Escenario

Un ángel de altos vuelos

A unos nueve mil kilómetros de su suelo descansan los restos del escritor Miguel Ángel Asturias, Nobel de Literatura 1967, en el cementerio del padre Lachaise (Père Lachaise), en París, donde están los restos de otros inmortales como Marcel Proust, Molière, Óscar Wilde, Honorato de Balzac.

Un ángel de altos vuelos. (Foto Prensa Libre)

Un ángel de altos vuelos. (Foto Prensa Libre)

Sí, el Ángel que escribió Hombres de Maíz, Mulata de tal, El Señor Presidente, El Papa Verde y Los ojos de los enterrados, entre otras novelas, descansaría en la capital francesa después de haber muerto en el hospital La Concepción, en Madrid, España, el 9 de junio de 1974, a las 14 horas locales, a causa de un tumor intestinal.

Legó al mundo un tesoro de palabras nuevas entre las cuales figura Quetzalumán, el nombre que otorgó al héroe nacional en el poema Tecún Umán (el de las largas plumas verdes, verdes, verdes).

NOTICIA LUCTUOSA
La edición de Prensa Libre del 10 de junio de 1974 tuvo el deceso del prodigioso escritor como titular de portada. La nota relata: “Aunque tenía varios años de vivir en París, ciudad donde pasó diferentes etapas de su vida, se encontraba en Madrid porque había sido invitado para dictar varias conferencias en universidades españolas. Al momento de su muerte deja inconclusa la obra Dos veces bastarda, relacionada con otra que publicó en 1973 con el título Viernes de Dolores. El cadáver del insigne escritor nacional fue embalsamado y permanecerá en capilla ardiente en el aula magna de la fundación Jiménez Díaz, para recibir el tributo de los intelectuales madrileños y europeos”.

La nota prosigue: “Según expresaron familiares del escritor, entrevistados en su casa de la Avenida de Candelaria, Asturias estuvo pensando en Guatemala hasta el último momento. Indicaron que unos días antes de morir dijo a su esposa, Blanca, y a su hijo Miguel Ángel que se preguntaba si volvería a ver los amaneceres de Guatemala”.

Prodigiosa pluma
Ocioso sería ahondar en elogios y razones para leer o releer los relatos, las poesías, los dramas asturianos. .
Baste decir que en 1899 nació, hijo de un abogado que en determinado momento contradijo al dictador de turno, Manuel Estrada Cabrera, lo que le ganó su animadversión y lo llevó a mover a la familia hacia la provincia, a Salamá, Baja Verapaz, donde el niño Ángel empezó a escuchar las historias de la montaña, los relatos de los campesinos, las memorias sin tiempo, de donde salieron leyendas, personajes, atmósferas. A ello se sumó el análisis de los textos mayas que elevaron en vuelo en clave surrealista, con jitanjáforas de lumbre en alfombra de plumas verdes. En 1924 el Ángel llegó al París Luz, donde la fusión sucedió y en cuyo suelo quedaría 50 años después.

Discurso del nobel
El 10 de diciembre de 1967, siete años antes de morir, el Ángel voló sobre Suecia para recibir la máxima distinción de las letras, donde una noche antes explicó algunas claves de su piedralumbre: “Mi voz en el umbral. Mi voz llegada de muy lejos, de mi Guatemala natal. Mi voz en el umbral de esta Academia. Es difícil entrar a formar parte de una familia…

Las secretas minas de lo popular sepultadas bajo toneladas de incomprensión, prejuicios, tabúes, afloran en nuestra narrativa a golpes de protesta, testimonio y denuncia, entre fábulas y mitos, diques de letras que como arenas atajan la realidad para dejar correr el sueño o, por el contrario, atajan el sueño para que la realidad escape.

Cataclismos que engendraron una geografía de locura, traumas tan espantosos como el de la Conquista, no son antecedentes para una literatura de componenda y por eso nuestras novelas aparecen a los ojos de los europeos como ilógicas o desorbitadas. No es el tremendismo por el tremendismo. Es que fue tremendo lo que nos pasó….

Andamiajes. Escalas. Nuevos vocabularios. La primitiva recitación de los textos. Los rapsodas. Y luego, de nuevo, la trayectoria quebrada. La nueva lengua. Largas cadenas de palabras. El pensamiento encadenado. Hasta salir de nuevo, después de las batallas lexicales, más encarnizadas, a las expresiones propias. No hay reglas. Se inventan. Y tras mucho inventar, vienen los gramáticos con sus tijeras de podar idiomas.

Muy bien el español americano, pero sin lo hirsuto. La gramática se hace obsesión. Correr el riesgo de la antigramática. Y en eso estamos ahora. La búsqueda de las palabras actuantes. Otra magia. El poeta y el escritor de verbo activo. La vida. Sus variaciones. Nada prefabricado. Todo en ebullición. No hacer literatura. No sustituir las cosas por palabras. Buscar las palabras-cosas, las palabras-seres. Y los problemas del hombre, por añadidura. La evasión es imposible”.

La tumba En el Père Lachaise
En el cementerio del Padre Lachaise se encuentra la tumba de Miguel Ángel Asturias, con una réplica en concreto de la estela 14 de Ceibal.
Quienes han visitado el lugar describen el abandono  en que se encuentra la tumba  del máximo exponente de las letras guatemaltecas, aunque no es la única  en ese estado.

El arqueólogo mexicano Leonardo López Luján hace una acotación interesante: “Resulta paradójico que la piedra tumbal sea la copia de un monumento dedicado a la exaltación de un belicoso gobernante… sobre todo si tomamos en cuenta que Asturias dedicó su vida entera a luchar por la paz”.

“La elección de la estela 14 solo se explica desde una perspectiva en que las expresiones culturales prehispánicas —despojadas ya de su contenido y su significado— suelen ser valoradas simplemente porque transmiten la imagen idealizada de un pasado glorioso”, afirma.

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