Revista D

Proyectos de desarrollo repercuten en generaciones más sonrientes en Las Tablas

Diferentes planes que involucran a los habitantes de Las Tablas, ofrecen prosperidad a esta aldea de Chiquimula afectada en el pasado por altos índices de desnutrición.

Los índices de desnutrición aguda en los menores de cinco años se han reducido en el lugar a cero, asegura la Fundación Cofiño Stahl. (Foto: Fundación Cofiño Stahl).

Los índices de desnutrición aguda en los menores de cinco años se han reducido en el lugar a cero, asegura la Fundación Cofiño Stahl. (Foto: Fundación Cofiño Stahl).

Cerca de las puertas de varios de los hogares de la aldea Las Tablas, en Chiquimula, se pueden apreciar pequeñas placas con los nombres de uno hasta once  proyectos de desarrollo en los cuales los residentes se han involucrado.

 
Todos los planes están destinados a reducir los niveles de desnutrición en niños de cero a cinco años, y han sido implementados por la Fundación Cofiño Stahl, con presencia en el lugar desde el 2011. Esta entidad se preocupó por la situación de los aldeanos a partir del reportaje Olvidados en su tierra, publicado en Prensa Libre hace cinco años.
 
  El involucramiento de los habitantes es vital, pues las acciones que desde el 2011 se han implementado no se limitan a la donación de alimentos. Madres, padres e hijos, así como el Consejo Comunitario de Desarrollo, son agentes activos para lograr y sostener oportunidades de empleo, estudio y emprendimiento, los que también se reflejan en resultados de reforestación, ecología y salud.
 

Casa modelo

“Cuando la fundación llegó a la aldea, yo trabajaba como vigilante en un programa del Ministerio de Salud. Me  atrajo la idea de ser madre monitora, porque me gusta tratar con niños. Yo los pesaba y les tomaba medidas de sus cabezas y bracitos”, cuenta Elva Marina Ramos Lorenzo, esposa y madre de cuatro hijos, entre las edades de 15 y cuatro años. “En casa todos participamos en los proyectos”, dice Ramos Lorenzo, la única que al frente de su hogar exhibe en una placa la totalidad de planes de la fundación.
 
“Los proyectos que tengo ahora son el cultivo de hortalizas, la incubadora de pollitos y la granja de pollos de engorde, pero he estado en  los 11 que se han creado desde el principio, y les he dado seguimiento. Continuaría participando si se presentan más oportunidades, porque me gusta recibir capacitaciones y poner en práctica todo lo que aprendo. Mi familia ha prosperado, estamos saliendo adelante”, añade Ramos Lorenzo, quien “es líder y emprendedora en su comunidad. Su hogar es ejemplo de los cambios que las familias pueden lograr”, indica Miriam Salazar, gerente de la fundación. “La suya es una casa modelo, que exhiba todos los proyectos en los que ha participado con éxito, es una especie de certificación”, agrega Andrés Abascal, gerente de mercadeo de Cofiño Stahl.
 

Cambios

Con regularidad ambos gerentes han visitado Las Tablas. “Es sorprendente ver los cambios. Yo me sumé a estos programas desde hace un par de años. Desconocía el estado anterior, pero tengo ahora una mejor idea del antes y del después, porque la fundación empezó  a trabajar en El Limar y El Durazno, dos comunidades cercanas. Es sorprendente percibir las diferencias. Las tres tienen condiciones similares, pero son evidentes los cambios en Las Tablas”, indica Abascal.
 
“Cuando se publicó el reportaje, de parte de la presidencia de la compañía surgió la propuesta de empezar a trabajar un proyecto para asistir a las familias. La primera línea de acción fue para reducir los índices de desnutrición en los niños menores de cinco años. Originalmente pensamos en un único proyecto de acompañamiento de tres meses pero al conocer la realidad de los habitantes, surgieron otros. Después de cinco años de presencia, seguimos impulsado líneas de trabajo en la comunidad”, explica Salazar.
 
La gerente menciona que desde el comienzo se buscó el involucramiento de los aldeanos. “En lugar de entregar alimentos a las madres de los niños con desnutrición, se propuso darles un almuerzo que reuniera los nutrientes que necesitaban, pero las mamás debían asistir a un mismo lugar para  prepararlos”, dice la gerente.
 
Durante el primer mes un médico atendió a la comunidad y eso permitió detectar más causas de la mala alimentación en los menores. La mayoría tenía, además, infecciones gastrointestinales y respiratorias. Era porque muchas casas iban al río a buscar agua  y porque el comal o fogón era usado en el mismo espacio de la habitación.
 
Con la ayuda de los padres, luego de un estudio sobre las fuentes naturales de agua en la montaña donde queda Las Tablas, “se logró una red de distribución del líquido y se capacitó en la construcción de estufas ecológicas, para minimizar el impacto del humo en los hogares. Se repellaron las paredes de bajareque de los hogares y se cubrió el suelo con cemento. Se instruyó en el cuidado de la naturaleza para no contaminar los recursos hídricos, ni deforestar el bosque, se han sembrado unos ocho mil árboles”, dice Salazar.
 
“Ya vemos cambios sustanciales, pero los mejores resultados se apreciarán en cinco o 10 años, cuando la generación que recibió esta ayuda haya crecido y cuente con mejores oportunidades”, refiere Marlon Paiz, coordinador de proyectos de la fundación.

Educación

Con ayuda de otras fundaciones, empresas y centros de capacitación, la Fundación Cofiño Stahl estimula diferentes proyectos de producción: cría de pollos, venta de su carne y huevos, así como de pan, hortalizas, abono orgánico (con el uso de lombrices), artesanías y wipe (hasta 40 toneladas al mes), el cual la misma empresa compra a los aldeanos.

Hay también un programa de estudio por trabajo que da los jóvenes la oportunidad de graduarse de bachilleres, pues en Las Tablas la escuela pública imparte hasta sexto primaria. Se han graduado 18, algunos han sido contratados por la empresa, otros ascendidos de peones a capataces en firmas agrícolas de Chiquimula.

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