¿Qué significa para usted ofrecer un concierto en su país?
Regresar a Guatemala siempre es un sueño. Cuando me preguntan de dónde soy, siempre contesto ‘de Guatemala’. Entonces vienen los comentarios: ‘No aparenta ser guatemalteco’. Sonrío y digo: ‘Cara de gringo, pero corazón chapín’. Regresar significa más que sólo tocar un concierto, es volver a las raíces de mi educación, mi hogar, mis amigos y colegas.
¿Cómo fue su llegada a Estados Unidos?
Sinceramente muy difícil; fue un shock increíble. Pero como tenemos el deseo de sobrevivir, uno encuentra su camino. No tuve éxitos inmediatos, fue un proceso de educación, estudio y trabajo. Todavía es muy difícil, porque cada día se aprecia menos el arte de la música clásica.
¿Y las dificultades más grandes?
Los miles de pianistas que existen. Poco a poco armé una carrera bastante diversa. Rápidamente me di cuenta de que solo tocando en conciertos no iba a sobrevivir, así que estudiéórgano para poder tocar en misas. Luego me formé para dirigir coros y orquestas y diversificar mis opciones laborales. Ahora trabajo como maestro y catedrático en un college.
¿Cuál ha sido su mayor satisfacción?
Haber sido el concertino de la Filarmónica de Los Ángeles, el pasado 29 de enero, en el auditorio de Walt Disney, en California, una de las salas de concierto más prestigiosas del mundo. Fue como un sueño.
¿Por qué el piano?
Yo no escogí el piano, él me seleccionó a mí. No veo la vida sin poder tocar, es una extensión de mi persona.
¿Cuántas veces se ha presentado en este país desde que vive en EE. UU.?
En varias ocasiones. He estado con la Orquesta Sinfónica y con el Festival Bravissimo. Este último ha sido mi hogar guatemalteco.
¿Qué consejos da a los jóvenes músicos?
No es suficiente ser bueno, uno debe tener la ambición de ser el mejor. Yo siempre tengo los pies sobre la tierra; también es importante la humildad y la sabiduría. Hay que mantener los ojos bien abiertos para aprender de todo lo que nos rodea.