Salud y Familia

Cuando las bromas no son “cosa de niños”

La comunicación asertiva en la familia es clave para fomentar conductas de respeto.

El bullying físico involucra golpes, empujones o agresiones con objetos. El verbal incluye insultos, amenazas, burlas o lenguaje ofensivo. (Ilustración Prensa Libre: Kevin Ramírez)

El bullying físico involucra golpes, empujones o agresiones con objetos. El verbal incluye insultos, amenazas, burlas o lenguaje ofensivo. (Ilustración Prensa Libre: Kevin Ramírez)

Para Fabián*, de 13 años, era un tormento cada amanecer, porque eso significaba que tenía que ir al colegio. A su edad, en lugar de disfrutar de la convivencia con sus compañeros, lo embargaba el temor de que Andrés*, de mayor edad que él, se burlara de él o lo empujara en el recreo, como ocurría en varias ocasiones. (* Nombres ficticios)

Cuando decidió contarle a su padre las causas de su congoja, este habló con las maestras y la directora, pero optó por cambiar de establecimiento a su hijo. Tanto Fabián como su padre no sabían que Andrés, por un problema físico genético, también había sido víctima del bullying.

Epidemia del siglo

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia entre pares es la epidemia del siglo XXI. De acuerdo con la organización británica Beat Bullying, siete de cada 10 niños y adolescentes ha experimentado alguna forma de acoso. Datos de la Unesco revelan que el 51 por ciento de los menores en América Latina sufre de bullying.

Este vocablo de origen anglosajón que se deriva de bully —abusador—, fue acuñado por el noruego Dan Olweus, en 1973, para describir el comportamiento de maltrato escolar constante y sistemático con abuso de fuerza o de autoridad. No es nuevo ni aislado.

Hay que tomar en cuenta que el bullying es una conducta pública. El acosador nunca o rara vez actúa solo, puesto que necesita ser reconocido socialmente como el que ostenta el poder y ejerce la fuerza, explica el sociólogo Otto Rivera.

“Los demás se burlan de cómo un compañero humilla o mancilla la humanidad de otro, por lo que ellos también hacen bullying”, agrega.

Quien ejerce el acoso escolar es casi siempre víctima de violencia intrafamiliar. “Toda la frustración, el enojo y la ira que no puede expresar de lo que le pasa en casa, lo canaliza en la escuela con agresión física, verbal y psicológica”, añade.

El victimario, usualmente, proviene de un ambiente familiar en el que no se respetan los límites y se abusa del poder. Al estar expuesto a interacciones abusivas, el niño aprende a actuar de la misma manera, replicando en otros ambientes lo que ve o vive en el hogar, explica la psicóloga y psicoterapeuta Liza M. Zachrisson.

También contribuye el poco respeto a las normas, la falta de consecuencias al infringir las reglas y el abuso de poder, añade.

Quien se acostumbra a abusar se da cuenta que amedrentar, amenazar y extorsionar funciona, seguirá haciéndolo durante toda su vida, explica el psicólogo Estuardo del Águila, de la Liga de la Higiene Mental.

“La sociedad guatemalteca se caracteriza por ser racista, machista, excluyente y discriminatoria, y el bullying recoge estos elementos”, expresa Rivera. Aunque suele manifestarse a cualquier edad, es más común entre los 12 a 14 años, etapa de la pubertad cuando los adolescentes definen su personalidad, y quieren dominar, controlar y ser líderes, expresa la psicóloga Jeannette Rivera, de la Procuraduría General de la Niñez y la Adolescencia.

Del Águila considera que otra de las causas principales es la pérdida de valores tanto personales como sociales.

Si el acoso se prolonga, puede aparecer ideación suicida, derivada del desamparo que siente la víctima, dice Del Águila. Según la OMS, cada año se suicidan en el mundo unos 600 mil jóvenes entre los 14 y 28 años, y alrededor de la mitad tiene alguna relación con el bullying.

Prevención

Los padres y los maestros son quienes deben detectar las señales de que existe acoso, para velar por la integridad física y psíquica de los niños, porque las víctimas no suelen hablar del problema.

Debido a que en el hogar no se promueve la cultura del diálogo, dice Rivera, el primer precepto es que los padres, pese a sus múltiples ocupaciones, aprendan a escuchar a sus hijos para fomentar su confianza. De esta forma, se evita que este busque formas para expresar sus sentimientos o respuestas a sus interrogantes en la calle o el internet.

La castración emocional consiste en vedar la expresión de los niños, por lo que crecen en un hogar donde no hay armonía, con baja autoestima, y eso los hace violentos, dice la psicóloga Rivera.

Es necesario establecer límites claros y consistentes, promover la empatía y la asertividad para expresar sentimientos y proponer soluciones, refiere Zachrisson. “Hay que enseñar que el respeto no se impone al generar miedo en los demás, sino que es algo que se gana. También hay que apoyar a construir una autoestima saludable para que no se tenga que intimidar a otros”, añade.

Los especialistas sugieren buscar ayuda profesional para los involucrados y sus padres.

Si no recibe atención alguna, el acosador, en el futuro, tendrá la intención de retar a sus mayores, a las autoridades, y hasta puede incurrir en alguna acción delictiva, afirma la psicóloga Neicy Bailey.

Denuncias

Las denuncias de acoso se hacen en la Procuraduría General de la Nación, donde se hacen las investigaciones pertinentes en el establecimiento educativo, se presentan los dictámenes psicológicos y se trasladan al juez respectivo. Si la agresión física es extrema, el Ministerio Público puede formular cargos a los adolescentes transgresores, a partir de los 14 años, indicó Harold Flores, Procurador General de la Niñez y la Adolescencia.

Consecuencias

Los niños y jóvenes víctimas de acoso escolar tienen baja autoestima, ansiedad y depresión.

Los acosadores son más propensos a presentar comportamientos desafiantes, de vandalismo, portación de armas y abandono de escuela.

Además, tienen hábitos dañinos como beber bebidas alcohólicos y fumar.

Los involucrados tienen más riesgo de tener problemas de salud como dolores de cabeza, de espalda, de estómago y del sueño.

Recomendaciones:

Poner atención a cambios drásticos en la conducta infantil.

Mejorar las relaciones y la dinámica familiar para disminuir la tensión, mediante la tolerancia, el diálogo y el respeto.

Estimular las conductas positivas, alineadas con los valores del respeto, la solidaridad y la cooperación.

Corregir los errores mediante señalamientos concretos, pero sin descalificar al pequeño.

Alentar a que el niño disminuya su miedo y denuncie los acosos. Se puede instalar en la escuela un “buzón de denuncias”.

Transmitir el mensaje claro de que no se permitirá más violencia y establecer las medidas correctivas.

Ayuda psicológica

En la PGN se refiere a los niños involucrados en el bullying y a sus padres para que reciban terapia psicológica gratuita. Uno de esos lugares es Profami, de la Secretaria de Bienestar Social de la Vicepresidencia, 35 avenida 23-75, zona 5.

Protección a la niñez

Las denuncias por acoso escolar se hacen en la Procuraduría de la Niñez y Adolescencia, de la Procuraduría General de la Nación (PGN), 15 av. 9-69, zona 13, las 24 horas, o en sus delegaciones. También se puede llamar al 2414-8787.

Variantes

Existen cuatro manifestaciones de bullying en los centros educativos.

La primera es entre pares o compañeros; la segunda, entre superiores y subalternos —maestro y director—.

La tercera es contra una comunidad educativa, ejercida por las pandillas hacia maestros, directores y alumnos.

La cuarta es el cyberbullying o ciberacoso, que se manifiesta en la web, principalmente, a través de las redes sociales, donde se hacen burlas, amenazas o chantajes.

El anonimato de la web favorece que se manifieste más el bullying.

También está el sexting, que es la difusión de imágenes con contenido sexual o erótico para humillar al afectado.

El bullying físico involucra golpes, empujones o agresiones con objetos.

El psicológico, involucra descalificaciones y negligencia. El verbal incluye insultos, amenazas, burlas o lenguaje ofensivo. El social; rechazo y aislamiento.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.