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La improbable y poco conocida amistad entre Salvador Dalí y Marcel Duchamp, dos de los grandes genios del siglo XX

Marcel Duchamp y Salvador Dalí son dos titanes del arte moderno que parecen tener poco en común.

Uno es el padre del arte conceptual, que dio la espalda a la comercialización de ese mundo, en favor del ajedrez.

El otro es famoso como pintor y también por perseguir la fama, una personalidad digna de un dandy que sabía cómo venderse.

Para la curadora de arte Dawn Ades, quien organizó una exposión conjunta de ambos artistas en Londres en enero, esa amistad es una “gran sorpresa” para muchas personas y por eso es la primera muestra que los une.

“Los historiadores del arte, en general, estudiaron a los dos por separado. Y no se prestó mucha atención a esta amistad”, señala la curadora.

Pero esa relación es más profunda al encontrar conexiones entre sus obras.

No se trataba de una rivalidad animada como, por ejemplo, la de Picasso y Braque o Freud y Bacon, sino más bien una relación afectuosa consolidada por los veranos en los cuales compartían juntos vacaciones en Cataluña.

Incluso hacían contribuciones mutuas en sus trabajos.

En 1954, Duchamp ayudó a Dalí a realizar una “corrida de toros surrealista”, con un toro hecho de papel maché que estallaba en una lluvia de fuegos artificiales.

Dalí, por su parte, colaboró para imprimir el telón de fondo del trabajo de instalación de Duchamp, Étant Donnés, en su estudio.

Dado que Duchamp trabajó en esta pieza en casi total secreto en los últimos 20 años de su vida, la participación de Dalí es sin duda un signo de la confianza que existía entre ellos.

“Fue una amistad genuina y con un respeto legítimo el uno por el otro”, sugiere Ades.

“Creo que simplemente disfrutaban de la mutua compañía: dos personas muy inteligentes y profundamente escépticas del mundo del arte … ¡Creo que se divirtieron mucho!”, opina.


Espíritus afines
La pareja probablemente se conoció en 1930. Se sabe que Duchamp asistió a una proyección de la película surrealista de Dalí y Luis Buñuel, L’Age d’or(La edad de oro), en París.

Pero la amistad parece haber florecido en el verano de 1933, cuando Duchamp alquiló una casa en Cadaqués, cerca de donde vivía Dalí.

Hay fotos de vacaciones de ellos y sus parejas conversando.

Se trató de una amistad alegre, pero también poco convencional como era de esperar de estos dos personajes.

Ese verano, Dalí escribió un poema de amor, si se le puede decir así, llamado “Yo como a Gala”: una fantasía de ensueño, acompañada de garabatos obscenos, que relata una excursión a la península de Cap de Creus, en Cataluña.

Dalí escribió sobre chupar las rocas, que se funden en la piel quemada por el sol de Duchamp, que luego se fusiona con la de la futura esposa de Dalí, Gala, y que finalmente se la come.

Simplemente la forma de Dalí para documentar un día cualquiera con su nuevo amigo…

También hay lugar para la representación de los tres personajes.

“Dos trozos de pan expresando el sentimiento de amor” es una obra de Dalí que fue pintada en 1940, y los trozos de pan forman un triángulo con un peón de ajedrez.

Fue hecha en Arcachon, en la costa suroeste de Francia, donde Dalí y Gala se alojaban con la diseñadora de moda Coco Chanel huyendo del avance del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

Duchamp, también en Arcachon, encontró en Gala a una nueva oponente en el juego de ajedrez, mientras Dalí pintaba.

Se cree que el pan representa a la pareja y el peón a Duchamp.

En 1971, Dalí llevó a cabo otro homenaje a su amigo y a su pasión por el ajedrez: hizo un juego con piezas de bronce y con forma de dedos y pulgares.

Más allá de muestras tan evidentes de afecto, ambos artistas presentaban preocupaciones comunes, según analiza la curadora Ades.

En primer lugar, como ambos hombres, a su manera, estaban luchando contra lo que Duchamp llamó la tendencia “retina” en el arte moderno: la idea de que el impacto visual se había convertido en la principal preocupación del arte.

“Duchamp pensaba que el arte se había vuelto demasiado retinal, dirigido solo al ojo”, explica Ades.

“En algún momento, el arte tenía otras funciones: podía ser moral, político, filosófico, y (él no veía) ninguna razón por la cual el arte no debería recuperar eso”.

Este deseo de que el arte sea algo más que pura abstracción visual se refleja en la obra de Dalí, con su interés en la imaginación y el subconsciente, su lucha con la iconografía religiosa, la psicología freudiana y los avances en pensamiento científico.

Por supuesto, esto no era un deseo retrógrado de que el arte se convirtiera en una “fuerza para el bien” con un mensaje moral.

Ambos artistas estaban más interesados en inquietar y cuestionar, utilizando el arte para provocar a la sociedad.

“Ellos tenían un ojo crítico: no estaban celebrando lo erótico, estaban preocupados por eso; no estaban elogiando la ciencia, la estaban cuestionando”, señala Ades, y agrega que el sentido del humor presente a través de las obras también socava cualquier “gran afirmación sobre la ciencia, la religión o el arte”.

Amistad persistente
Luego está el hecho del interés común en el erotismo que sin duda está muy presente en sus obras y de forma explícita.

Como las pinturas de masturbación de Dalí o los objetos fálicos de Duchamp y los juegos de palabras en los que parecen colegiales traviesos.

Su vociferante voyerismo se puede ver en Étant Donnés, considerada una de las grandes obras de Duchamp: una especie de peep show, una exposición en la cual el espectador mira a través de un agujero en una puerta a un cuadro en 3D y puede ver el cuerpo de una mujer desnuda con los brazos extendidos contra un paisaje que presenta una cascada en movimiento.

El trabajo está instalado en el Museo de Arte de Filadelfia, pero la Royal Academy of Arts tiene un estudio (un poco desconcertante) de ese desnudo, hecho a mano en terciopelo y cuero. Y una inscripción en el telón de fondo incluye el nombre de Dalí, revelando que él ayudó a Duchamp con la pieza en 1959, en su estudio en Port Lligat.

Todo esto sugiere que entre ellos existía una amistad cercana, incluso creativa.

Dalí y Duchamp siempre fueron figuras que crearon división. Y así se pudo comprobar con los amigos de Duchamp, John Cage y Richard Hamilton, que estaban desconcertados y profundamente desaprobaban ese afecto por Dalí.
“Hay algunas personas que piensan que Duchamp básicamente asesinó al arte, y otras que piensan que Dalí era un falso, y demasiado interesado en el dinero. Prejuicios”, dice Ades.

Los dos hombres pensaban que estaban peleando del mismo lado: ambos ondeaban una bandera roja contra el resto del mundo del arte.

Las modas del arte cambian y, hablando en términos generales, Dalí perdió el favoritismo por un tiempo, y fue calificado de populista, sórdido o cínico, mientras que a Duchamp se lo venera por cambiar el curso del arte del siglo XX.

El hecho de que se haya retirado de la comercialización, lo hace parecer “puro” en lugar de un vendedor, probablemente ayude a su imagen.

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