Vida

Herbert Meneses

?Sea el papel que fuere, el actor puede escoger actitudes que revelan lo que es, en lo más íntimo?

Su carrera dio inicio en el radioteatro infantil. Hablar de su maestra Marta Bolaños de Prado lo emociona, y confiesa que en esa época aprendió dicción e impostación de la voz, pero sobre todo los primeros elementos de actuación.

Luego del radioteatro infantil, ¿Cómo llegó al teatro?

?Después del radioteatro infantil yo ni sabía nada de lo que era teatro ni tampoco me interesaba. Lo que me interesaba eran las radionovelas y había muchas en ese tiempo. En cuanta radionovela aparecía, allí estaba yo metido. Estaba casi todo el día grabando porque a la gente le gustaban mucho.

?Y por cierto cabe mencionar que teníamos un alto rating cuando hacíamos los finales. Por ejemplo, ?La radionovela guatemalteca?, que dirigía y escribía María Luisa Aragón, ese final era escenificado en el Teatro Capitol y entonces era retransmitido también para la audiencia de la radio. Venía gente del sur de México, de Honduras, de El Salvador y del interior de la república, y teníamos que hacer un montón de representaciones en un mismo día para dar cabida a eso. Fueron épocas muy gratificantes en lo artístico.

?Como una experiencia aislada trabajé en las misiones ambulantes de Bellas Artes que dirigía Samara de Córdova. Ella es una magnífica actriz y dirigía las misiones. Yo estaba en tercer año de bachillerato entonces, era 1956. Pero luego de eso me dediqué de lleno a las radionovelas.

?Después, conocí a Jorge Hernández y René Figueroa, ellos estaban en la Escuela de Teatro. Allí empecé a ver unos montajes muy atractivos dirigidos por Domingo Tessi, un director chileno que estaba en ese tiempo acá y dirigía la Escuela de Teatro y algunas obras que se presentaban. Entonces, por todo eso empecé a meterme al teatro?.

¿Cuál fue el primer papel que representó?

?Con Samara de Córdova fueron dos, porque eran dos obras en una misma función. Fueron el Aniquino de ?Cornudo, apaleado y contento?, y el Mancebo de ?El mancebo que casó con mujer brava?.

?El primer papel lo representé a los 19 años de edad, cuando interpreté a un hombre que tenía ya más de 50 años: era un gringo y que se llamaba Mr. Tom, en la obra ?El tren amarillo?, de Manuel Galich. Fue una experiencia muy interesante porque me asignaron un papel que yo sentía que me quedaba bien grande, pues era la primera vez que trabajaba y era una caracterización no sólo de gringo sino también de hombre mayor.

?No sé si para mi desgracia o satisfacción, actualmente algunos de los que vieron ese papel dicen que fue lo mejor que yo hice y que nunca volví a hacer nada como eso? (ríe).

Para usted, ¿Qué es actuar?

?Actuar es predicar, porque sea el papel que fuere un actor puede escoger actitudes que pueden revelar su espíritu, su alma, que pueden dar lo que él genuinamente es, en lo más íntimo?.

¿Hasta dónde puede llegar un actor en la interacción con el público?

?Últimamente han sido puestas de moda unas corrientes del teatro que agreden al público. Yo no estoy de acuerdo con eso, porque uno de los encantos que el público encuentra en los espectáculos es su condición de anónimo. Como dice Justo Chang , es estar viendo a través del ojo de una cerradura cosas que le cuesta ver en la vida real. Y el que no esté de acuerdo, no significa que critique lo que otros hacen.?

¿Qué papel no ha interpretado aún, pero le gustaría?

?Me gustaría interpretar el Yago (el alférez) de Otelo, de William Shakespeare, porque este papel permite explorar los rincones más oscuros de la psiquis humana. Rincones a los que uno usualmente tiene miedo de acudir,porque descubre en uno mismo cosas terribles. Entonces, creo que sería la oportunidad de despedirme de esta vida de una manera digna?.

¿Qué prefiere: actuar frente a una cámara o frente al público?

?Bueno, las dos cosas me gustan y las dos tienen sus pro y contras. En el teatro uno tiene que ensayar mucho. Si el grupo no es bien avenido y no fluye armonía entre sus componentes, los ensayos son tremendos. Además, da insatisfacción en la relación, escénicamente hablando.

Y eso lo nota el público. ?El cine tiene la ventaja de que permite mayor intimidad. En el teatro, como quiera que sea, uno tiene que alzar la voz, entonces, ciertos matices que uno se siente tentado a dar en el momento no los puede dar porque sabe que tiene que comunicarlos hasta la última butaca?.

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