Vida

Sarmientos

"Llévele esto de obsequio a su familia, lo traje de la costa", me decía en una ocasión, en el tono más natural que puede caracterizar a un hombre. Un hombre hecho a golpe limpio, sin amedrentarse. Los que se amedrentan son los pusilánimes. Y entre esos pusilánimes no se cuenta Jorge Álvaro Sarmientos, el compositor guatemalteco del siglo XX, por definición.

Por Paulo Alvarado

Por Paulo Alvarado

Director de orquesta, pianista, percusionista, docente; artista de personalidad fuerte e incansable luchador por todo aquello que le apasionaba. Referente obligado de la música de nuestro país, no solamente en estas latitudes, sino para ese mundo más grande que parece siempre escapársele a Guatemala. Qué pena, qué tristeza, qué inopia, las de una nación a la que sus baluartes le interesan poco.

Sin embargo, no me absorbe la congoja de este momento. Cuando pienso en Sarmientos, veo a ese compositor recio, exigente, con excelente manejo de la orquestación y su gran facilidad para comprender —y plasmar en una partitura— la estructura de una obra musical. Veo al creador y al intérprete, que igual sugería cómo ejecutar un ritmo popular en la batería, tanto como se prestaba a la discusión del serialismo más complejo de mediados de siglo. Veo al infatigable celador de su obra, aquella con la que no necesariamente tenemos que alinearnos, pero que nos habla de un espíritu inquieto, impulsor, decisivo. Veo al profesor impaciente con la mediocridad. Veo, en suma, al cabecilla; que de manera parecida aborda lo más banal, o lo más sublime. Veo al hacedor de música.

“Ahora, que ya falleció, le echan vivas”, cuchichean unas voces por ahí, espantadas quizá, por no haberlo justipreciado en su momento. Pero su legado no depende de eso y viene de mucho antes, pues don Jorge se ocupó, con su mirada penetrante y su mentón firme, porque su obra se hiciera oír y no dudaba en buscar las mejores opciones para el efecto. Tal cual me comentó un amigo durante el velorio, “de estos ya no van quedando muchos…”

Un maestro del arte musical, comprometido con ese arte, para enojo de algunos —y asombro de tantos otros.