Escenario

El escándalo sexual de Hollywood que ha desenmascarado a los acosadores

El comportamiento sexual del productor Harvey Weinstein ha provocado un terremoto sin precedentes en Hollywood con réplicas en la política, la televisión, la moda, el arte, la música, la economía o el deporte, no sólo de Estados Unidos sino de numerosos países occidentales.

Un artículo a principios de octubre en el diario New York Times sobre varias mujeres que denunciaban a uno de los reyes de Hollywood por acoso y abuso sexual, al que siguió un reportaje en la revista The New Yorker, han sido el punto de partida de una ola de denuncias de “comportamiento inapropiado”, el eufemismo que se ha emplea para referirse a actitudes punibles.

La carrera del hasta hace un par de meses todopoderoso productor, con una trayectoria avalada por una larga lista de Oscar, Globos de Oro y muchos más premios, se da por acabada, como también parece estarlo la del actor estadounidense Kevin Spacey, denunciado por varios hombres.
La estrategia de Spacey, que aprovechó la primera denuncia para hacer propósito de enmienda y salir del armario declarando públicamente su homosexualidad, no cuajó. Sobre todo, por el gran número de acusaciones. El resultado: A Spacey le han cancelado su participación en la exitosa serie de House of Cards, la que más fama le había dado en los últimos años y en la que ha sido aplaudido por dar vida al protagonista: un político sin escrúpulos.
Además, Ridley Scott, con la fecha de estreno ya fijada para el próximo 22 de diciembre, lo borró de All The Money In The World y rodó de nuevo con Christopher Plummer las escenas en las que aparecía Spacey. Más allá de los cuestionamientos morales, en la decisión de Scott parece haber sido determinante el factor comercial. No se quiso poner en juego ni la taquilla ni la carrera a los Oscar del nuevo trabajo. Y le salió bien: la película acaba de recibir tres nominaciones a los Globos de Oro, entre ellas las de Plummer y Scott.

Se trata de los dos casos más palmarios de un escándalo que ha destapado una conducta extendida en ámbitos de poder, casi siempre en los que los hombres pueden tener capacidad de decisión sobre la trayectoria profesional de las mujeres.
“La clave es el poder, y más específicamente el poder masculino que viene permitiendo abusos de todo tipo, también sexuales, allí donde hay estructuras jerarquizadas o ejecutivos sin escrutinio ni controles”, afirmaba el columnista Lluis Bassets en el diario El País.
Esas denuncias vislumbran un fin a la impunidad en la que se habían guarecido los acosadores, aprovechándose además del manto de silencio con el que ellas procuraban tapar ese ataque a la dignidad que es la humillación.
Ese silencio de acero comenzó a fundirse por la gran cantidad de voces (algunas de ellas conocidas) que dijeron #metoo (yo también) en las redes sociales y que evidenciaron la gran cantidad de mujeres (y algunos hombres) que habían pasado por una situación de acoso, abuso o humillación similar en su ámbito profesional. La revista Time ha proclamado persona del año precisamente a este movimiento: las mujeres que rompieron el silencio sobre el acoso sexual.

Han dimitido ministros (Michael Fallon, titular de Defensa en Reino Unido), congresistas o destacadas figuras de la televisión estadounidense, pero también han visto empañada su trayectoria actores (Dustin Hofman) o reputados intelectuales (como el islamólogo suizo Tariq Ramadan), por tan sólo mencionar algunos entre el inagotable conteo de nombres que han sido señalados estos meses.
Paradójicamente, el eco que han encontrado estas denuncias contrasta con el poco recorrido de las que hicieron más de una docena de mujeres contra el presidente estadounidense Donald Trump y que él ha zanjado con un escueto: “mienten”.
Cabe destacar asimismo que la voz se está alzando sobre todo en América del Norte y Europa occidental. El machismo reinante en regiones como América Latina obstaculiza que se visibilicen esas deplorables conductas y se concreten las denuncias.
Además, las acusaciones han vuelto a poner sobre la mesa el eterno dilema de si se puede separar al autor de su obra, un dilema sobre el que cuesta encontrar consenso. Uno de los casos más notorios es el del director Roman Polanski, que huyó de la justicia en Estados Unidos para no cumplir la condena por haber abusado de una menor y que lustros más tarde recibió el Oscar a la mejor película.

El escritor Mario Vargas Llosa considera que hay separar al artista de su obra. Creo “que uno puede aplaudir y gozar de las buenas películas del cineasta polaco y desear al mismo tiempo que la justicia de Estados Unidos persiga al prófugo”.
Las denuncias están generando también cambios. Entre otros, la Academia de Hollywood, que ha expulsado a Weinstein, impondrá un código ético a sus miembros y en el Congreso de Estados Unidos se impartirán cursos para evitar actitudes sexistas. Además, la Fiscalía en Los Ángeles y Nueva York está investigando las denuncias.
Muchos hombres han entonado un tímido mea culpa, vease a Quentin Tarantino, que debe su carrera a Weinstein, diciendo que “podría haber hecho más de lo que hizo”, para denunciar esos casos de abusos.
Pero la principal repercusión que ha tenido la oleada de mujeres que han denunciado el acoso sexual es que finalmente a las víctimas están siendo escuchadas, a diferencia de antes que eran ignoradas, silenciadas, cuestionadas o desacreditadas.
“Quiero creer que ahora las mujeres estamos más empoderadas, somos conscientes de nuestros derechos, de que lo personal es político”, dijo a “Infolibre” la fundadora de Clásicas y Modernas, la escritora y activista española Laura Freixas.