Revista D

Una Navidad del siglo XIX en Guatemala

Un visitante que en 1839 estuvo en el país describió las festividades de fin de año en la Nueva Guatemala de La Asunción.

Reproducción a partir de una pintura en la cual se aprecia la plaza central de Guatemala, en 1850. (Foto: Museo Nacional de Historia).

Reproducción a partir de una pintura en la cual se aprecia la plaza central de Guatemala, en 1850. (Foto: Museo Nacional de Historia).

John Lloyd Stephens (1805–1852) fue escritor, explorador y diplomático estadounidense. Recorrió el país en la época en que Rafael Carrera fungió como presidente. En 1839 pasó las fiestas decembrinas en la ciudad y relató su experiencia en Incidentes de viaje en América Central, Chiapas y Yucatán, Tomo I. De sus relatos extraemos los siguientes fragmentos.
 

Nochebuena

Era  la víspera de Navidad, la noche del Nacimiento de Cristo. En un extremo de la sala se había levantado una plataforma, con un piso verde, y decorada con ramas de pino y ciprés, con pájaros posando sobre ellas, espejos, papel de lija y con figuras de hombres y animales, representando una escena rural, con una enramada y una muñeca de cera en una cuna; en resumen: la gruta de Belén y el Niño Salvador. Siempre, en esta época del año, cada casa en Guatemala tiene su Nacimiento con la riqueza y gusto del propietario, y en tiempo de paz, la imagen del Salvador es adornada con las joyas de familia, perlas y piedras preciosas, y por la noche todas las casas están abiertas, y los habitantes, sin ser conocidos ni invitados, y sin distinción de rango ni persona, van de casa en casa visitando; y la semana del Nacimiento es la más alegre en el año; pero, desgraciadamente, por ahora, se observaba solamente por fórmula; la condición de la ciudad era demasiado incierta para permitir la entrada general en las casas y para andar por las calles de noche. Podría ser pretexto para que entraran los soldados de Carrera.
 

Misa de gallo

Asistí a una reunión pequeña, pero se componía de la élite de Guatemala, y principió con la cena después de la cual siguió el baile. La pieza estaba mal alumbrada, y la compañía, dada la precaria situación del país, nada alegre; pero el baile se sostuvo hasta las 12 de la noche, cuando las damas se pusieron sus mantos y todos nos fuimos a la catedral donde se celebraban las imponentes ceremonias de Nochebuena. El piso del templo estaba lleno de vecinos de la ciudad, y una gran concurrencia de los pueblos alrededor.

Toros

El día  25, por la tarde, sería la primera corrida de toros de la temporada. La Plaza de Toros está situada cerca del templo El Calvario, al final de la Calle Real, de construcción y forma parecida al anfiteatro romano, como de trescientos cincuenta pies de largo y doscientos cincuenta de ancho, capaz de contener, según supusimos, cerca de ocho mil almas, por lo menos la cuarta parte de la población de Guatemala, y ya por entonces se encontraba llena de espectadores de ambos sexos y de todas las clases sociales sentados unos junto a otros indistintamente, descollando entre ellos los puntiagudos sombreros de anchas y volteadas alas y las negras sotanas de los sacerdotes.
 

Novena

Durante la semana se hicieron esfuerzos para estar alegres, pero todo se hallaba más o menos mezclado con las solemnidades religiosas. Una de ellas era la Novena, período de nueve días de rezos a la Virgen. Una dama, que se distinguía por la observancia de esta devoción, tenía un altar construido a lo largo de todo un extremo de la sala, con tres gradas, decorado con flores, y una plataforma adornada con espejos, cuadros e imágenes, en medio de las cuales estaba una imagen de la Virgen ricamente ataviada, y toda ornamentada de una manera imposible para mí de describir, pero que puede imaginarse en un lugar donde las flores naturales se encuentran en la mayor profusión, y las artificiales se hacen más perfectas que en Europa, y donde las damas tienen un gusto extraordinario para arreglarlas. Cuando entré, los caballeros estaban en una antesala, con sus sombreros, bastones y espadines; y en la sala las señoras, con sus criadas limpiamente vestidas, estaban  arrodilladas rezando.
 

Año Nuevo

El  1 de enero de 1840, un día para mí tan lleno de recuerdos del hogar-nieve, y rojas narices y labios azules fuera de las casas, y flameantes fuegos y bellos rostros adentro, amaneció en Guatemala como una mañana de primavera.
El sol parecía regocijarse ante la hermosura de la tierra que alumbraba. Las plantas florecían en los patios, y las montañas visibles por arriba de los tejados de las casas, estaban sonrientes de verdor. Las campanas de 38 iglesias y conventos proclamaban la llegada de un nuevo año. Las tiendas estaban cerradas como en día domingo; no había mercado en la plaza. Los caballeros, bien trajeados, y las señoras con negros mantos cruzábanla para asistir a la misa mayor en la catedral. La música de Mozart henchía las naves. Un sacerdote en extraña lengua proclamaba la moralidad, la religión y el amor a la patria. Y el piso del templo estaba atestado de blancos, de mestizos y de indígenas.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: