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“Hay una palabra clave: ¡Perseverancia!”

Este abogado invidente es consultor en la Secretaría General de la Presidencia y por sus manos pasa la verficación de convenios internacionales.

El novelista mexicano Carlos Fuentes escribió: “Entre la vida y la muerte, entre la belleza y el horror del mundo, la búsqueda de la libertad nos hace, en toda circunstancia, libres”. Juan Carlos Gómez Barrios fue víctima de la explosicón de un cilindro de gas cuando tenía 3 años. A consecuencia de ello a los 12 años perdió completamente la vista, pero las circunstancias adversas no lo detuvieron en su búsqueda de libertad y autosuficiencia.
Sus hermanos mayores grabaron para él los Códigos, cuando les anunció que se matricularía —hace 16 años— en la facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar.

Es padre de un bebé de 15 meses. Sabe que es rubio por que así se lo han descrito, y sus manos ,al acariciarlo, le dicen que es delgado, alto y su piel suave como un copo de algodón.

Responde con la misma lógica jurídica que un abogado lo haría en una corte, siguiendo los principios, de identidad, de no contradicción y de implicación.

“No voy a decir que mi camino ha sido fácil, pero estoy satisfecho. Yo no soy un funcionario de alta jerarquía. Me considero un servidor público”, expresa con determinación.

¿Cuándo perdió el sentido de la vista?

Tuve un accidente cuando era pequeño, estalló el tambo de gas propano y quedé con deficiencia visual. A los 12 años perdí la vista totalmente.

¿Qué grado cursaba?

El accidente ocurrió cuando tenía 3 años. Tuve una complicación a los 11. Estuve un año entre operaciones y tratamientos médicos. Finalmente perdí la vista a los 12. Interrumpí los estudios por dos años, cursaba el quinto grado.

¿Esos dos años asistió a la escuela Santa Lucía o recibió terapias en casa?

Hice una terapia relativamente corta en la escuela Santa Lucía en donde aprendí a usar el bastón, el ábaco y el braile, que se basa en el sistema de escritura tradicional. La a, por ejemplo, es un punto. Es como si fuera un sustituto del alfabeto tradicional que se puede tocar.

Yo diría más que aprender de nuevo se trata de acostumbrarse a usar los medios disponibles para lograr las cosas que antes hacías de otra forma.

¿Cómo fue ese proceso?

Aquí hay una palabra clave: rehabilitación y otra: integración social.

Se trata de procesos. No te rehabilitas con que yo te diga: ¡Rehabilítate! No te reintegras con que te ordene ¡Intégrate! Es un camino que se transita poco a poco. Pueden ocurrir dos cosas, que nunca superes lo que te pasó o busques actuar de forma distinta a la que estabas acostumbrado, pero que no es la única, y finalmente encuentras una para tener mayor penetración en las relaciones afectivas.

Una persona ciega, quizás, no practique un deporte igual que sus compañeros, pero tal vez si pueda ser músico.

No todos son músicos, pero tampoco todos son deportistas. Vas eligiendo tu camino. Lo mismo pasa a nivel académico. Si no hubiera perdido la vista, no lo sé, ¡tal vez sería médico! (risas).

Es un proceso en el que te levantas y te caes. A veces pasas más tiempo en el suelo que de pie. Pero hay una palabra clave: ¡perseverancia! Y la otra es la fe en Dios. En la medida que sientas que no estás solo y haya alguien que te ponga los cinco centavos para reunir el quetzal, eso te anima.

Hagamos un antes y un después. ¿Qué significó reanudar quinto grado con otras circunstancias?

Es una pregunta difícil de contestar —hace una pausa mientras juega con sus dedos como si contara billetes imaginarios—. A la hora del receso, en las tardes y en las noches, una de mis pasiones era jugar futbol. No fui mal estudiante, pero le dedicaba mucho tiempo a los deportes y al perder la vista ya no lo pude hacer.

Desde una perspectiva emocional, es un golpe duro. No te duele en el momento que pasa, pero con el tiempo sí, cuando, por ejemplo, estás en el colegio y tus compañeros participarán en una carrera pero tú no, te sientes excluido; es una etiqueta constante.

¿Hace cuánto se graduó de la Universidad?

En el 2006. Fui estudiante landivariano.

¿Por qué Ciencias Jurídicas?

Me inclinaba por la sociología, pero he sido un poco pragmático y consideré que podría tener un poquito más de campo en el Derecho. Con esta carrera se obtienen tres títulos; el de licenciado en ciencias jurídicas y sociales, que es académico; el de abogado y el de notario. Yo no puedo ejercer el notariado, pero si la licenciatura y la abogacía. Mi elección tuvo que ver con mis circunstancias y ,claro, porque me gusta.

Es una carrera en la que se lee muchísimo. ¿Cuentan con todo el material en braile?

Utilicé braile durante mi adolescencia y parte de mi juventud. Como sistema, le tengo un agradecimiento muy grande, pero su alcance es un poco reducido, porque el material es escaso, y es cerrado. Cuando tuve la oportunidad de conocer los lectores de pantalla, que son softwares informáticos que dan habla a la pantalla, migré a ese sistema. Yo uso jaws para Windows. Por ejemplo, con una combinación de letras, una voz me puede decir la ventana en la que estoy, otra me puede leer un texto.

¿Cómo funciona?

Por ejemplo, puedo configurar el programa para que me lea con distintos tipos de voz los diferentes tipos de letra. Esos cinco años de universidad fueron computadora bajo el brazo usando jaws.

También me valía un poco del braile y usaba una grabadora pequeña de mini casete, de esas que usan los reporteros, no sé si aún las emplean.

¿Y cuando tenía que estudiar, por ejemplo, el Código Procesal Penal, qué hacía, porque es un material muy extenso?

Los tenía grabados, algunos gracias a mis hermanos y otros a la computadora. Llegué a tener tal dominio de la grabadora que podía ubicar un artículo del Código Civil, que tiene más de 2 mil, en cuestión de segundos. Además, los artículos van numerados.

¿Ha litigado?

Sí. Me gradué con todos los requisitos de la ley. Después llevé algunos litigios civiles, en cuestión de ejecuciones, una vez abordé un asunto penal, se iba a dictar una medida sustitutiva, fue un trámite corto.

¿Cuántos hermanos tiene?

Ocho.

¿Quiénes eran los que grababan los Códigos para usted?

José y Miguel, mis hermanos mayores. Además de los códigos, grabaron para mí libros completos.

¿Cuéntenenos acerca de su trabajo?

Tengo a mi cargo el estudio y el análisis técnico jurídico, no económico ni político, de los expedientes que se someten a consideración del Presidente de la República. Soy parte de ese equipo de asesores.

Nosotros establecemos si procede o no, o si previo a pronunciarnos en definitivo se debe hacer alguna corrección. A grandes rasgos ese es mi trabajo. En estos días reviso un convenio con la Unión Europea.

¿Cuáles son los retos de este trabajo?

Un error puede repercutir en que luego algo no se pueda desarrollar en el país y tenemos una responsabilidad con el Presidente, porque él es nuestro cliente.

Cuando le decimos usted puede firmar esto, es porque todo está perfecto y él asumirá que todo está bien.

Vemos las cosas más sencillas como jubilaciones y pensiones hasta convenios internacionales. Todo pasa por aquí.

¿Usted conoce a su principal cliente?

¡Oh, nosotros no tratamos seguido con él! No lo conozco, ¡pero sé que no es cualquier cliente! (risas).

¿Qué hace en sus ratos libres?

Leo mucho. ¡De todo!

¿Cuál es el último libro que leyó?

Acabo de terminar, El coyote, una zaga escrita por José Mallorquí, que tiene como escenario California. Tiene un fondo histórico.

¿Le gusta la historia?

Me gusta mucho. Uno de los últimos libros que leí fue Los reyes malditos, la sucesión en el trono de Felipe el Hermoso en Francia y las luchas internas por el trono.

Pero no me restrinjo. Hace poco volví a leer los libros de Gabriel Amorh, el exorcista de la diócesis de Roma.

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