Sin embargo, sería París la ciudad en la que se forjaría su amistad, en la década de 1950. En la capital francesa volvieron a encontrarse para vivir como amigos una similar aventura en bares y cafés del Barrio Latino.
Plinio Apuleyo evoca cómo en aquella época García Márquez, quien dejó de laborar como corresponsal del diario colombiano El Espectador en París, comenzó a pasar hambre mientras escribía El coronel no tiene quien le escriba, aunque se negaba a aceptar dinero de los amigos.
La publicación retrata en sus páginas el ejercicio como periodista en Caracas, Bogotá o La Habana, al tiempo que compartían la misma devoción por la literatura.