/ decir que sí/un ser que trata/ de saber quién es/ y que empieza a existir”. O la Gabriela Mistral que, además de poeta, fue la mujer política que en 1927 ya decía: “La peor cosa que puede ocurrirle a una mujer en este mundo es representar con su maravilla la corrupción del hombre, su guía natural, su natural defensor, su natural héroe”. Yo soy nosotras.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.

ARCHIVADO EN: