Inmediatamente, se autocorrige, “no es esa la alternativa, la alternativa es la resurrección, entonces soportemos el paso del tiempo que nos envejece porque nos lleva a la resurrección, o sea, al abrazo con Dios”.
Ordenado sacerdote a los cuarenta años, la religiosa ha sido una de las tres grandes vocaciones que han marcado su vida, aunque la poesía fue la primera y la más “natural”.
“Desde muy pequeño, desde los seis años, hacía poemas que los sabía de memoria sin todavía poder escribir. Y sigo siendo poeta y eso fue lo que me llevó después del amor a las muchachas al amor a Dios y del amor a Dios al amor al pueblo, a la revolución, que es lo mismo también que decir Dios”, contó.
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Esa, la revolución, es la otra gran pasión que ha marcado la vida del poeta, que alcanzó fama de revolucionario desde los tiempos de la lucha sandinista contra la dictadura de Somoza, a finales de los años setenta.
“Los primeros años de mi vida yo era bastante inconsciente acerca de la injusticia que había en el mundo. Poco a poco fui adquiriendo sentido social y político y cristiano como visión del mundo incompleto en el que estamos”, recordó hoy.
En 1979, con la llegada al poder de los sandinistas, fue nombrado Ministro de Cultura, puesto que desempeño hasta 1988, cuando pasó a ocupar el cargo de director del Consejo Nacional de Cultura nicaragüense.
En la década de 1990 abandonó su militancia sandinista por discrepancias en su seno a raíz de la división en dos sectores, los renovadores liderados por el escritor Sergio Ramírez y los ortodoxos por Daniel Ortega, actual presidente, para quien hoy solo tiene palabras críticas.
“En Nicaragua tenemos una dictadura con un poder absoluto, no de un hombre, sino de un hombre y su mujer y sus hijos. Daniel Ortega y su esposa y sus hijos son dueños del país, son los únicos que mandan, mejor dicho, la esposa, la primera dama, es la única que manda porque le manda también a él”, dijo.
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Sin embargo, para Sergio Ramírez solo tiene elogios, pues ha sido el autor que seleccionó los poemas que forman su último libro, “Noventa en los Noventa”, una antología poética que celebra sus nueve décadas, que presentará mañana en la FIL y que lo hace sentirse “sumamente complacido, sumamente honrado”.
“He publicado muchos libros pero este es de los mejores, el mejor libro que me han publicado, realmente es muy bonito. El mejor por la tipografía, por las fotografías, por la selección. Yo no he intervenido para nada en (la edición) este libro pero simplemente agradezco que me hagan este homenaje”, contó.
Tras nueve décadas viendo cómo cambiaba el mundo, hoy Cardenal se confiesa mucho más preocupado por los problemas actuales y por eso cree que es necesario que se siga escribiendo poesía, que “contribuye” a que se solucionen los problemas.
“La poesía sirve para denunciar la injusticia, la desigualdad y llegará el momento en el que tengamos justicia e igualdad, la sociedad perfecta, tiene que llegar, no es nada difícil”, apuntó.
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El próximo domingo en la FIL y el día 13 en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana habrá una lectura pública de este libro.
Pese a ello, a Cardenal no le gusta releer sus poemas y “después que escribo un poema ya me olvido para poder escribir otro”, confesó.
Cardenal recordó el cuento del norteamericano Henry Miller que relata la historia de un borracho que estaba recitando un poema en un bar ante dos amigos.
Cuando acaba, uno le dice al otro “me parece que es muy buen poema pero no es de él porque se lo sabe de memoria. Si hubiera sido de él, lo hubiera olvidado”, recordó Cardenal, pues “si uno está siempre recordando lo que escribió, no escribe cosas nuevas“.
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