CATALEJO

Orden del Quetzal a todos los chapines

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LA ORDEN DEL QUETZAL es la máxima condecoración guatemalteca otorgada a quienes han servido al país en sus respectivas áreas de trabajo. Si se pudiera dar a los ciudadanos, obviamente de manera simbólica, los guatemaltecos serían genuinos merecedores, porque con su actitud cívica durante cuatro meses de manifestaciones en contra de la corrupción, han dado una lección al mundo y en especial a los países latinoamericanos. En efecto, la calma, la serenidad y la compostura demostrada por los participantes en las demostraciones en todo el país, comprueban una verdad: cuando hay violencia o desmanes, estos se deben a gente infiltrada con el fin de desmotivar y desprestigiar a esa forma de expresión popular.

ESTA ACTITUD CÍvica es una muestra clara de cómo son en general los guatemaltecos. Se debe pedir a los países europeos, especialmente a los nórdicos, una interpretación clara, sin ningún tipo de presiones ideológicas, por qué es incorrecta, inmerecida y hasta cierto punto maliciosa la percepción de señalarnos a todos como gente de alguna manera ligada a la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. La manera como se han comportado miles de ciudadanos de todas las edades, grupos sociales y económicos, ya está siendo notada en repúblicas donde el ejercicio del derecho de protestar va acompañado de violencia provocada por los gobiernos o por ciertos manifestantes, muchas veces con resultados lamentables en pérdida de vidas y bienes.

EN LA GUATEMALA ACtual, de los últimos cuatro meses, ha habido un par de casos en los cuales se ha manifestado el tipo de violencia implícito en la interrupción del paso de vehículos en las carreteras y algunas de las principales vías capitalinas. Desafortunadamente han participado algunas organizaciones campesinas y sindicales encabezadas por personas vinculadas con grupos políticos y/o gubernativos, algunos de los cuales están relacionados de alguna manera con la Europa nórdica, aunque son los menos. Los embajadores de estos países tienen la obligación de señalar un factor inesperado y del cual los guatemaltecos pueden sentirse orgullosos: en esos cuatro meses nadie ha sufrido ni un rasguño. Es una muestra inesperada para todos, ciertamente, pero no será efímera. Ha llegado para quedarse.

SE EVIDENCIA CON TODA claridad la diferencia existente entre los guatemaltecos comunes y corrientes con la clase política del país, evidentemente incapacitada o sin voluntad para amoldarse a las realidades tanto del mundo como del país y los efectos de la tecnología instantánea para dificultar y —ojalá— imposibilitar la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones. Antes, los hechos oscuros eran solo conocidos por una élite y se sospechaba de algunos grupos, lo cual facilitaba la manipulación y el engaño. Hoy están al alcance de todos. La generación post conflicto, post guerra fría, es la mayoritaria. No recuerda, o nunca vivió, la larga y oscura noche del terror ante los efectos de manifestar de manera pública y abierta su rechazo a los abusos.

A CAUSA DE LA ACTITUD de los guatemaltecos, se ha llegado incluso a pensar en instituciones estilo Cicig para otros países. Por otra parte, la posibilidad del funcionamiento en la práctica como debe hacerse según la teoría jurídica, se convierte en una realidad, gracias a la valiente actitud del juez Miguel Ángel Gálvez, quien ha aplicado la ley como parte importante de lograr la justicia. En 1944, los abuelos o bisabuelos de los guatemaltecos de hoy, con plantones en el parque derrumbaron la dictadura de Jorge Ubico, quien entendió el mensaje. Otto Pérez Molina no ha querido hacerlo, y ha alargado el fin del primer capítulo de una nueva historia, donde caben el rechazo y el castigo a corruptos y abusadores del poder.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.