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La verdadera razón por la que habrían asesinado al presidente de Haití

El asalto a la casa del presidente de Haití, Jovenel Moïse, y su asesinato conmocionaron al mundo. ¿Por qué lo mataron de esa manera? Esta investigación muestra una respuesta.

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El funeral del presidente Jovenel Moïse en Haití.(Foto: Federico Rios/The New York Times)

El funeral del presidente Jovenel Moïse en Haití.(Foto: Federico Rios/The New York Times)

El presidente haitiano Jovenel Moïse estaba a punto de dar nombres.

En julio, antes de ser asesinado, el mandatario estuvo trabajando en una lista de poderosos políticos y empresarios involucrados en el tráfico de drogas en Haití. Según cuatro altos asesores y funcionarios haitianos encargados de redactar ese documento, la intención de Moïse era entregar ese expediente al gobierno de Estados Unidos.

El presidente les ordenó que no perdonaran a nadie, ni siquiera a las poderosas personalidades que lo ayudaron a llegar al poder. Los funcionarios aseguran que la medida forma parte de una estrategia contra presuntos narcotraficantes y eso podría explicar el motivo del asesinato.

Cuando un grupo de hombres armados irrumpió en la residencia de Moïse y lo mataron en su habitación, su esposa, Martine Moïse —quien también recibió disparos y estuvo sangrando en el suelo, mientras fingía estar muerta— describió cómo los atacantes comenzaron a registrar la habitación, buscando apresuradamente sus archivos.

“Eso es”, dijeron antes de huir, según le contó Martine Moïse a The New York Times en la primera entrevista que concedió después del asesinato. La viuda del mandatario afirma que no sabe qué se llevaron los atacantes.

Cuando los investigadores llegaron a la escena del crimen vieron que la oficina del presidente Moïse había sido saqueada, y encontraron papeles esparcidos por todas partes. En los interrogatorios, algunos de los sicarios capturados confesaron que recuperar la lista de Moïse, con los nombres de los presuntos narcotraficantes, era una prioridad, según tres altos funcionarios haitianos que conocen los detalles de la investigación.

El documento forma parte de una serie de enfrentamientos que Moïse tuvo con poderosas figuras políticas y empresariales, algunas sospechosas de narcotráfico y tráfico de armas. Desde hace muchos años, Moïse conocía a varias de esas personas que se sintieron traicionadas por las medidas emprendidas contra ellas, según aseguran los colaboradores del mandatario.

En los meses previos a su asesinato, Moïse tomó medidas para limpiar el departamento de aduanas de Haití, nacionalizar un puerto marítimo con antecedentes de contrabando, destruir una pista de aterrizaje utilizada por narcotraficantes e investigar el lucrativo comercio de anguilas, que recientemente ha sido identificado como un mecanismo para blanquear capitales.

El Times entrevistó a más de 70 personas y viajó a ocho de los diez departamentos, o estados, de Haití para entrevistar a políticos, amigos de la infancia de Moïse, policías, pescadores y personas involucradas en el tráfico de drogas con el fin de comprender qué sucedió durante los últimos siete meses de la vida del presidente y determinar los posibles motivos que desencadenaron su asesinato. Ahora, muchas de esas personas también temen por sus vidas.

“Sería un tonto si pensara que el narcotráfico y el tráfico de armas no jugaron un papel en el asesinato”, dijo Daniel Foote, quien se desempeñó como enviado especial de Estados Unidos en Haití antes de dimitir el mes pasado. “Cualquiera que entienda la política o la economía de Haití lo comprenderá”.

Una figura central en la lista de Moïse era Charles Saint-Rémy, conocido como Kiko, dijeron dos de los funcionarios haitianos que ayudaron a redactar el expediente. Durante mucho tiempo, la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por su sigla en inglés) ha considerado a Saint-Rémy, un hombre de negocios haitiano, como sospechoso de tráfico de drogas. También es el cuñado del expresidente Michel Martelly, quien sacó a Moïse de la oscuridad política y lo eligió para que fuera su sucesor.

Martelly, quien está pensando en la posibilidad de volver a postularse para la presidencia, y Saint-Rémy fueron muy influyentes durante el gobierno de Moïse. Tenían voz en todo: desde quién conseguía los contratos públicos hasta qué ministros del gabinete eran nombrados, según funcionarios gubernamentales, tanto internos como externos. Pero, según dicen sus colaboradores, Moïse llegó a sentir que ellos y otros oligarcas estaban asfixiando su presidencia.

Los funcionarios estadounidenses creen que los esfuerzos de Moïse para interrumpir el tráfico de drogas y desafiar a las familias poderosas podrían haber desencadenado su asesinato, y señalan que Saint-Rémy emergió como un posible sospechoso al principio de la investigación. Pero también advierten que Moïse amenazó a muchos miembros de la élite económica, incluidas varias personas con profundas conexiones delictivas.

Martelly y Saint-Rémy no respondieron a una lista de preguntas para este artículo.

Funcionarios estadounidenses dicen que la investigación sobre el asesinato de Moïse se ha estancado y, si no se resuelve, muchos haitianos temen que el caso se sumará a la gran impunidad que prevalece en el país, envalentonando aún más a las redes criminales que han capturado al Estado.

(Federico Rios/The New York Times)

Desde hace mucho tiempo, los presuntos traficantes de drogas y armas han ocupado escaños en el Parlamento de Haití. Las avionetas con contrabando aterrizan con frecuencia en las pistas de aterrizaje clandestinas. Se ha sorprendido a agentes de policía haitianos ayudando a los traficantes de drogas, mientras los jueces son sobornados de manera regular para que archiven los casos.

Es posible que Haití sea la mayor ruta para las drogas que se envían hacia Estados Unidos, pero nadie lo sabe con certeza porque el país se ha vuelto muy difícil de monitorear. Los organismos de seguridad estadounidenses no pueden ejecutar un programa de escuchas telefónicas en el país, ni siquiera pueden colaborar plenamente con sus homólogos haitianos, porque la corrupción en la policía y el poder judicial es muy profunda, según dicen los funcionarios estadounidenses.

“Cualquiera que esté involucrado en el tráfico de drogas tiene, al menos, a un oficial de policía en su equipo”, dijo Compère Daniel, el comisionado de policía del Departamento Noroeste de Haití, un importante corredor para el tráfico de drogas.

“Es imposible conseguir que los agentes de policía cooperen conmigo en el campo”, dijo. “A veces ni siquiera responden mis llamadas”.

Las operaciones de la DEA en Haití también han sido objeto de escrutinio. Las críticas a la agencia se han agudizado porque al menos dos de los haitianos sospechosos de estar involucrados en el asesinato de Moïse eran exinformantes de la DEA.

La casa donde asesinaron a Moïse en julio. Su oficina fue saqueada, y los investigadores encontraron papeles esparcidos por todas partes. (Adriana Zehbrauskas/The New York Times)

En noviembre, el Comité Judicial del Senado criticó a la DEA por las acusaciones de corrupción sobre sus operaciones en Haití, citando una investigación del Times que vincula al jefe de seguridad del palacio de gobierno de Moïse con el narcotráfico. La DEA, acusada por exagentes de manejar mal uno de los casos de drogas más importantes de Haití, declinó hacer comentarios para este reportaje.

‘El verdadero líder no era el presidente’

Cuando Martelly eligió a Moïse para que fuera su sucesor en 2014, lo presentó a la nación como un líder ajeno a la política, un hombre de origen campesino que salió de la pobreza dirigiendo plantaciones de plátanos.

Los asociados de Martelly dijeron que conoció a Moïse durante una conferencia y quedó impresionado por su perspicacia empresarial.

Pero esa historia es engañosa: en gran medida, Moïse creció en la capital y varios de los miembros originales de su plantación bananera dicen que fue un fracaso. Además, Moïse ya era un colaborador cercano de Saint-Rémy y de, al menos, otro presunto narcotraficante.

Moïse, de 53 años en el momento de su asesinato, nació en Trou-du-Nord —que en francés significa “hueco del norte”—, una ciudad agrícola que durante décadas ha sufrido la negligencia del gobierno. Su padre conducía un tractor en una plantación de sisal cercana pero, según entrevistas con varios residentes locales, perdió su trabajo cuando cerró.

Cuando Moïse tenía 7 años, su madre se mudó con él y sus hermanos a Carrefour, un barrio pobre de Puerto Príncipe, en busca de trabajo y una escuela para sus hijos, dijeron sus familiares. En la universidad, Moïse conoció a su esposa y se mudaron a Port-de-Paix, la ciudad natal de ella, ubicada en el noroeste del país.

Para el año 2000, Moïse se había convertido en socio comercial de Evinx Daniel, según familiares y conocidos de ambos hombres. Daniel, un amigo cercano de Martelly, luego sería acusado de tráfico de drogas.

Moïse trabajó con Daniel en una de sus empresas, Mariella Food Products, que producía galletas que tenían la imagen de una colegiala con coletas en el empaque. Un expolicía haitiano de alto rango dijo que se sospechaba que la empresa era una fachada para el lavado de dinero.

No está claro el alcance total de la participación de Moïse en esa empresa, pero el exsenador Jean Baptiste Bien-Aimé recuerda que ambos hombres acudieron a su oficina para hablar sobre la compañía hace aproximadamente una década, y dijo que a menudo estaban con Saint-Rémy, el cuñado de Martelly.

La situación en Haití es cada vez más inestable. (Foto: The New York Times)

“Siempre estaban juntos. Eran como el pescado triturado en la sopa”, dijo Bien-Aimé haciendo referencia a un dicho local que se usa para describir las relaciones cercanas.

Saint-Rémy ha admitido públicamente que vendió drogas en el pasado, pero afirma que ahora todos sus negocios son legítimos. Funcionarios de los cuerpos de seguridad de Haití, y exagentes de la DEA que trabajaron en el país, dicen que se sospecha que aún es uno de los mayores narcotraficantes del país.

Jacques Jean Kinan, primo del mandatario, dijo que él y Moïse trabajaron con Saint-Rémy en la industria de las anguilas.

Como su cuñado era el presidente, Saint-Rémy tenía una enorme influencia y solía exigir que se le concedieran licencias y contratos, en particular licencias de exportación de anguilas, según funcionarios del gobierno de Martelly.

Sin embargo, cuando sus exigencias no eran atendidas, podía tornarse violento: en 2015, Saint-Rémy agredió a un ministro de Agricultura por emitir un contrato sin su consentimiento, un altercado que fue denunciado en ese momento y que ha sido confirmado por un exministro del gobierno.

A medida que se imponía el control de Saint-Rémy sobre el comercio de anguilas, Moïse decidió salir del sector y concentrarse en Agritrans, una plantación de plátanos ubicada cerca de su ciudad natal.

“Mi padre dijo que la familia Martelly acaparó el negocio de las anguilas y dificultaba la participación”, dijo Joverlein Moïse, el hijo del presidente asesinado.

Moïse también se mantuvo en contacto con su socio, Daniel, quien había inaugurado un hotel en Les Cayes, una ciudad costera en el sur, dijeron un funcionario y un familiar.

En 2013, Daniel les dijo a las autoridades que encontró 23 paquetes de marihuana flotando en el mar mientras estaba en su bote y decidió llevarlos a su casa. En ese momento, Daniel dijo que él y Saint-Rémy llamaron a la DEA para que recogiera el cargamento que encontraron.

Un fiscal, Jean Marie Salomon, dudó de la versión de Daniel porque sospechaba que era una estratagema para encubrir un negocio de drogas que salió mal después de que los lugareños descubrieron el alijo. El fiscal arrestó a Daniel por cargos de tráfico de drogas, pero dijo que el ministro de justicia de Martelly intervino personalmente y ordenó su liberación.

Salomon dijo que, poco después, Martelly fue al hotel de Daniel con una delegación, lo que fue visto como una clara muestra de apoyo. “El mensaje era, la justicia no importa”, dijo.

Apenas unos meses después de su liberación, Daniel desapareció en 2014, su automóvil abandonado fue encontrado en una estación de servicio. Según un pariente de Daniel y una persona que en ese momento era oficial de policía, Moïse fue una de las últimas personas que lo vieron con vida. Se presume que Daniel está muerto.

La desaparición de Daniel sigue sin resolverse y Salomon sospecha que los narcotraficantes lo mataron porque les preocupaba que expusiera su red como parte de un acuerdo de culpabilidad. Dos investigadores dijeron que fueron marginados por una unidad de la policía federal, controlada por el gobierno de Martelly, que se hizo cargo de la investigación y manipuló las pruebas.

Como la Constitución prohíbe la postulación presidencial en dos mandatos consecutivos, Martelly comenzó a buscar un sucesor. Quería encontrar a alguien que mantuviera su proximidad con el poder hasta que pudiera volver a lanzarse a la presidencia y protegerse de las acusaciones de corrupción relacionadas con la apropiación indebida de miles de millones de dólares durante su mandato, según exfuncionarios de las gestiones de Martelly y Moïse.

Se decidió por Moïse, a quien presentó como un emprendedor exitoso y, durante la campaña, lo apodó como el “Hombre plátano”.

“Le dije a Martelly, hay que buscar el voto campesino, alguien que se parezca a ellos, alguien de piel negra”, dijo el exsenador Jacques Sauveur Jean, amigo y frecuente aliado político de Martelly. Dijo que los haitianos estaban cansados ​​de la élite privilegiada de piel clara que gobernaba el país, como Martelly, y sentía que Moïse, con su piel oscura y orígenes rurales, los representaba mejor.

En diversas entrevistas, tres de los miembros originales de la directiva de Agritrans, el negocio agrícola de Moïse, describieron a la empresa como un fracaso por la pérdida de las inversiones originales, al punto de que solo había un campo estéril para mostrar y poco más.

Pero mientras Martelly buscaba un sucesor, la empresa recibió un préstamo gubernamental de 6 millones de dólares.

Esther Antoine, una de las gerentes de la campaña de Moïse, dijo que trabajó para pulir su imagen, eliminar el tartamudeo que tenía y mejorar su confianza en el escenario. Pero durante la campaña, Martelly tuvo un gran protagonismo, dijo, eclipsando al hombre que se suponía que estaba promoviendo.

Antoine, a quien le preocupaba que la enorme presencia de Martelly estuviera “ahogando” a su candidato, dijo que convenció al presidente para que le diera a Moïse la oportunidad de hacer la campaña solo. Eso no le gustó a Sophia, la esposa de Martelly, dijo.

Antoine afirma que la primera dama comenzó a sospechar de ella y una noche le pidió que fuera a la casa de la familia Martelly, y la reprendió por no informarles de todos los movimientos de Moïse.

La jefa de campaña dijo que se defendió, y argumentó que estaba allí con la finalidad de trabajar para Moïse, no para la familia Martelly.

“En ese momento, la esposa me miró y dijo: ‘Jovenel es una propiedad. No parece entender eso’”, relató Antoine. “Me quedé impactada. Cuando le pedí que lo repitiera, lo dijo en francés: ‘Jovenel est une propriété’”.

La ex primera dama no respondió a una lista de preguntas para este artículo.

Cuando ganó y asumió la presidencia en 2017, Moïse se sintió asfixiado por Martelly, pero le fue leal, según dijeron sus colaboradores.

Moïse no pudo elegir su propio gabinete sin la aprobación de la familia Martelly o de Saint-Rémy, afirman sus colaboradores. Los Martelly a menudo llamaban a Moïse y le gritaban por sus iniciativas legislativas, según varias personas que escucharon las conversaciones.

“El verdadero líder no era el presidente”, dijo Gabriel Fortuné, un asesor cercano de Moïse, quien murió en un terremoto un día después de hablar con el Times. “Martelly era su padrino. Cuando digo que era su padrino, me refiero al estilo italiano”, agregó, “era la familia”.

Antoine reconoció que, a menudo, Moïse obviaba la corrupción en su gobierno para evitar tener enemigos y poder promover sus iniciativas.

“Él decía: ‘Déjame alimentarlos para que me dejen en paz. Si están ganando dinero, me dejarán hacer mi electricidad y construir mis carreteras’”, recuerda Antoine.

Pero los críticos de Moïse dijeron que se unió a la corrupción. Antes de su llegada al poder, el gobierno haitiano estaba investigándolo, así como a su esposa y su empresa, Agritrans, por las grandes cantidades de dinero que tenían en sus cuentas bancarias y que no podían justificarse con el volumen de negocios que estaban generando, dijo un funcionario que trabajó en el caso.

Dos unidades anticorrupción del gobierno también cuestionaron por qué el gobierno de Martelly otorgó un préstamo de 6 millones de dólares a Agritrans, una empresa con un historial tan precario. Pero cuando Moïse llegó al poder, despidió a los directores de las dos unidades anticorrupción que trabajaban en esa investigación.

‘Me van a matar’

Cuando Moïse asumió el cargo, pronto se dio cuenta de que el control férreo que Martelly y su familia ejercían en la campaña se extendía a su seguridad personal, dijeron varios funcionarios.

Moïse heredó a Dimitri Hérard, un miembro esencial de la fuerza de seguridad presidencial de Martelly, quien se convirtió en el jefe de la unidad de policía que protegía el palacio presidencial de Moïse.

Hérard también era sospechoso de tráfico de drogas. En 2015, cuando un buque de carga con bandera panameña atracó en Puerto Príncipe con 1100 kilogramos de cocaína y heroína a bordo, Hérard fue visto dirigiendo a policías uniformados para cargar las drogas en unos vehículos antes de alejarse a toda velocidad con ellos, según un testigo y Keith McNichols, el exagente de la DEA asignado en Haití que lideró la investigación sobre el cargamento de droga desaparecido.

Pero Martelly protegió a Hérard, quien no fue interrogado por los investigadores del caso, dijo un exfuncionario de Naciones Unidas.

Moïse desconfiaba profundamente de Hérard, según varios asesores presidenciales y un diplomático internacional en quien el presidente confiaba. Al menos en una ocasión, dijeron, se encontró a Hérard espiando al presidente en nombre de Saint-Rémy, a quien le informaba sobre las reuniones que Moïse tenía.

Hérard, ahora detenido como sospechoso del asesinato, no pudo ser contactado para comentar.

En enero, Hérard pidió unas 260 armas de Turquía, incluidas carabinas M4 y pistolas, indicando que la orden provenía del palacio presidencial, dijeron Fortuné y un exfuncionario de seguridad. Pero en vez de armar a su propia unidad, dijeron, Hérard vendió la mayoría de las armas a pandillas y negocios.

“Cuando Moïse se enteró de las armas que ordenó Hérard, no estaba sorprendido, estaba asustado”, dijo Fortuné.

La relación de Moïse con las fuerzas de seguridad presidenciales, que ya estaba tensa, se deterioró aún más. Esa situación cambió en febrero, cuando Hérard dijo que había frustrado un intento de golpe de Estado contra Moïse. De pronto, la desconfianza se desvaneció. Algunos exasesores, como Antoine y Fortuné, se preguntaron si el supuesto golpe de Estado era una afirmación falsa para disipar las sospechas de Moïse.

Después del temor por el golpe, Moïse pasó a la ofensiva y culpó públicamente a los oligarcas y la élite política de Haití de intentar asesinarlo, como hizo en una de sus últimas entrevistas con el Times antes de su muerte.

Moïse comenzó a trabajar tras bambalinas para detener a quienes percibía como sus enemigos, según funcionarios haitianos. Habló con sus aliados más cercanos y funcionarios selectos para comenzar a compilar el expediente que analizaba las redes de contrabando de drogas y armas en Haití, incluyendo a Saint-Rémy, de acuerdo con personas involucradas en la redacción del documento.

En febrero, Josua Alusma, el alcalde de Puerto Príncipe y un aliado cercano de Moïse, ordenó tomar medidas enérgicas contra el comercio de anguilas, una industria dominada por Saint-Rémy. Muchas de las anguilas van a China, pero la policía haitiana está investigando ese negocio como una forma de blanquear ganancias ilícitas.

“No me gusta este negocio. Ocurre de noche, ¿sabes a qué me refiero?”, dijo Alusma. “No hay seguridad”.

Dijo que la industria debía ser regulada y gravada. “La gente como Kiko entra y sale de la ciudad”, dijo, usando el apodo de Saint-Rémy. “Pero nosotros somos los que estamos aquí, limpiando su basura”, agregó, refiriéndose a las armas ilegales incautadas durante una redada efectuada este año.

El mismo mes, el mandatario también comenzó a hablar de planes para nacionalizar un puerto marítimo que es propiedad de unos aliados de Martelly, donde a lo largo de los años se han encontrado y confiscado varios cargamentos de armas ilegales, dijeron dos altos funcionarios haitianos.

“Jovenel me comentó que tenía una agenda que quería implementar pero no podía hacerlo porque, dijo, ‘me van a matar’”, contó un político poderoso que se desempeñó como asesor informal de Moïse, y quien habló con la condición de mantener su anonimato por miedo a las represalias. El puerto, dijo, “era parte del plan”.

A pesar de enfrentar una resistencia considerable, Moïse también trató de presionar a las autoridades aduaneras para que se comenzaran a inspeccionar los cargamentos de Saint-Rémy y a cobrar impuestos sobre sus bienes, según varios asesores presidenciales, dos altos funcionarios de seguridad y un agente del departamento de aduanas. Economistas haitianos estiman que el país pierde alrededor de 500 millones de dólares anuales debido a la corrupción en las aduanas.

Después, a mediados de mayo, fuerzas de seguridad dominicanas arrestaron a Woodley Ethéart, también conocido como Sonson Lafamilia, un amigo cercano de Martelly y de Saint-Rémy. Cuando Martelly fue presidente en 2015, apoyó a Ethéart después de que fue arrestado por cargos de secuestro.

Ethéart todavía tenía una orden de arresto este año, y, en general, había mantenido un perfil bajo. Pero en mayo, él y Martelly se tomaron fotos en una fiesta en Santo Domingo, la capital de República Dominicana, que fueron publicadas en las redes sociales, según dijo un alto funcionario dominicano.

Al día siguiente, las fuerzas dominicanas arrestaron a Ethéart y lo extraditaron a Haití.

Moïse estaba emocionado, dijeron sus colaboradores.

El teléfono del presidente vibró con llamadas de Martelly y Saint-Rémy, pero se negó a contestarlas, según un amigo cercano y asesor presidencial.

“Sonson Lafamilia es muy cercano a la familia Martelly”, dijo Joverlein, hijo de Moïse. “Es posible que Martelly viera ese arresto como una falta de respeto, una señal de que mi padre era un traidor y estaba traicionando a la familia Martelly”.

Las rutas del narcotráfico en el norte de Haití también se vieron afectadas. En la década de 1990, avionetas Cessna provenientes de Colombia aterrizaban en pistas a las afueras de Puerto Príncipe. Pero, a medida que la población se expandió, las pistas de aterrizaje fueron rodeadas por barrios marginales. Los residentes pobres se dieron cuenta de la valiosa carga ilícita que transportaban los aviones y comenzaron a asaltarlos, según un funcionario de seguridad.

En consecuencia, hace aproximadamente una década, los traficantes cambiaron sus pistas de aterrizaje y se mudaron al norte, a Savane Diane, un zona extensa y aislada. Desde entonces, el tráfico de drogas ha evolucionado y ha aumentado. Los aviones ya no solo provienen de Colombia; Venezuela también se ha convertido en un actor importante y, en 2015, familiares del presidente Nicolás Maduro fueron arrestados en Haití por la DEA por tráfico de drogas. El hijo de un expresidente de Honduras también fue detenido por la DEA en Haití.

Este año, Moïse aprobó una zona agroindustrial en Savane Diane, pero cuando comenzó el proyecto, los funcionarios descubrieron que estaba a casi cinco kilómetros al sur de una de las pistas de aterrizaje más activas de Haití para el tráfico de cocaína y heroína.

En un área donde la desnutrición es desenfrenada, el pequeño lago en la cercanía está lleno de peces, pero los lugareños no se acercan. Cuando el Times les preguntó la razón, los agricultores explicaron que a menudo allí se tiran restos humanos.

Cuando el Times fue a la pista de aterrizaje, un agricultor local se acercó con un machete en la mano para preguntar si estaba ocurriendo una entrega de drogas y entonces cobrar un soborno para hacerse de la vista gorda.

Dos franjas de tierra irregulares —un riel para cada rueda— interrumpen la hierba que crece tan alto que llega a la cintura. A unos metros de la pista de aterrizaje se ve el casco de una avioneta que, según los residentes, se estrelló durante el verano. Los restos de otro avión carbonizado yacían cerca.

Cuando las patrullas de la policía, que a menudo se ven descargando la carga de los aviones, se atascan en las carreteras en mal estado, los conductores de tractores locales reciben unos pocos dólares para remolcarlos, dijeron los residentes. Antes de que llegue un avión, agregaron, los agricultores cortan la hierba que crece alrededor de la pista de aterrizaje y hacen fogatas en barriles vacíos para que los pilotos sepan dónde aterrizar en la noche.

Asesores de Moïse dijeron que el mandatario se enteró de la pista de aterrizaje después de una llamada furiosa de la DEA.

Entre mayo y junio, la pista de aterrizaje en Savane Diane y otra en el norte de Haití registraron una cantidad desmesurada de tráfico, al menos una decena de aviones había aterrizado, transportando posiblemente miles de kilos de cocaína, dicen funcionarios de seguridad haitianos. A mediados de junio, la DEA llamó a las autoridades haitianas y exigió saber por qué se presentó ese repunte, según funcionarios haitianos con conocimiento de la comunicación.

Incluso, varios de esos aviones habían hecho escala en Puerto Príncipe en medio de la noche, cuando el aeropuerto estaba cerrado, dijeron.

Cuando Moïse se enteró de las entregas a mediados de junio, estaba furioso, según sus colaboradores. Luego llegó una orden del palacio presidencial: la pista de aterrizaje debía ser destruida.

Pero las autoridades locales se negaron a hacerlo, según varios funcionarios entrevistados.

Aproximadamente una semana después, Moïse estaba en su casa, con su esposa y dos de sus hijos, cuando unos sicarios irrumpieron en su casa. Las fuerzas de seguridad de Hérard los dejaron entrar en el recinto presidencial. En su testimonio inicial, Hérard dijo que se retiraron cuando los hombres armados se identificaron como agentes de la DEA.

No hubo intercambio de disparos entre los asesinos y los guardias de Moïse. Cuando los hombres armados irrumpieron en la residencia, el presidente llamó a Hérard y a otro oficial de seguridad para que los rescataran, dijo su viuda al Times. Pero no llegó ninguna ayuda.

Uno de los hombres que lideraba a los sicarios, Joseph Felix Badio, era un exinformante de la DEA que llamó a Ariel Henry, el nuevo primer ministro del país, varias veces en los días previos y las horas posteriores al asesinato, según una copia del informe policial. Henry, un aliado cercano de Martelly, ha negado estar relacionado con el asesinato.

Badio todavía está prófugo, pero en las semanas posteriores al asesinato fue visto en vehículos estatales a prueba de balas, según un oficial de seguridad que participó en la investigación.

Henry ha sacado del gobierno a los antiguos aliados de Moïse. El mes pasado, nombró a un nuevo ministro de Justicia, Berto Dorcé, quien —según una investigación de la DEA— sobornó a uno de los jueces que supervisaba el caso de la embarcación de bandera de Panamá con 1100 kilos de droga a bordo. Un exalto funcionario policial haitiano también dijo que Dorcé pasó meses en la cárcel por un caso de tráfico de drogas.

Dorcé no respondió a una lista de preguntas para este artículo. Martelly está en Miami, donde vive, mientras, según sus colaboradores, piensa iniciar una nueva campaña presidencial.

Las elecciones nacionales se celebrarán el próximo año, y Martelly es considerado como uno de los favoritos.

Julian Barnes colaboró con reportería desde Washington.

Maria Abi-Habib es la jefa de la corresponsalía para México, Centroamérica y el Caribe. Ha reportado para The New York Times desde el sur de Asia y el Medio Oriente. Encuéntrala en Twitter: @abihabib