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Guatemalteco investiga curación de heridas a través de electricidad y gana premio en Suecia
El guatemalteco José Leal presenta una propuesta de materiales especiales que permiten la curación de heridas a través de electricidad, y está entre las cien más destacadas del 2024.

José Andrés Leal, doctor en biomédica durante una entrevista en las instalaciones de Prensa Libre donde cuanta sus proyectos a futuro. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)
La Academia Sueca de Ciencias de la Ingeniería (IVA, en sueco), a través de la lista 100, destaca las investigaciones con gran potencial, dentro del proyecto Reserch2Business, una inversión a largo plazo, en colaboración con organizaciones, empresas, colegios y universidades, así como sus organizaciones de apoyo a la innovación.
Los trabajos incluidos en la lista se seleccionan mediante un proceso de nominación y selección, basado en una serie de criterios establecidos.
En dicha lista, en su edición del 2024, aparece el proyecto en el que está involucrado José Leal, acerca de cómo la electricidad puede curar heridas.
Las heridas crónicas son un problema de salud importante para los pacientes diabéticos y las personas de la tercera edad. En casos extremos, pueden incluso requerir una amputación, pero, mediante estimulación eléctrica, los investigadores de un proyecto de la Universidad Tecnológica de Chalmers, Suecia, y la Universidad de Friburgo, Alemania, han desarrollado en laboratorio un método que acelera el proceso de curación, haciendo que las heridas sanen tres veces más rápido.
Investigación
Para la mayoría de personas, una pequeña herida no representa complicaciones graves, pero muchos diagnósticos comunes dificultan enormemente la curación. Quienes padecen diabetes, tienen lesiones en la columna vertebral o sufren de mala circulación sanguínea tienen una capacidad de curación reducida. Esto significa un mayor riesgo de infección que a largo plazo pueden traer consecuencias tan graves como la amputación.
Un artículo de la Universidad de Chalmers explica que los investigadores trabajaron a partir de una vieja hipótesis, según la cual la estimulación eléctrica de la piel dañada puede utilizarse para curar heridas.
La idea es que las células de la piel son electrotácticas, lo que significa que migran direccionalmente en campos eléctricos. Es decir que si se coloca un campo eléctrico en una placa de Petri con células de la piel, estas dejan de moverse aleatoriamente y comienzan a hacerlo en la misma dirección.
El grupo investigó cómo se puede utilizar este principio para guiar eléctricamente a las células, con el fin de acelerar la curación de las heridas. Innovando en materiales para estimulación, los investigadores pudieron comparar la curación de heridas en piel artificial, estimulando una con electricidad y dejando que otra sanara sin electricidad.
En su estudio, los investigadores demostraron que la curación de heridas en piel artificial estimulada con corriente eléctrica fue tres veces más rápida que en la que se curó de forma natural. El campo eléctrico fue bajo y no tuvo un impacto negativo en las células.
Recientemente, Leal visitó Guatemala y habló más de su experiencia en Alemania, de su investigación y del proyecto que lidera actualmente buscando la creación de un nuevo dispositivo médico bioelectrónico para curación de heridas.
“Mi misión es ser pionero en métodos de curación avanzados”.
José Leal, doctor en ingeniería biomédica
¿Cómo se interesa en la Biomédica?
Me gradué en 2010 del Colegio Austriaco, en Guatemala, y tenía la oportunidad de estudiar en el extranjero.
Un tío se fue a Alemania hace 20 años y uno de mis primos que radicaba allá me compartió que estudiaba Ingeniería en Microsistemas con especialidad en Biomédica, así que desde los 12 años me emocionaba ir a estudiar allá, porque él me hablaba que utilizaba láser y hacía cosas para implantar en los ojos.
En 2011 me fui a Alemania, a la Universidad de Friburgo, aunque hice un año extra antes de entrar, para la validación de mis estudios.
En 2012 empecé la carrera de Ingeniería en Microsistemas, donde enseñaban fabricación de microchips y las tecnologías que necesitaban, sensores para las bolsas de aire de los carros, entre otras cosas. En el segundo año de Universidad entré a trabajar como auxiliar de laboratorio de Microtecnología Biomédica. Me dieron un trabajo sencillo, armar unos electrodos que iban a ser utilizados en investigación con ratas. Estaba fascinado. Al tener un centro de investigación en la Universidad, quienes estudiábamos licenciatura estábamos en contacto con los estudiantes de doctorado o maestría, una infuencia importante de los trabajos que ellos hacen.
Inspiran a seguir en este campo. Mi tesis fue de un conector eléctrico implantable, un marcapasos, el cual logré patentizar en Alemania. Hice una maestría, y en el proceso conocí a María Asplund, quien me invitó a hacer el doctorado y a participar en proyectos que ella lideraba en su grupo de investigación. El tema del doctorado era acerca de cómo utilizar la estimulación eléctrica para la curación de heridas.
¿Cómo funciona la electricidad en nuestro cuerpo?
Nuestro cuerpo funciona con electricidad principalmente. Aunque no pareciera, todos los impulsos nerviosos que enviamos son impulsos eléctricos. Nuestro cuerpo es agua con sales como sodio, potasio, cloruro, magnesio, que tienen una carga eléctrica. Nuestra piel es una barrera que idealmente podría curarse sola, pero hay casos, como las personas diabéticas, donde falla este proceso. Nuestra visión era utilizar materiales que no dañen la piel.
¿Cómo es el apoyo a la investigación en el extranjero?
La Unión Europea financió este proyecto y por ello estamos también en Suecia, trabajando desde ahí. Empezamos el proceso de la ciencia detrás de esto y de cómo existe un mercado para esto, cómo potencializar la idea y crear un equipo. La Universidad de Chalmers tiene un área para financiar empresas emergentes. Se invierte en ideas innovadoras y así logramos pagar la patente y surgió en ese proceso el estar en la lista de IVA.
De miles de propuestas que se envían fueron seleccionadas cien. Es un gran honor porque nos indica que vamos por buen camino. También estamos en contacto con la Asociación de Manejo de Heridas en Europa y ven un potencial en esta tecnología. Por ahora estamos en el principio de esta idea. Cada dispositivo médico que se crea lleva cerca de 10 años antes de estar disponible.
Pasamos las primeras fases de incubación y ahora viene otra etapa de pruebas, y pasar por el proceso de controles altos de calidad y cumplir con diferentes estándares y más estudios clínicos. Se requieren millones de euros para hacerlo realidad.
En la actualidad, Guatemala tiene un campo en la Biomédica. ¿Qué piensa al respecto?
Tristemente me tuve que ir de Guatemala para encontrar este camino, pero ahora existen varias universidades nacionales en este camino de la Biomédica.
Desde niño me gustó enseñar, le daba clases a mi hermana, a mis compañeros de clase, y también fui tutor en el colegio donde estudié. Me gustaba entender y explicar las cosas.
En 2021 me iba a casar y ahí empecé a ver oportunidades para hacer una colaboración internacional en Guatemala. Contactamos a los directores de Biomédica, Carlos Esquit, de la Universidad del Valle, y Andrea Lara, de la Universidad Galileo. Ambos me apoyaron para hacer proyectos en conjunto. Ofrecí también clases en forma presencial y actualmente doy clases de forma remota. Se han dado otras investigaciones en proyectos que ayuden a Guatemala.
¿Qué tipos de propuestas han surgido entre los estudiantes?
Tenemos proyectos interesantes, como apoyar a quienes están detrás de la donación de órganos, para desarrollar bases de datos y que se extiendan a nivel nacional cuando se tenga algo concreto.
Otro proyecto es que Guatemala no cuenta con un proceso de certificación de dispositivos médicos, solo de inscripción. Esto asegura que los dispositivos que entren tengan el aval o certificación de organizaciones como la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés) o la Comisión Europea.
Durante la pandemia, diferentes universidades hicieron sistemas de respiración asistida, pero no se pueden usar porque no están certificados. La única forma de hacerlo es enviarlo a otro país y eso significaría una inversión de varios millones de dólares. Una estudiante investigó cómo funciona este proceso para ver la creación de un espacio para certificar desde aquí con experiencias internacionales y que un día, en un futuro, los ingenieros biomédicos lo hagan en el país.
Otro grupo hizo un electrocardiograma portátil que transmite los datos por medio de redes a un cardiólogo para lugares que no tienen los medios para tener este estudio.

A partir del 2023 participa a distancia como investigador y catedrático de la Universidad del Valle de Guatemala.
Además es investigador invitado en el Laboratorio de Microtecnología Biomédica (BMT), de la Universidad de Friburgo. (Foto Prensa Libre: Erick Ávila)
Hay mucho talento en Guatemala, por lo que usted dice. ¿Qué se necesita?
Dinero, tristemente, y mucha inversión, que de momento no hay. Existe poca inversión en ciencia y tecnología y no es suficiente para desarrollar estos y otros proyectos. También es un poco complejo para aplicar a las opciones en Guatemala. En algunas ocasiones he aplicado a convocatorias de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología y no me han respondido si el proyecto fue leído o rechazado.
También estamos hablando de que aquí se consiguen financiamientos por Q500 mil, y eso es lo máximo que pueden dar, mientras en Europa esa cifra es quizá lo más pequeño a recibir y se tienen opciones de dos a 10 millones de euros. También falta infraestructura más dedicada.