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Francescoli un uruguayo que fue príncipe en el futbol argentino

Enzo Francescoli es uno de esos jugadores que dejan  huella. Admirado y querido hasta por las aficiones  rivales, el uruguayo fue durante su carrera un  ejemplo de elegancia y educación dentro y  fuera de los terrenos de juego.

Enzo Francescoli, el príncipe uruguayo. (Foto Prensa Libre: AS Color)<br _mce_bogus="1"/>

Enzo Francescoli, el príncipe uruguayo. (Foto Prensa Libre: AS Color)

 Enzo Francescoli,  más conocido  como el Príncipe, es un tipo in travertido a  quien no le gustó nunca lla mar la atención. Un artista  dentro del campo y un ca ballero fuera de él. Uno de  esos futbolistas a los que  quieren hasta las aficiones  rivales. No es una frase he cha, es la realidad.

Hincha incondicional de  River, ídolo de la afición mi llonaria, Francescoli acudió  a la Bombonera a un ho menaje para Maradona cuan do   ya estaba retirado. Nadie  le silbó. Es más, aficionados  de Boca, su eterno rival, lo  paran en la calle con ad miración. “Me paran y me  dicen: ‘soy de Boca, pero te  apoyo igual y estuve en tu  partido de despedida’. Me ha  pasado más de una vez”, co menta Enzo.

 sus inicios

El Príncipe empezó su ca rrera en el Montevideo Wan derers. Pudo haberlo hecho  en Peñarol, pero en una  prueba se desencantó por que pasó más tiempo viendo  jugar al resto que haciéndolo  él. Fue seleccionado para  volver otro día, pero nunca  apareció. En Wanderers co sechó grandes actuaciones y  comenzó a labrarse un nom bre en el futbol sudameri cano. En 1980, su primer año  con el primer equipo, con siguió el subcampeonato, so lo por detrás de Nacional,  algo muy meritorio para un  conjunto que, en teoría, es taba un escalón  abajo de los  dos grandes de Uruguay: Pe ñarol y Nacional.

En 1983, tras seguir co sechando grandes actuacio nes individuales con Wan derers, le llegó la oportu nidad que tanto había so ñado y fue traspasado a Ri ver por US$320 mil. La ne gociación fue complicada  —duró más de un mes— y la  cifra era altísima para esa  época. Francescoli dejaba  atrás 74 partidos y 20 goles  con Wanderers para enfren tarse a un gran reto: jugar en  uno de los clubes más im portantes de Argentina.

A pesar de que marcó su  primer gol con River en su  segundo partido, ante Ferro,  sus inicios fueron compli cados. Le costó adaptarse al  equipo y la Prensa lo empezó  a cuestionar. Sin embargo,  un periodista de renombre  como Víctor Hugo Morales  escribió una columna titu lada: Si no triunfa, yo de esto  no sé nada. El periodista se  jugó su prestigio personal  para defender a Enzo.

No fue sino un año des pués de su debut, con la lle gada de Pedernera al ban quillo, que Francescoli em pezó a ser el jugador que  prometía.

FUTBOL Y BALLET

El 8 de febrero de 1986, en  un día  intrascendente, llegó  uno de los mejores momen tos de su carrera. River ju gaba un amistoso contra la  selección de Polonia. En los  minutos finales, Enzo sor prendió a todos  y se sacó de  la chistera una espectacular  chilena que acabó en gol.  Futbol y ballet se unieron en  una jugada de una belleza  superlativa. Pero lo mejor  aún estaba por llegar, ya que  ese mismo año River salió  campeón.

Poco más tarde, el pre sidente millonario Hugo Cé sar Santilli y el dueño del  Racing Matra, de París,  Jean-Luc Legardere, concre taron el pase de Enzo al con junto de la capital francesa  por US$4 millones. Antes de  recalar en el conjunto galo  fue al Mundial de México de  1986, donde fracasó.

Enzo vio el Racing Matra  como un trampolín, una breve  escala que le ayudara a dar el  salto definitivo a un gran club  de España o Italia. Sin em bargo, el presidente del club  galo no lo veía así y rechazó  ofertas de grandes clubes  —Barcelona y Juventus, entre  otros— por el uruguayo.

Harto de esta situación, a  mediados de 1989, con 89 par tidos y 32 goles con el con junto francés, Enzo amenazó  con dejar el futbol si no era  traspasado. Ante este órdago,  el presidente tuvo que ceder y  fue transferido al Olympique  de Marsella, donde  quedó a  un paso de la gloria al caer  frente al Benfica, en la final  de la Copa de Europa —ahora  Liga de Campeones—. Pero,  más allá del sabor amargo de  la derrota, en el club de Mar sella volvió a encontrar lo que  buscaba: club grande, con as piraciones y estadios llenos.  El escaparate perfecto para  dar el salto a Italia tras una  campaña con el Olympique,  en la que logró 11 goles en 28  partidos.

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