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Amor, unión y covid-19: Una nueva dinámica en los matrimonios del país

La dinámica social, civil y religiosa de los matrimonios ha cambiado por la forma cómo se celebran las bodas y por la variación de hechos registrados en el país.

Amor, unión y covid-19: Una nueva dinámica en los matrimonios del país

El matrimonio es una institución social que suele desarrollarse a través de estatutos legales, pero también desde ritos religiosos y parafernálicos. (Foto Prensa Libre: Esbin García)

La unión de dos personas mediante el matrimonio, ese acto concertado “mediante ciertos ritos o formalidades legales” —según apunta la Real Academia Española— ha remitido desde sus orígenes institucionales a varios enfoques de la sociedad y del espectro humano que abarcan desde las partes afectivas y religiosas hasta las legales y de poder.

La inclinación a unirse con otra persona ha estado presente desde la antigüedad y se ha planteado desde la occidentalización. Pasajes bíblicos como Mateo 19:3-9 y por otro lado, estatutos del Derecho romano como el “ustae nuptia” son entre tantas referencias, algunas de las bases detrás de eso que entendemos es el matrimonio.

A pesar de los cambios sociales, económicos y sanitarios, la insistencia por el compromiso entre dos personas en llegar al estatuto ‘marido/mujer’ no se ha detenido. Dicha institución sigue siendo una de las dinámicas más habituales en la sociedad.

Tan solo el año pasado en Guatemala se contabilizó un total de 93 mil 337 nuevos matrimonios inscritos ante el Registro Nacional de las Personas (Renap).

El número representa un incremento considerable respecto al 2020 puesto que ese año —cuando llegó el covid-19 a Guatemala— apenas 61 mil 401 parejas inscribieron su matrimonio legalizado.

El número total del 2020 muestra una baja de matrimonios incluso a la par del conteo final del 2019 cuando se cerró con 81 mil 474 nuevos casamientos.

Datos obtenidos mediante la Dirección de Informática y Estadística del Renap apuntan que durante los últimos cinco años se ha contabilizado un total de 392 mil 229 nuevos matrimonios registrados. Esto nos llevaría a pensar que en efecto, el ansia por la unión, pareciera no detenerse.

El marco legal y religioso

Para el Estado de Guatemala, el matrimonio se explica como una “institución social por la que un hombre y una mujer se unen legalmente, con ánimo de permanencia y con el fin de vivir juntos, procrear, alimentar y educar a sus hijos y auxiliarse entre sí”. De esta forma lo establece el artículo 78 del Código Civil, en el cual también se apunta que para fines legales, podrán contraer matrimonio las personas mayores de 18 años.

De acuerdo con el documento, para que en Guatemala un matrimonio sea válido este debe ser autorizado por un alcalde municipal, un concejal o un notario que ejerza legalmente. La unión civil incluso debe firmarse en alguna de las dos localidades en las que residan los contrayentes.

Amor, unión y covid-19: Una nueva dinámica en los matrimonios del país
En Guatemala los matrimonios legales pueden realizarse en bufetes de abogados y notarios, como también en entidades municipales. ( Foto Prensa Libre: Esbin García)

Pero esta búsqueda oficial también puede comprenderse a partir de la creencia religiosa. Desde la Iglesia Católica se considera el matrimonio como parte del orden en la creación humana donde las personas de “la sociedad cristiana” están ligadas a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar”, según apunta su Catecismo.

Desde el cristianismo evangélico también se observa la vida en unidad como basamiento histórico y social. “Es una institución fundada por Dios desde el principio de la creación. Es fortalecida por la gracia y misericordia de Él mismo. Por eso consideramos importante el matrimonio como base de la sociedad y del extendimiento de la misma”, apunta el pastor César Augusto Ayala, presidente de la Alianza Evangélica Guatemala.

En el país, donde prevalecen las prácticas así como las tradiciones del catolicismo y el evangelismo, dicha religiosidad ha sido considerable para muchas personas como un refuerzo para dar el “Sí”.

Amores y convicciones ante el covid-19

Tal fue el caso de María Vega (25 años) y Alejandro Gálvez (26 años) quienes se casaron el 15 de mayo del 2021 después de cuatro años del noviazgo que iniciaron luego de conocerse en un club de debate universitario. Su casamiento fue pactado frente al altar religioso, y también frente a la legalidad. Cuentan que a estas alturas de la historia es casi raro que las personas no contradigan, cuestionen o rechazan el matrimonio.

“El matrimonio no es color de rosa, pero tampoco negro. Consiste en aprender a compartir y convivir con otra persona y llegar a consensos para que ambos puedan vivir de manera pacífica. También es algo que va más allá que dos personas se casen y hagan una gran fiesta. Es aprender a educar a los hijos para dejar una buena herencia a la sociedad”, comparte María.

Tomar la decisión del matrimonio implicó para ella y su ahora esposo algunos temores alrededor de la unión como los cambios económicos e incluso la longevidad de la relación.

“Es cierto eso que dicen que el noviazgo es para conocerse, y creo que nosotros ya nos conocíamos lo suficiente como para dar el siguiente paso. No hubo muchas dudas. Ambos sabíamos que queríamos esto”, asegura Alejandro Valdez.

El mismo año que Alejandro y María se casaron, más de 93 mil parejas también lo hicieron en el país. La mayor cantidad de matrimonios fueron registrados en los departamentos de Guatemala (17 mil 677), Alta Verapaz (8 mil 385) y Quiché (6 mil 477).

La menor cantidad se evidenció en las mil 35 parejas que se inscribieron en El Progreso. Al igual que este este departamento, Zacapa, Jalapa, Chiquimula y Baja Verapaz no llegaron ni a los 2 mil matrimonios registrados el año pasado.

Cambio en las celebraciones

La pandemia por covid-19 destapó temores, miedos y anuló muchos de los planes que las personas tenían. Así sucedió también con María Vega y Alejandro Valdez. En noviembre del 2020 la pareja había decidido casarse, pero debido a las condiciones sanitarias del país, la pareja pactó que la ceremonia religiosa y el evento se llevaran a cabo en abril del 2022. Confiesan que su idea era que para este tiempo la pandemia hubiera cesado.

“Al ver que pasaba el tiempo y que no había certeza de cuándo terminaría esta situación, decidimos acercar la fecha”, comparte María. Así, decidieron realizar el matrimonio religioso y la respectiva celebración en mayo del 2021. Confiesan que hasta quince días después de la boda, sintieron temor constantemente debido a la exposición alrededor del evento. De esta cuenta, tuvieron que pensar otras formas de celebrar, aunque tuvieran menos invitados.

Redujeron la lista de invitados y la limitaron a sus familiares así como a las amistades más directas, esto con el fin de regular los aforos tanto en la iglesia como en el salón de eventos. Otra de las medidas que tomaron fue dialogar, solicitar y negociar con sus invitados para que salieran lo menos posible durante las semanas antes del evento para así evitar contagios.

Amor, unión y covid-19: Una nueva dinámica en los matrimonios del país
En Guatemala, los matrimonios han sido más de los divorcios que se han registrado durante los últimos cinco años. (Foto Prensa Libre: Esbin García)
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La distribución de invitados en los recintos de celebración se realizó por burbujas y se insistió en que si alguno de los integrantes presentaba síntomas relacionados a covid-19, se prescindiría de todos los miembros en el grupo. Afortunadamente las sospechas de contagios fueron nulas y nadie dio positivo. “Fue una gran satisfacción lograrlo contra toda corriente”, asegura Alejandro.

Quienes han comprendido este riesgo durante los últimos dos años también son las personas que planifican bodas y organizan eventos. Milvia López, representante de su empresa, Eventos Vi, cuenta que la pandemia reconfiguró el modo de hacer y plantear bodas. “Muchos eventos ´habían estado planificados desde antes y se tuvieron que pausar pero comenzaron a tener un poco más de incremento el año pasado”, asegura.

Mayarí García, planificadora de bodas y representante de servicios como Mayarí Events y Nature Flowers, comparte que durante este tiempo las personas que dirigen los eventos deben apegarse a los semáforos del Ministerio de Salud para así trabajar desde una lista de invitados relacional al aforo recomendado. Asimismo, se han visto en la obligación de establecer protocolos de bioseguridad y cambiar de formas presenciales a virtuales cuando se reúnen con los novios.

María Vega, recién casada de 25 años

María Vega, recién casada de 25 años

Para fines de la celebración, Milvia López cuenta que los servicios de alimentación también han cambiado en su operatividad, comparado con años anteriores al 2020.

López cuenta que en el caso de su empresa, implementaron protocolos de sanidad en los que las personas que sirven alimentos deben utilizar una mascarilla y careta, pero también deben cambiarse de ropa varias veces alrededor de un evento, específicamente cuando llegan de sus hogares al evento, y luego de regreso a sus casa.

Las formas del matrimonio han mutado en los últimos años y podríamos responsabilizar una vez más a ese intruso que ha sido el covid-19. Esto lo confirman las parejas de novios, las estadísticas a nivel país o departamental, y hasta quienes convierten las bodas en capítulos irrepetibles.

Felices ¿para siempre?

El amor y las vinculaciones así como el tiempo, tienen finitud. En ese aspecto cabe hablar de las ocasiones en las que la decisión del matrimonio también puede llegar a un final.

Entendido por muchos como una tragedia, para otros como una necesidad —cuando el contexto lo implica— e incluso como una salida, ese final puede nombrarse desde la legalidad como “divorcio”. En Guatemala, durante los últimos cinco años se han registrado 38 mil 069 divorcios, una cifra muchísimo más baja que los 392 mil 229. matrimonios contabilizados en la misma época.

Según el Código Civil de Guatemala “el matimonio se modifica por la separación y se disuelve por el divorcio”. En ambos casos, se puede declarar mediante un mutuo acuerdo de los cónyuges y “la voluntad de uno de ellos mediante causa determinada”.

La ley indica que algunas causas comunes para obtener la separación o divorcio son la infidelidad, los malos tratos, disputas continuas, injurias graves, ofensas al honor, el atentado de la vida, entre otros.

Según el Código Civil, el divorcio puede solicitarse por el cónyuge que no haya “causado” alguno de los agrávios y dentro de los seis meses siguientes al día en que hayan dado su consentimiento de los hechos que funden la demanda.

También puede solicitarse como un mutuo acuerdo en el que los cónyuges presenten un proyecto de convenio que implique la protección de los hijos, las pensiones que se deban pagar y la garantía de las obligaciones que hayan contraído.

A decir de la abogada y notaria Evelyn García, las solicitudes deben presentarse ante un juez en una audiencia primeramente conciliatoria que no distingue si las partes ya se habrían puesto de acuerdo.

La especialista cuenta que previo a la pandemia los memoriales en estos casos eran ingresados al sistema judicial en determinado momento y la resolución para una fecha de audiencia podía tardar de tres a seis meses. En la actualidad, este tipo de audiencias se han agilizado puesto que que son en formato virtual. Ahora, comenta García, las sentencias pueden llegar a estar listas en dos meses.

Desde la mirada religiosa, el final de las parejas unidas en matrimonio suele ser contemplado cuando la muerte les separa. De acuerdo con el sacerdote Juan David Noguera, vicario judicial del Tribunal Eclesiástico del Arzobispado de Guatemala, puede haber posibilidad de declarar invalidez del matrimonio eclesiástico de cuando haya motivos para iniciarlo, “de lo contrario es de conocimiento común, que por doctrina de la Iglesia Católica universal, el matrimonio en principio es para toda la vida”.

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De acuerdo con el sacerdote, “no hay motivos válidos para terminar una unión que en principio es para toda la vida”, ya que desde la Iglesia se busca preservar “el vínculo matrimonial”. Según el Catecismo católico, el divorcio toma un carácter inmoral causa de un “desorden” que “entraña daños graves para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos, traumatizados por la separación de los padres, a menudo viviendo en tensión”.

Sin embargo, hay excepciones. Por ejemplo, si el divorcio civil representa la única posibilidad de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, es tolerado, pero las personas no pueden volver a casarse.

El vicario Noguera, explica que hay una declaración de nulidad en la que se declara que no ha existido ningún vínculo matrimonial por algún impedimento de llegar a acuerdos, por defecto del consentimiento o por defecto en la forma canónica de la celebración del matrimonio, pero no es una anulación y “mucho menos el divorcio”, asegura.

El pastor César Augusto Ayala, cuenta que desde la religiosidad cristiana evangélica tampoco se contempla el divorcio como algo habitual. Cuando las personas unidas están frente a una adversidad, se les proponen diálogos, acompañamiento y consejerías, pero si se llegan a darse daños severos a la moral, el físico y emocionalidad de una de las partes, se sugiere la separación.

Además, se recomienda que evalúen la situación y más adelante, si no hay manera de corregirlo, podrían llegar el divorcio, cuenta Ayala.

ESCRITO POR:

Alejandro Ortiz

Periodista de Prensa Libre especializado en temas sobre cultura y bienestar, con 5 años de experiencia.