LA BUENA NOTICIA
El País que tenemos
En nuestro país los ciudadanos se empobrecen cada día más, mientras en el resto del mundo los pobres disminuyen. Aquí “no solo hay más pobres, sino que su pobreza es mayor”. Una causa es el sistema económico que nos rige, que “no logra ni la inclusión de más personas ni su mayor participación en la producción y disfrute de la riqueza”. (CEG)
Por eso el empobrecimiento de los guatemaltecos se agudiza por la falta de salud y alimentación, por las deficiencias en el sistema educativo, por un sistema hospitalario en crisis permanente, por viviendas precarias, por la incapacidad de ofrecer empleo digno y estable a los jóvenes, que se ven obligados a emigrar; además, por la contaminación ambiental y de las fuentes de agua para el consumo, por las pérdidas de cosechas de los pequeños productores de maíz o café, por la realidad de violencia en múltiples formas, desde la intrafamiliar hasta la del crimen organizado. (CEG)
Otras causas generadoras de extrema pobreza son instituciones deficientes y Estado corrupto, por ejemplo, los diputados, que en su mayoría, son los más inmorales e ineficientes; le siguen muchos alcaldes, también no pocos magistrados y jueces, hasta quienes ocupan puestos en el Ejecutivo, aunque hayan dicho hasta el hartazgo: “ni corrupto ni ladrón”.
La causa de fondo es de tipo ético, por eso les propongo la parábola que hoy escuchan las comunidades cristianas, que recoge Lucas en su primera obra, (15, 11-32), sobre un papá pródigo de amor que tenía dos hijos, donde el mensaje principal es dar vida relacionándonos con el otro en la lógica del amor y recreando así la conducta del padre incomprensiblemente bueno que es Dios mismo revelado en Jesucristo.
Según el instinto egoísta que todos llevamos dentro, ante esa conducta del padre bueno reaccionamos como el hermano mayor, que no quiere reconocer al otro como hermano, y dice con desprecio: “ese hijo tuyo”, infiel y perdido. Esta actitud de desprecio por el otro es la que alimenta conductas corruptas, discriminadoras y excluyentes.
En una sociedad guatemalteca empobrecida por el individualismo, es urgente que todos nos veamos, respetemos y ayudemos como hermanos; admitiendo formas de pensar y de vivir distintas dentro de una convivencia pacífica y constructora de una vida más humana y confortable para todos; y reconociendo que somos un país plurilingüe, multicultural, pluriétnico. Esto supone un cambio de mentalidad, es decir, que todos nos consideremos iguales, que ninguno se crea superior a los demás. No vivimos como hijos de Dios si no miramos y aceptamos al otro como hermano. La fraternidad es imperativo de actualidad máxima en nuestra sociedad guatemalteca individualista e insolidaria.
Las élites de nuestro país solo piensan en asegurar sus privilegios, al igual que el hijo mayor de la parábola sólo está pensando en asegurarse la herencia para él, por eso no quiere saber nada del otro. El padre bueno insiste: “hijo, recibe a tu hermano”. Ese es nuestro destino que ya desde ahora y relacionándonos como hermanos, debemos ir construyendo cada día, si queremos una nación distinta.
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