Vivimos y escribimos esencialmente a partir de la materia riquísima de nuestra memoria, buena o mala, de esa memoria que ha destilado en las mejores páginas de los más grandes escritores y de los versos de algunos poetas, que han vivido malamente o enamoradamente, y en las patéticas obras delos dramaturgos.
Muchos de estos escritores han sido víctimas de los despóticos regímenes dictatoriales y han tenido que exiliarse. Otros vivieron extremadamente pobres o asustados, para los que la rebeldía ha sido su única pasión. Los narradores como Franz Kafka escribían exactamente lo que sentían o temían.
Tenían miedo a la enfermedad, como él que era tísico, miedo a la vida, pues eran desgraciados, y a su propio padre (como Kafka) o temen a las mujeres y al futuro de su país como Rilke, el poeta de Checoeslovaquia, Stephan Zweig padecía de la desaparición de su ?Mundo del ayer? y se suicidó.
Dostoievski presentía la caída de Rusia, en su novela ?Los demonios?, en el comunismo. Thomas Mann nos cuenta la desaparición de la burguesía en su novela ?La montaña mágica?, donde los enfermos de un lujoso sanatorio de tuberculosos se precipitan, psicológicamente también, en su abismo.
El rechazo de la realidad explica el necesario deseo de evasión de los que sufren las enfermedades o recuerdan nostálgicamente sus amores desgraciados u otro tipo de pérdidas. El otro camino contra los mismos males suele ser la búsqueda de placeres como un no santo remedio de las frustraciones: el alcoholismo, drogas y la sexualidad, vicios en los que no deja de estar presente el pasado individual o colectivo.
Una realidad, ni cierta ni falsa, en la preservación de la memoria, en la que todo cambia y se desrealiza. Se dice que escribir es para ?mostrar o ocultar? el pasado propio. Quien escribe sus memorias hace ambas cosas. Se ven claras las cosas después de consumadas. Sería mejor prever los sucesos con anticipación.
Cada vida y su época tienen sus errores. Aprender de los errores sería una buena técnica. La facultad que el humanismo pretende desarrollar es dar sentido al razonamiento lógico. ?Los hombres son como son, otros no hay?. Mucha gente mira hacia atrás, hacia lo que ya no es; vive nostálgicamente en lugar de vivir intensamente lo que la vida ofrece. Vivir intensamente el amor y no el odio.
No existen razas puras y por lo tanto superiores. Y no hay pueblos civilizados que no se hayan convertido en salvajes en ciertas etapas de su historia. La inconformidad de los barrios pobres, la contaminación del fanatismo religioso sólo conducen a la violencia. Estas etapas en la memoria de la humanidad dejan sus huellas más allá del pasado y envenenan el presente.