Y donde no hay ruinas también hay muchas turistas, las mujeres más viejas del mundo, en grupos o en rebaños. Las que admiran las ruinas generalmente saben poca historia. Uno de turista teme muchas cosas, comenzando por los mosquitos, que producen dengue o paludismo y las ensaladas de verduras crudas que ocasionan amebas o por lo menos diarreas.
Las amebas, los mosquitos con dengue, los tigres escapados del zoológico los hay que evitar, como también a los taxis peligrosos y las manifestaciones de protestas múltiples y las procesiones religiosas por los infiltrados ladrones y también por el atasco de los autos pero, a pesar de todo, viajar es delicioso, claro salvo sin accidentes de los aviones o de naufragios de un barco.
Peor aun son los policías que piden multas y también los asaltantes que mientras los turistas admiran a las ruinas se llevan de sus casas sus bienes por las malas.
Cada país tiene sus leyes, que los extranjeros desconocen, leyes como quién pasa como primero en las esquinas y quién debe respetar los altos. Yo viajaba por Antigua en el auto manejado por una rusa, que maneja hace dos meses. Ella me preguntó ¿Qué quiere decir “alto” en español?.
Le dije “stop” en ruso, “pero con alto o sin para usted y yo voy a andar a pie”…
Un capitán del barco que suele hacer cruzadas por el mar Caribe (que no es el Cantábrico) me contó lo que preguntan los pasajeros. Una dama (que tampoco era de las nuevas) le preguntó si el agua de la piscina de su barco era salada o dulce. “La bombean todas las noches del mar”, respondió el capitán.
“Ah, por esto hay días en que el agua de la piscina tiene tanto oleaje”, comentó la dama. Otra había querido saber si todas las “islas” están rodeadas de agua.
En cierta ocasión estando en Venecia subieron a nuestra góndola para un paseo por los nocturnos canales dos gringas otoñales, pasábamos por el Gran Canal a lo largo de unos hermosísimos palacios del Renacimiento.
Mi madre dijo que son maravillosos y las turistas respondieron que ellos tienen en San Francisco hermosas casas pintadas en colores claros y que las casas de Venecia eran viejas y sucias. Mi madre insistió en la belleza de los canales que reflejaban el brillo de la luna, pero ellas aseguraban que San Francisco tiene también mucha agua también y por supuesto más limpia. Y así cada uno tiene lo suyo…
No cabe duda que muchos turistas modernos son impermeables. Ni el arte, ni los vestigios del pasado ni la Naturaleza sublime les conmueven. Ninguna sensación admirativa les produce la Historia y los paisajes extraordinarios. Nada parece interesarles en la progresiva decadencia de nuestra cultura. Entre las ruinas, que son las únicas que mejoran con el tiempo, las mujeres más viejas del mundo viajan con la sola emoción de regresar a sus casas.