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Muere John le Carré: cómo la realidad y la ficción se encontraron en el mundo de espías del escritor británico

El tiempo que el recién fallecido escritor pasó trabajando en el MI5 y el MI6 bien pudo haber sido la fuente de sus relatos de ficción

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Le Carré mantuvo en secreto la verdadera historia de su trabajo para la inteligencia británica.

Le Carré mantuvo en secreto la verdadera historia de su trabajo para la inteligencia británica.

El trino del actual jefe del MI6, el servicio de Inteligencia Británico, rindiendo homenaje a las novelas “brillantes y evocadoras” hubiera dibujado una sonrisa irónica en el rostro de John le Carré. La relación del escritor con los que fueron sus colegas en el mundo del espionaje siempre fue profundamente complicada.

La carrera del novelista estuvo influenciada por el tiempo que pasó en el mundo secreto del espionaje y, a su vez, su propio trabajo de ficción influyó en gran medida al mundo de la inteligencia británica, incluida la manera en que los espías hablaban de sí mismos.

Muchos escritores de ficción basan sus relatos en la vida real, pero debido a la experiencia de Le Carré dentro de un mundo que era secreto (mucho más que hoy día), resulta particularmente difícil distinguir en su sus novelas dónde termina la realidad y comienza la ficción, lo que creaba un misterio cuyo valor entendió el autor.

El tiempo que el recién fallecido escritor pasó trabajando en el MI5 y el MI6 bien pudo haber sido la fuente de sus relatos de ficción, pero él eligió guardar celosamente la verdad.

“Tengo unos recuerdos tan contradictorios de mi época en el servicio (…) y sentimientos tan encontrados que nunca he sabido lo que pienso realmente”, me dijo una vez, recordando aquellos tiempos. “Es una cuestión de orgullo para mí que nadie que conozca la verdad me haya acusado hasta ahora de revelarla”.

El aspecto definitorio del tiempo que David Cornwell, el nombre real de Le Carré, pasó en los servicios de inteligencia británicos es que fueron años sombríos.

Personajes ambiguos

Los traidores fueron descubiertos uno a uno.

“Apenas había terminado mi entrenamiento básico cuando se desveló que George Blake, un veterano y respetado oficial del servicio, era un espía ruso”, contó Le Carré.

El descubrimiento de otra manzana podrida dentro del MI6, Kim Philby, proveería la inspiración para la obra más famosa de Le Carré: la trilogía de novelas sobre el agente Smiley.

Su valor estaba en que combinaba el riesgo del mundo de conspiraciones de la Guerra Fría con las emociones humanas y los dramas personales de aquellos traidores que eran también traicionados.

Kim Philby.
Getty Images
Las historias de traidores descubiertos, como la de Kim Philby inspiró el trabajo de Le Carré.

Algunos dicen que el término “topo” para describir a un agente enemigo hurgando en los secretos de un servicio extranjero viene de Le Carré, y muchas de las expresiones acuñadas en sus novelas se volvieron moneda común.

El equipo de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, que trabaja contra Moscú fue conocido durante años como “La Casa Rusia”, un nombre que muchos atribuyen a la nóvela de Le Carré que con el mismo nombre se publicó en 1989.

Algunos de los que han trabajado en La Casa Rusia me contaron que identificaban a uno de sus adversarios rusos como “Karla”, una referencia al enemigo de George Smiley en los libros del novelista británico.

Mientras que las novelas de James Bond, obra de Ian Fleming, eran una fantasía de escapismo en Technicolor, los agentes secretos que aparecen en las páginas de Le Carré tenían sus raíces en una realidad compleja, gris y ambigua.

Pero eso significaba que algunos del MI6 no eran precisamente fans de sus novelas.

“Se atreve a decir que es un mundo de fría traición. No lo es. Es un mundo de confianza. No puedes dirigir a un agente sin confianza por ambas partes”, me dijo una vez la baronesa Daphne Park, que formaba parte del MI6 en los años en los que estuvo Le Carré.

Alec Guinness como George Smiley.
BBC
Muchos de los personajes de Le Carré fueron agentes de moral compleja, como George Smiley, al que Alec Guinness interpretó en pantalla.

Richard Dearlove, un antiguo jefe del MI6, criticó a Le Carré al Festival Literario de Cliveden unos años antes por perpetuar una idea cínica, unos comentarios que Le Carré consideró muy oportunos para conseguir publicidad en su nueva novela.

Mientras Le Carré tuvo una relación profundamente conflictiva con la realidad de los espías, también los espías tenían una relación difícil con la ficción, y en ocasiones no les gustaba la percepción del mundo de los servicios secretos que se desprendían de ellas.

Pero al mismo tiempo les encantaba el aura de mito que le daba a su trabajo en todo el mundo.

“Durante años hubo dos sentimientos en el servicio” al final de la Guerra Fría, me contó Colin McColl, jefe del MI6 en 2009.

“Estaban los que estaban furiosos con Le Carré porque retrataba a todo el mundo como gente que estaba siempre en desacuerdo y conspirando unos contra otros… pero creo que era magnífico porque nos dio la oportunidad de ser especiales un par de generaciones más”.

La mitología de los espías

En los últimos años, el servicio secreto se ha vuelto algo menos secreto y más interesado en apartarse de la imagen que de él se da en la ficción.

John Scarlett, quien fuera responsable del MI6, le dijo a la BBC tras conocer la noticia de la muerte de Le Carré: “En mi experiencia, hay hechos y hay ficción. No deberían confundirse”.

Pero los hechos y la ficción a menudo se confunden, especialmente en los años en los que el secretismo provocó un vacío en el conocimiento del público.

Le Carré se encontró con que sus historias habían impulsado las leyendas sobre espías y, a veces, hizo reflexiones en los que parecía dudar sobre eso.

“El problema es que el lector, como parte del público al que pertenece, y a pesar de las pruebas que indican que no debería, quiere creer en espías”, escribió una vez.


 

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