Escenario

Rafael Lozano-Hemmer, el poeta de la tecnología

Tecnología y biometría son términos que el artista mexicano Rafael Lozano-Hammer convierte en poesía en las instalaciones que forman la exposición Arte Biométrico, en Madrid, España, en las que la huella de la presencia humana son una constante.

MADRID – El eje de la muestra inaugurada en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid, es el interés del artista por la biométrica y el análisis estadístico de los datos biológicos.

La respiración, el movimiento, el habla, los rasgos faciales o el pulso de los visitantes dan forma y contenido a las instalaciones y ponen de manifiesto la relevancia de la relación del individuo con otras personas.

Las obras de Lozano-Hemmer, artista electrónico con obras en destacados museos de diferentes países, necesitan la participación del público, ya que es este público el que las da sentido al activarse con las huellas que dejan en ellas.

Esa memoria humana que se encuentra presente en las obras envuelve con un halo poético los espacios de una exposición en la que la tecnología logra convertirse en poesía.

Comisariada por Kathleen Forde, se trata de la muestra más grande en España de este artista, interesado en la vertiente más creativa de la cultura digital y la tecnológica, lenguaje de un artista que confiesa sentirse más próximo a las artes escénicas que a las visuales.

“Soy todo lo contrario que Antonio López; él traduce la naturaleza en solitario, yo vengo más de la performance, donde trabajo en conjunto con mucha gente en diferentes plataformas, creando entornos arquitectónicos en los que el público es quien les da contenido”, comentó el creador mexicano durante la presentación.

Aunque su trabajo se sigue considerando novedoso, Lozano-Hemmer aseguró que es fruto de una tradición que comenzó hace muchos años y recordó que ya hace 48 años la argentina Marta Minujín realizaba este tipo de acciones.

El recorrido de la exposición lo forman nueve instalaciones, siete de estas exhibidas por primera vez en España y procedentes de destacadas colecciones y museos como el MoMA de Nueva York o la Tate de Londres. “Me preocupa que algunas colecciones consolidadas españolas no tengan arte de este tipo”.

Las obras del mexicano están basadas en la detección y captura de unos datos que se convierten en la pieza misma. “Las obras no existen si no están completadas por el público”.

Así ocurre con “Almacén de corazones” , instalación en la que cien focos recogen el latido del corazón de un participante, con un sensor que mide el ritmo cardiaco. Con la incorporación de un nuevo corazón, todos los anteriores avanzan, y el último desaparece.

“En este caso los cien corazones anteriores pertenecen a personas de Ucrania, donde ha estado por última vez esta instalación; son de gente que se encuentra a punto de entrar en una guerra”, comentó el artista.

En un amplio espacio, cinco proyectores muestran cinco mil 999 huellas digitales a color de los últimos visitantes. La nueva huella, en un principio de grandes dimensiones, va avanzando en la instalación y empequeñeciéndose hasta su desaparición.

“Média noche del año” utiliza el reconocimiento facial; un especial espejo extrae los ojos de las cuencas y los convierte en dinámicos fluidos, mientras que “Bifurcación” muestra una gran pantalla con un árbol que se mueve dependiendo del movimiento de la pequeña rama que se le cortó y que pende colgada del techo de la sala de exposiciones.

En este poco habitual recorrido se puede contemplar “Primer plano”, instalación que capta la imagen tridimensional de las personas que pasean por la exposición, solapando el presente con lo ausente.

También el presente y el pasado se encuentra en “Matriz de voz” donde 800 canales de sonido reproducen simultáneamente voces de la gente.

Una de las instalaciones más complicadas es “Respiración circular y viciosa”, formada por una cámara de vidrio en la que se sientan dos personas y respiran el aire ya respirado por otras personas: “Es una obra asquerosa en mi opinión” , bromeó el artista. De la cámara salen unos tubos de respiración que llegan a unos fuelles robotizados que inflan y desinflan 66 bolsas de papel estraza.

Antes de entrar en la cámara de cristal se advierte al público de algunos peligros que se corren al hacerlo.

Con “Tensión superficial”, un gran ojo sigue al visitante, y con “Tanque de corazones”, en la que una proyección convierte en ondas radiales los latidos de las visitantes, finaliza la muestra, producida originalmente por Borusan Contemporary (Estambul).