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Análisis: Cómo la pandemia del coronavirus cambiará a la banca

La actitud de la banca hacia los créditos y hacia los riesgos será crucial para mantener la confianza y la reputación del sistema financiero en la coyuntura de la pandemia.

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El sistema financiero se está enfrentando a esta crisis partiendo de una situación saneada y con altos índices de rentabilidad, solvencia y liquidez. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El sistema financiero se está enfrentando a esta crisis partiendo de una situación saneada y con altos índices de rentabilidad, solvencia y liquidez. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

En la difícil coyuntura en la que nos encontramos, los bancos han estado a la altura de las circunstancias y han reaccionado responsablemente readecuando operaciones crediticias a personas y empresas golpeadas por la crisis del COVID-19 y aumentando el volumen de crédito en moneda local.

Los reguladores han facilitado estos cambios al permitir el diferimiento de los pagos de capital varios meses y relajar las exigencias regulatorias.

Las readecuaciones son útiles mientras perdura la incertidumbre, pero eventualmente se necesitarán soluciones de largo plazo a temas de liquidez, resiliencia operacional y riesgo.

La anticipación de los líderes en banca a estos temas les generará confianza a los actores del mercado y les permitirá a sus organizaciones recuperarse de la crisis y prosperar en la nueva normalidad.

¿Cómo está el sistema?

La última vez que la economía de Guatemala redujo fuertemente su tasa de crecimiento fue durante la crisis financiera de 2009, cuando el PIB real pasó de crecimientos superiores al 3.0% a crecer únicamente el 0.5% (Banguat, s.f.). El año siguiente, el crecimiento económico rebotó a un 2.9% (Banguat, s.f.), volviendo a sus niveles históricos.

En el sistema financiero, de marzo 2008 a marzo 2010, la morosidad decayó, pasando de ser 2.9 a 2.6% (Banguat, s.f.) y la rentabilidad sobre el patrimonio cayó casi seis puntos porcentuales (23.9 a 17.9%).

La crisis del COVID-19 es una crisis de la economía real, con impactos de oferta y demanda, y será más profunda y prolongada que la desaceleración de 2009.

El Banco de Guatemala estima que el PIB real se contraerá 2.5% y anticipa un rebote poco entusiasta de 3.0% para 2021 (escenarios medios). El sistema financiero se está enfrentando a esta crisis partiendo de una situación saneada y con altos índices de rentabilidad, solvencia y liquidez.

Sin embargo, aunque los diferimientos de pagos y la relajación de estándares regulatorios decretados por el regulador impiden de momento evaluar con certeza cual está siendo el impacto en sus indicadores, todo parece apuntar que el impacto será significativo.

Como indicador adelantado, en base a la información del Banco de Guatemala, el beneficio bancario y los ingresos ya están cayendo en el segundo trimestre con respecto al mismo periodo de 2019 (-16.9% y -2.9% respectivamente).

Incertidumbre enerva los riesgos

El primer paso es determinar el tamaño e impacto de cualquier faltante potencial de liquidez ocasionado por la crisis económica y las readecuaciones de préstamos.

Si se determina que se necesita levantar capital, los bancos pueden tocar las puertas de instituciones multilaterales, vender activos como cartera e inmuebles e incrementar los depósitos ofreciendo mejores tasas y servicio al cliente.

Además, se seguirán de cerca las decisiones del Banco Central sobre prestar a los intermediarios financieros e iniciar la implementación del crédito de última instancia.

En términos de resiliencia operacional, COVID-19 es una oportunidad para evaluar la prestación de servicios únicamente por canales digitales y valorar la reducción del número de sucursales. Se puede mantener el teletrabajo como medida para generar ahorros en alquiler de oficinas y reducir los activos improductivos.

La incertidumbre actual incrementa los riesgos en múltiples frentes. El riesgo de crédito es más alto, por lo que los bancos necesitan priorizar las operaciones de mayor monto y probabilidad de impago, para luego desarrollar planes de acción específicos por cliente.

Deterioros adicionales en calificaciones de riesgos son posibles, lo que incrementaría el costo de fondeo y las necesidades de colateral. Ante esto, se deberá priorizar la captura de depósitos y la coordinación con el gobierno para evitar, en la medida de lo posible, que esto implique mayores tasas de interés para los clientes.

El apetito renovado de los bancos

COVID-19 cambiará la industria bancaria de múltiples maneras. Habrá una expectativa de que los bancos tengan un rol social más allá del retorno a los accionistas, que puede traducirse en lealtad de clientes. La colaboración entre bancos y gobiernos deberá ser mayor conforme la economía reabre. Pueden esperarse nuevas formas de supervisión financiera con relación a planes de continuidad de negocio, planeación ante pandemias y seguridad informática.

Las personas y empresas serán más cautelosas al tomar préstamos, reduciendo deuda de tarjeta de crédito, postergando compras de casas y carros, y disminuyendo el apalancamiento. Además, la quiebra de miles de pymes ocasionará dudas sobre abrir nuevos negocios.

En respuesta, los bancos ajustarán su apetito por riesgo y podrán incorporar nuevos requerimientos para limitar las pérdidas crediticias en el mediano plazo. Esto impactará negativamente el crecimiento del crédito y la generación de ingresos por intereses.

La reducción de costos será esencial para incrementar o mantener las ratios de eficiencia. Se revisará la mezcla óptima de canales (en persona, autoservicio y omnicanal) para ajustar el tamaño de la fuerza laboral, sin sacrificar la experiencia del consumidor. Las inversiones en digitalización continuarán, lo que incrementará la presión para encontrar ahorros de corto plazo.

Nuevo amanecer para la industria

La elevada volatilidad y el actual grado de incertidumbre supone un reto para los bancos, que deben equilibrar las necesidades inmediatas de sus funcionarios con complicaciones de corto y mediano plazo de liquidez, operaciones y riesgo. Sin embargo, los bancos son un actor clave a la hora de apoyar la actividad económica y de facilitar un retorno a la estabilidad.

Si los bancos responden bien a estos desafíos sin precedentes no solo ayudarán a la sociedad, sino que también incrementarán la confianza y la reputación de la industria bancaria en el largo plazo.

Felipe Baselga y Ronald Xirinachs son socios de Asesoría Financiera de Deloitte

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